diciembre 27, 2010

Duermes Seguramente

Duermes seguramente, en sueños blancos
te aislas de ese vendaval inclemente
de huesos rotos y balas en la frente,
de lo sublime de caer al barranco

con los brazos abiertos, extendidos
sin pretender asirse de la nada
que reboza gustosa en la mirada,
la libertad carente de sentido.

Fuiste Tú, quien a las letras me indujo
un verano de besos inocentes;
fuiste Tú, quien con arrojo vehemente
me prendió sobre la frente el ramujo

de un olivo muerto y desgarbado,
la tinta negra haciendo garabatos
dentro de un marco de papel a ratos,
cuando el sol es recuerdo maniatado.

Entonces pienso, si fuiste o eres; un imán
de la nostalgia anclado a tu cadera,
de mi propia hoguera, vasta madera
que arde de a poco su piel de celofán,

y en noches como esta, dilapida
su brasa y calcina el sueño febril
de los días, plácidos como el abril
que en tu boca, fueron Muerte vivida...

diciembre 26, 2010

A una Mujer Dispuesta

Una colilla ahogada el cenicero
resintiendo el frío y todo el viento,
una Mujer dispuesta en movimiento
de caderas, ardientes en calderos


desolados, con su cuota de peaje
atada al cuello entre blancos colguijes,
que se arremolinan como alebrijes
sin mayores penas que su equipaje,

corriente y gastado, entre mil viajes
y entre miles de falos, obscenos
queriendo encontrar su cálido cieno
dispuesto siempre al ajeno abordaje.


Un whisky en el vaso contenido
me hace pensar mientras tú, te dilatas
a culpa de moral y fe de erratas.
¡Tus piernas son delirio empedernido!

Te amaría hasta el último centavo
de mi par de bolsillos lacerados
por esta economía a ojos cerrados
sin pesar del saber que soy esclavo,


al igual que tú, toda, entre tus piernas
maquilladas en champaña, divinas;
impregnadas de sudor y morfina
tratando de hacer mi alegría eterna.

diciembre 25, 2010

I

¿Será a caso, que tengo las ganas
y no más; que me embriagan cual licores
formando torrentes de mil sabores
mientras del cabello me nacen canas?

Ahora bien me inventaría una vida
por vivir, alejado de tejados
maltrechos, de dogmas inveterados
bailando entre conjeturas podridas,

quizás, buscar un edén utópico
para deambular sin mi propia sombra
que me sujeta al suelo y te nombra,
en mis anocheceres alcohólicos;

un jardín con frutos y flores del bien,
donde reposen los sueños dorados
ahora ennegrecidos y arrumbados;
donde la pluma no presione mi sien.

Carta al Crío

¿Cómo te explico que incontables veces he tenido la idea de meterme un tiro en la cabeza? ¿Cómo te explico aquello que sabiamente dijo Benedetti acerca del suicida y de tu existencia como cuadro moral que me impide tener la pólvora y el frío del cañón en la sien? ¿Cómo te explico que tu voz al despertar, me revuelve entre la alegria y las ganas de llorar? ¿Cómo te explico que a tus cuatro eres el Dios de un remedo de escritor, nocturno e inhumano?

Y ahora duermes, y yo me debato entre la paz y el arrebato. Y duermes tranquilo, y tus sueños han de volcarse entre piratas y dinosaurios, entre ilusiones y santa closes que te traigan la sonrisa de un juego inocente y por lo tanto inmaculado. Duermes. Y yo te miro y te respiro con el afán de impregnarme un poco de tus deseos por despertar a toda costa, siendo ya de mañana con el sol entrando por la ventana; yo te respiro y no puedo ser más, que un santa clos a esta hora anda medio borracho acomodando los juguetes que quizás no tardaras en botar al armario, pero, al menos, una alegria a tu vida que no necesita, pretendo darte...

¿Cómo te explico, que eres mi todo?



diciembre 24, 2010

Acúsome

Acúsome de ser, de desazones
portador, un caminante de paso
ascético esperando siempre el ocaso,
y a voz queda entonando canciones.

Un sutil amante de esa fortuna
de no perecer con mi propia pluma,
ni por mi verso insomne echando espuma
por la boca, por no encontrar la Luna.

Acúsome yo, aún viejo y viciado
de codiciar la facultad de vivir,
sin pensar sobre el modo de morir
por los propios demonios maniatado.

Un catador de sal en las mejillas,
de áridos desiertos vil merodeador
dispuesto, a tragar arena y calor
ahogado en las entrañas cual polilla.

Acúsome también, de ser cobarde
ante los tiempos, ante el nuevo día
que siempre recorre con luz sombría
en cambio yo, extingo esta llama que arde

cuando soy mácula gris y terrible
después de la caña y el tabaco,
cuando soy simple y reflejo opaco;
un grito nocturno, cruel e inasible.

diciembre 23, 2010

En Lontananza

En lontananza una Luna amarilla
visita mis ganas, bien las arropa
y las guarda de licores en copas
cargadas a la luz de la bombilla.

Un corazón late sin ser el mío,
una hermosa bruja dibuja el cielo
en carmesí y arroja el anzuelo
a la flor perdida, al fresco rocío.

Estas manos que me tiemblan sin gracia,
ciegas buscan su enmohecida palabra
nunca antes dicha, necia y macabra,
alzando los puños por la autocracia.

diciembre 21, 2010

A Fuerza de Penumbras

A fuerza de penumbras me hago el loco
mirando a cada rato la escalera,
buscando siempre una sombra cualquiera
que no seas tú, mientras así te invoco.

Tienes, la dulce mirada del día
más fúnebre alojado en la memoria,
en los labios, razón inquisitoria
y en el pecho mi melancolía .

Y me hago el loco por no saber hacer
cosa distinta, bebo, fumo, escribo
con mi talante cruel mientras atisbo
la necesidad del alma adormecer.

Tienes, los pies por el llanto bañados
la catedral adentrada en tus venas
purpúreas, sin acuse de novenas
ni de cirios, ni de incienso quemado.

Y tal vez ahora no sea yo, el que se hace
esta noche alcanzar por la locura,
que me envuelve fría con su tersura
de muros blancos que el alba deshace.

diciembre 17, 2010

Clamo

Clamo por las letras que no han salido
durante noches desiertas sin calma,
cuando al amanecer se me va el alma
entre el cañón y su cruel estallido.

Ayer la Luna me mostró el lado
más terrible y gris del desamparo,
carabina en mano dando disparos
a los gatos en sus negros tejados.

Pero hoy es hoy y yo, mustio, embriagado,
recolecto el polen de blancas flores
sin respingo ante su gama de olores,
sopesando un deseo, alacran domado

contra el vendaval y la fina arena
de desiertos sin vanos espejismos,
sin paredes recubriendo el abismo
cubierto con licores de alacena.

Clamo, pues, contra tu beso perdido
una tarde de sol quemante, falaz
e intrínseco, pero siempre eficaz
junto al árbol ardiente del olvido.

He de Suponer

¿Y qué pasará Mujer, por tu pecho
cuando me miras cabizbajo, mortal
entre mis muertos olvidados, fatal
ante el reflejo del hombre desecho?

He de suponer que nada, mis manos
te buscan a tientas entre cenizas
de una brasa tibia que aún esclaviza,
mis anhelos más fieros y arcanos.

¿Y qué pasa con el temblor, el jadeo
de mi envejecido pecho malsano,
con mis versos tan tristes y mundanos
ante tus ojos haciendo contoneo?

La nada también, que todo comprime
a su paso, cual funesta serpiente
reptando insumisa por la simiente,
que hace del dolor, delirio sublime.

diciembre 15, 2010

Si Te Dijera

Algunas noches te busco tendida
entre bosques sombríos, aferrados
a los mismos licores fecundados
de luz de Luna, como alma prohibida

danzando en las estrellas, hilvanando
en tu rueca siete enmohecidos buitres
feroces, en búsqueda del salitre
que de tus pies, huella atrás van dejando.

Si te dijera que no tengo la voz
para llamarte, sobrio y radiante,
por que en el cielo soy vano tunante
tratando de robar de la Luna la hoz;

que tus cabellos que nunca he tocado
me enredan al fatídico misterio,
que en mi cabeza ha de hacer vituperio
de demonios borrachos trasnochados.

diciembre 14, 2010

Yo

Yo, aún aquí, terrible, somnoliento,
hambriento, un tanto ciego y cansado
de la voz de mis manos, agobiado
con la noche, desnudo y sediento.

Yo, soga enhebrada de carne fatua
a veces tan fría, como los huesos
al alba expuestos; trágico deshielo,
bandada de palomas sin estatua.

Yo, polvo obsceno materializado
rondando los rincones, viejas tardes
donde las brasas son tibias y arden
espléndidas, el olvido, el pasado.

Yo, defensor de la orden elégica,
caballero ruin, tunante de flores
caducas contra espasmos y dolores,
de armadura a la alegría alérgica.

Yo, vaticinio del final del día,
víspera de resaca enmarañada,
augurio de soledades marcadas
por la arruga tenue de la ironía.

Yo, gastada apología nocturna,
amante eterno de la flor de caña,
disidente vil del llanto que empaña
con su gota la vista taciturna.

Yo, esclavo de pasiones desmembradas
que me salen debajo de la almohada
y ríen y lloran con sus alas de hada,
vivas quimeras de mi enamoradas.

diciembre 08, 2010

Lo mío

Lo mío, dentro de todo sabe a vaguedad. Otra vez me ha caído y sin aviso encima la noche, la calma, el silencio interrumpido por una palabra tecleada sin aliento. Todas las luces viniendo a mis ojos en cascada también traen consigo una maldición degenerada, apócrifa e insensata, cual arreboles en los pómulos de la puta más desvergonzada. Luces que extinguen las sombras, las mías, las que algunas veces me herían con su visita, las que algunas veces me sin piedad mataban y después del roce de sus labios, me resucitaban.
Voy por la segunda copa y por el enésimo cigarro; es apenas de la semana, día martes. No tengo demasiada consideración por los cálculos aritméticos ni por beberme la Muerte de a poco; el tabaco es mi compañero inseparable, mi bastón que de la mano a la boca ha saltado y la noche, mi oasis en pleno desamparo.
Siento el frío de la época, los vientos gélidos y los hábitos etílicos carcomiendo los huesos, siento la carroña naciendo en mi pecho y un par de buitres hermosos sobrevolando mi cabeza con la sonrisa del dardo en el centro, audaz y certero. ¡Venid a mí, entonces a picotearme las manos, los ojos; a sacarme el alma a tirones, a regresarme de nuevo al polvo!
Un mendigo estira su mano, sucia, macilenta, sin esperanza marcada. Un travesti a las dos de la mañana, me hostiga desde la más cruda lascivia que alimenta sus bolsillos, con el arma que se llama mirada. Un sueño adormecido se me apaga con la brisa que quizás debió surgir del cristal de una lágrima; un torrente de sal dando razón de ebriedad y viejas laceraciones, de sonrisas desmembradas, de un corazón vuelto en llamas y yo sin saber siquiera cuantas veces la Muerte se me ha colgado del brazo, me ha acercado al oído sus labios y su voz me ha embelesado.
Es la misma Muerte que espera sin prisa el mendigo con la misma mano estirada, el travesti que se para en la misma esquina y que lo ha de sujetar al mundo de la nada, al frío que se adentra en sus entrañas.
Soy carne enraizada al hueso, aunque quizás sea más hueso, más calavera, más cadáver sin caja de muerto. ¿Y qué más da si los buitres aun me rondan y me reiteran que no estoy del todo podrido? Y soy mar contenido, ola cobarde que no toca la arena, viento del norte cabizbajo y envilecido, ancla sin acuoso fondo que la sostenga. Soy, esta tercera copa en el lapso de una hora que me vacía y de pronto me incomoda.
Alguna vez fui noble, de corazón y de las propias ganas. Alguna vez miré al cielo abarrotado de estrellas sin pretensión de cambiarlas por un cuerpo tendido entre mis sábanas, sin pretender nunca, ¡Lo juro! llegar más allá del vientre en el que ahora mi mente estalla; alguna vez, también,
amé solo con la mirada, con la mía, con la de siempre que ahora se pierde entre pastizales quemados por los dogmas de una vida tan joven y a la vez tan avejentada. Y ahora soy carne abultada, latiendo, descerebrada, inconsciente al sentirse malherida por los tiempos y tristemente cansada.
Lo mío, dentro de todo, sabe a ebriedad. Un verso que esbozado intenta alcanzar una mano donde brille y sea del todo claridad. Una idea a medio salir que contemple tus cabellos haciendo remolinos que mis dedos deformes puedan con calma deshacer. El aliento ya inveterado de mi boca tan gustoso de la caña y sus efectos, la necedad de querer regresar a la felicidad, a la normalidad en que mis días eran uniformes, aunque de la misma manera solitarios y abyectos.
Cuatro, según mis dedos que cuentan y el vaso en pie que no se ha fragmentado. ¿Cuál frío?, Entonces pienso, ya al candor incivil de la perspectiva del borracho que en los parques sin remedio, habrá de dormir. A mí, me espera mi cama, que aunque fría, también, me ha de resultar más cómoda que una oxidada banca metálica sin más cobijo que la desesperanza. ¡Diablos! Ya es miércoles y yo, que jamás pretendí comenzarlo ensimismado y ciertamente embriagado. ¡Y qué mas da, si es lo mío, beber encasillado a la imagen más concisa del perdedor que además de todo, consigo mismo es tirano y los buitres ya me han comido y mis deshechos vomitado!
Hoy, incluso la Luna (la mía, la de siempre, la de todas las noches) me ha abandonado, que aunque por más que lo afirme se bien que no es mía, me agrada la idea de atarla con el tenue cordón de mis letras a un plano mucho más humano, mucho más felino, aun un plano mucho más cercano.
Y ya la quinta copa, regresando el frío, los humores y las dolencias de antaño; regresando esta necesidad de anidarme entre los brazos que inclementes, me hagan de nueva cuenta inmune a mis propios daños, a la mirada sombría del mendigo en su pobreza enraizado, a los monetariamente remunerados elogios del travesti al que nunca hago caso y a mis ganas de recorrer los trazos que nunca completé y que quizás nunca, en tu cadera habré completado.

diciembre 06, 2010

La batalla

¡La metralla, carajo, la metralla!
y a tirarse de bruces al suelo
mientras los demonios me caen del cielo
ardiente, que hundido tras la batalla
sólo recuerda el áspero recelo
de lo que fue, y su palabra calla.

¿Después de luz, a caso habrá consuelo,
o una bala que en las manos estalla
cándidamente, acabando el desvelo
que nos arroja a un tiempo, que se entalla
en nuestro cuerpo sin alas ni vuelos,
muertos por la duda que nos encalla?

diciembre 05, 2010

Sobre la Cámara de Gas

Un poco de napalm no vendría mal
aunado al clima helado y adverso,
ya dentro de los pulmones inmerso,
dando su obscena señal de funeral.

Reviso el cajón de asuntos pasados
sin luz, plena la noche de mil sombras
deshaciendo el amor sobre la alfombra,
las garras y colmillos afilados


han de romperme sin piedad la espalda,
la vida, los sueños y ¡No me importa!
perder esa alegría siempre absorta
que yo, sin quererlo, el alma me escalda.

Fueron febriles los cantos de antaño,
el llanto al amanecer y en lo alto,
las copas en brindis sobre el asfalto
sin conocer siquiera, el desengaño

de las noches sin la Luna irradiando
esa ambrosía, de nocturna hechura,
que tus ojos mascarados perdura
en el negro del hades habitando.

¡Y que importa si he pasado de largo
ante la Muerte y su hoz nacarada,
si es mi suerte la que luce embriagada
y la vida, la mía en vil letargo!

Sé muy bien que mañana, moriré, cruel
y sin remedio, seré de gusanos
malcomido al inicio por las manos,
antes de saber que fueron oropel

embravecido en la cámara de gas,
que vuelve al hombre cuerdo, empedernido
por malsanos vicios; verso abatido
sin tonada afable ni sobrio compás.

Carta a Ninguna Parte III

La ciudad tiene el mar adentrado en las entrañas. Una marejada imperceptible nos ha hecho presa de un aliento literal anclado al prefijo "des": Desaliento. Somos la masa que a diario se mueve por los andenes nocturnos que huelen y hieden a fauces, que nos devoran sin clemencia, al correr inmutable del reloj y de sus horas. No te encuentro hace ya bastante tiempo, por más que mire con vista periférica, no te siento por más que busque a tientas tu cadera. Me cunden las ganas de estrellar mi cabeza contra el metal de la noche endiablada, de perseguir al cometa que un día de abril perdí entre el cielo cuando la inocencia hacia ese mismo cielo escalaba.
Alguna vez muté y mi piel se fue cayendo a pedazos, el pelaje me convirtió en un animal receloso de la noche, encantado con las flores que el hombre ha llamado licores y que me llenan de a poco los riñones y me mantienen con los dioses en contacto. Esos dioses que al cabo ya están guardados en el crujir maldito de las gavetas, clamando por el mismísimo antaño. Y yo, aquí mismo, deseando estar también en una empolvada gaveta aislado del mundo y de sus copiosos desencantos. Pero he tenido la suerte de ser mortal, de no estar expuesto a libaciones y de mantenerme en el plano carnal; estoy demasiado sexuado y por mi mente esta noche de apagadas algarabías, solo encendería mis focos el calor de tu piel a mi tacto, como la primera vez que te toqué, como todos los soles de verano, irradiando el rosa de tus labios.
La noche está desierta, no hay gatos en los contiguos tejados, no hay razón para esperar la aurora y el encanto anisado de pronto se me agota. Busco entre mis manos un verso que te acerque al punto más audaz e implacable donde las horas te coman la boca, e intentes en plena oscuridad buscarme; aquí estoy, repito como vana oración mientras el techo se me empieza a caer sobre la cabeza en finos retazos. Aquí donde siempre, donde te estiro un trago, donde la luz quema los ojos, donde la gravedad no es un punto rojo para mi pantalón y su tiro abultado, donde al clamor de mis versos tiranos un funeral no es del todo triste ni denota un final agrietado.
Pero el furgón avanza, con el rugir de su maquina y sus dolencias, con sus sueños calados, con el peso del equipaje que de nada ya le ha de servir, con sus fríos de invierno, con la mirada perdida en el abismo que todo deja macilento. Ya estamos muy adentro y con la sal metida hasta los huesos. Y ya, ya no te espero.

diciembre 01, 2010

Blasfemia #4

Algunas veces me siento el único imbécil
con la copa en la mano a estas malditas horas
tan propicias para bestias abrazadoras;
trasnochado, solitario, siempre tan estéril.

Ya después te veo ahí, marchitándote ya sin luz
que reclame tu nombre, desnudo, indecente,
tu pregonar olvidado y decadente
es sin remedio el brillo de tu atávica cruz.

Vivo al Despertar

Vivo al despertar una mañana sombría
con la resaca agobiando mis movimientos,
meditanbundo mientras se me filtra el viento
y en lo alto ondea una bandera de anarquía.

Mi falo se erecta atrozmente y palpita
pensando en aquellos prohibidos lupanares,
aquellos ajenos de la suerte, de azares
fieros donde toda Mujer es afrodita

de piel morena y pechos siempre vibrantes,
donde el caribe ha anidado la sacra marea
de la lubricidad, de esa genesis que emplea
la carne y que nunca ha de ser redundante.

Vivo al despertar una mañana sombría,
sediento de tu sombra desnuda en la pared,
hambriento de tus piernas envueltas en la red
de tus medias negras, cual divina ambrosía.

noviembre 29, 2010

La Voz del Gato

Estos pies sin clavos sangran al paso,
sendas sin triunfo, sin ramos de flores,
escaparate cruel sin compradores
de estos mismos pies claros, sin descanso.

El siglo empezado viene cebado,
viene ajeno a dogmas, a pretensiones
valoradas en añejas pasiones;
viene carente, todo ensimismado.

Y sin cicuta yo dulce en la alacena
para mezclar los besos que no he dado,
para enlutar ya del todo el tejado;
¡Muerte mía, tan bella y obscena!

Mi mano si placeres ya, la diestra
es inmune al frío de la navaja,
se ha cansado de recoger migajas,
ha andado muda, triste, viva muestra

de esta Luna por la mitad partida
a vil fuerza de clamores de antaño,
que han de cimbrar los latidos de hogaño
y me dejan la piel enardecida.

Y sin red yo para atajar auroras
cristalinas gotas de audaz rocío
que me despierten de pronto del frío
!Qué soledad la mía tan cruel ahora!

Mis trazos se quedan cortos y tardos,
se empecinan en raídos pasados
disueltos en mares muertos, salados;
que arremeten contra mis ojos pardos,

que sin quererlo sin más envejecen
al compás de mi pecho calcinado,
sediento de manantiales bañados
de climas donde las brisas perecen.

¡Y yo sin sueños que alcancen la gloria,
los tonos dorados que me inculcaron,
que desde chico me dilapidaron
la alegría, la risa y la euforia!

noviembre 26, 2010

Fotografía

Hay un árbol podrido y castaño
plagado de gusanos, carcomido,
sediento, ante la noche enardecido
vomitando pajarillos huraños.

Un columpio arcaico desvencijado,
un charco con colillas de cigarro,
sangre seca, una bota ahogada en barro
ya sin pie, y dos clavos oxidados.

Un abanico que flores mantuvo
entre sus hojas, sorteando los vientos,
un tronco que hace la función de asiento
y la vida que un día gris contuvo.

Decenas de botellas transparentes
ya vacías y por el sol quemadas,
alguna lágrima en piedra tallada,
también, dos pensamientos disidentes

amordazados de forma inclemente;
un talón con dardos envenenados,
el último deseo del condenado
y en el cielo un sol indiferente.

noviembre 21, 2010

Pensándolo Bien

Aunque pensándolo bien, después de haber malandado
por caminos y valles asustando a las palomas,
embriagándome de húmeda tierra y sus aromas,
dilapidando letras, amores desenterrados,

dejando la humareda tras de mis pasos gastados,
cantando canciones, mirando esa vida latente
que de pronto da y de pronto me deja carente
puedo decir que aún ando, sutil y embriagado

de lo mismo y por lo mismo, feliz y jodido
con los años que me pasan en vano, destilando
los vicios, las noches de Luna tan sólo mirando,
suspirando un clamor inhumano y desmedido.

noviembre 18, 2010

Aquí hay Lugar

Aquí hay lugar para un estallido,
para un grito, para una mano helada
empuñando la navaja, del hada
de corazón pérfido y tullido.

Aquí mi espalda erizada te espera,
aquí hay lugar ¡bebamos tristeza!
Y ya después, un tiro en la cabeza;
vayamos al cielo en loca carrera.

Aquí hay lugar para ser lo que se es
a media noche, a plena luz de día
sin reparo ante la bisutería
de la palabra ni su razón de ser.

Aquí hay lugar, calores de infierno,
silencios sepulcrales, mil badajos
sin campanas ahogándose de tajo,
palabras quemándose en frío invierno.

También hay caña y tal vez cebada,
malta, almíbares, empañadas copas
observando la caída de las ropas,
de las propias caras desencajadas.

Aquí hay lugar para el humo denso,
para deshacerse de pretensiones,
de antifaces, de capas y faldones.
Aquí hay lugar, ¡Y es tan inmenso!

que en este sitio dios ya no se para,
ni protesta; no se opone, no indaga.
Aquí hay lugar, purulentas llagas
nimbando los futuros que depara.

Aquí hay lugar, piedras totémicas
para olvidarnos que fuimos humanos,
para mutar las patas por las manos,
para tener una patria endémica.

noviembre 17, 2010

Carta a Ninguna Parte II

Esta debe ser la enésima ocasión que a la luz del ordenador intento esgrimir un par de palabras, unas líneas que pudieran convertirse en algunos versos ó en una metódica prosa, esperando una benigna metamorfosis que les traiga siquiera alas; esas alas que sólo emplean la libertad como propulsión para surcar los cielos y no piden más.
Puedo presumir, aunque dicha presunción no espete conmiseración ni aplauso alguno, hablar siempre con la verdad. Con esa verdad que siempre es mía por más terrible y vana que parezca, esa que ha de ser por el tiempo carcomida, picoteada por los cuervos una vez de haberle sacado los ojos. Esa verdad que una vez dicha, sin mayor reparo se evapora. Hoy no es la excepción de la regla.
Me siento bastante extraño. Miro la noche con sus estrellas brillando, siento el correr del viento, tan fresco y tan nítido alojándose en mis huesos, siento a leguas la mar apoderándose dentro de mi. ¿Y cómo se hace aquello de llorar? ¿Dónde se halla la compuerta que hace las veces de tope contra el agua salina? ¿Cómo se opera tan compleja maquinaria? No lo se, no miento. ¡Hace tanto que el llanto no barre las arrugas de mi rostro! ¡Hace tanto que no encuentro un regazo tibio y encantado que haga de su calor el lugar perfecto para desembocar mi cause! No miento cuando digo, no miento cuando siento, cuando me siento así, cuando el todo duele como si hubiera antes sido sometido a la piedra y al mortero.
Aquí la gente siempre pasa y rara vez se detiene. Todos corren, miran sus relojes y automáticamente apresuran sus pasos. Yo también lo hago y los pies siempre me duelen. Ya no hay tiempo para más; un saludo haciendo alarde de cortesía y en seguida un hasta luego. Son estos tiempos tiranos quizás el mayor mal del hombre. Quizás, por más que así lo requiera no tengo tiempo de llorar.
Ahora mismo veo la hora. ¡Cómo demonios avanza el minutero receloso de la luz y de su científicamente probada velocidad! Pero aquí estoy, con un café que no me impide dormir sutilmente endulzado con licor de anís; aquí, con esta luz artificial que ha cambiado las bombillas por los leds, escuchando una trompeta en un reproductor musical que ha cambiado los discos de vinil por el formato mp3. Todo ha cambiado. Menos yo. Me pregunto entonces ¿Qué demonios hago aquí?
Y en la misma pregunta noto la respuesta. ¡Eureka! Los demonios, sea el primero o el segundo, el siguiente o el último. ¿Cómo es que uno no puede en estos tiempos de tecnologías tan avanzadas, lograr engancharlos al closet de una forma civilizada y moderna, para seguido echarle llave y olvidarlos tras la puerta? Estúpida es la ciencia entonces, con sus androides y sus incontables métodos para potabilizar el agua, con su experimentación en busca de una vida ecológicamente sustentable. ¿Quién a caso sustenta al hombre? ¿Quién a caso se acuerda del orfebre de la palabra, del pintor de la verdad, del que sin remedio siente y siente cada vez más y así escribe como única salida mientras la vida se le va? ¿Qué rama de la medicina se ocuparía del poeta y su demencia, para proceder a hacer legal la droga que le mantenga lúcido y aceptablemente cuerdo sin necesidad de mostrar receta? ¿Por qué suena tan descabellado el hablar de un sindicato dedicado a cuidar del rapsoda de las relaciones y del despotismo que lo hacen presa de sus propias e innatas pasiones?
Mientras tanto se hace tarde y yo empiezo a escribir estas naderías más aprisa. Pienso en el trabajo que me espera mañana, en la resaca que se acrecienta con la luz del alba, en la necesidad de ir a dormir con la mente en blanco, en los años que pasan y pasan mientras de mis labios no se aleja el tabaco. ¡Qué demonios! No será la primera vez que llegué ocultando los ojos detrás de unas oscuras gafas, ni tampoco aunque me pese, la última. Apuro el trago y siento entonces cierta calma.
¡Ay, ésta mala cabeza mía a donde me lleva! ¡Éste corazón que se pudre con la noche y con sus sombras, con su silencio que no ha de hacer más que derroche de sincero patetismo, sin saber hacia que dirección moverse, sin saber si el vicio debe ser llamado antes de serlo cáncer! Sí, un cáncer que incluso ha de ser el más inhumano y terrible, el más abyecto, el más sutilmente encantador, el más letal y el más indigno de ser heredado.
Pobre de mi hijo, que aún no sabe el padre que le ha tocado tener, el alcohólico, el fumador, el que escribe y se maldice, el que con todos los poros siente, el que dice por las noches lo que no puede de día, el que no se atreve a vomitar su propio mal por ser, absurdamente su mayor cualidad. Pobre de él y de sus días que se le van entre aventuras y alegrías, si es que éste legado le llega en calidad de mortal.
Yo no puedo hacer más, eso lo he comprobado. He intentado inmiscuirme en la vida del hombre normal, he intentado dormirme a sus horas, hacerme un nudo ingles en la corbata y respetar ese ciclo tan monótono de sus días. Ese horario de oficina no me va, como tampoco lo de pasar los fines de semana visitando a la familia, aunque a uno cuando se marcha les saquen figuradamente los ojos. A mí me gusta trabajar cuando hay trabajo, los días feriados, los festivos, cuando todo el mundo descansa; a mí me importa un bledo hacer de la Luna llena una parranda aún siendo entre semana.
Pero me he alejado del punto central. Los rodeos como veréis, son la punta de la navaja que ha de presionar mi cuello para salir enmarañados a chocar contra el papel. Te decía pues, que tengo ganas de llorar, aunque ahora inexplicablemente, ya no las tenga.


noviembre 10, 2010

Olvidé

Maldito gato...
*habla
*todo lo que ve de noche
*no se calla *
y no me deja vivir en fantasía
*me cuenta de Sabina
*yo le ofrendo dos frascos de ron
*al flaco que dejo de ser rockero
*para ser un gato...
Rodolfo Sandoval.
Compañero y amigo poeta.
¡Cuánto le debo!





Olvidé un neceser camino al mar
que dos puñados de sal contenía,
el nácar de la Luna, su agonía
y el furor de una vida sin azar.


¡Ah, la humareda entraba a los pulmones
saliendo por las fauces tan agrestes
en espesas bocanadas, so peste
mientras el diablo cantaba canciones!

Y olvidé con él la tibia brisa
surcando mi mejilla tras tu beso
los espasmos, los huecos en los huesos,
y el reloj corriendo a toda prisa.

¡El alma pintada con negro tizne,
como nocturno y boreal arco iris
ensayando el precioso harakiri,
entre miles de ennegrecidos cisnes!

La olvidé también, la cálida hoguera
que encendida, atiza lacios clamores
del pecho, con tintes inquisidores,
quemando sangre, en la tierra sin guerra.

¡Cuantas banderas habrán abdicado
tras mirar su recio mástil en llamas,
tras el fuego consumiendo sus ramas,
sangrando, el frío metal calcinado!

Ya después me olvidé de mi recato,
de mis ojos, de mis lágrimas de sal
bajo mis pasos, de mi frío glacial,
me quité la piel y nació el gato.

Cada noche, gato, tu aquí, conmigo
saliendo en tinta negra, sobre la hoja
trayendo hasta mi necias paradojas,
¡Y yo aquí, sin olvidarte, contigo!

noviembre 07, 2010

A la Distancia

A la distancia, siempre a la distancia.
Reumática el alma, los intestinos
desembocando en el mismo camino,
con la misma mierda; alejada infancia

que ahora como perro su furia gruñe,
con la viva locura atada al cuello,
con su blanco y su negro, ¡Qué sello
el de sus ojos sin mayor acuse!

Y ladra a la Luna y al sol diurno,
a los muertos, a los vivos, a todos,
al demonio, al dios, a la huella en el lodo,
a la inercia ya después, taciturno.

Y corre ya el tren de las once treinta
a la distancia, a la misma, lo mira
lo huele, su aliento oxidado respira
y se le llena el hocico de ausencia

que no es blanca ni negra, tampoco azul
rompiendo en noche, ni plata de estrella
recatada de esa luz de doncella;
lejana la ausencia vestida de tul.

noviembre 05, 2010

Tengo Sueño

Tengo sueño.
¿Ó, tengo sueños?
¿Ó, te tengo a ti, en mis sueños?
¿Ó, lo que tengo son ensueños de tus sueños?
¡Qué va!
Si sólo tengo sueño.
¿Ó, tengo un solitario sueño?
¿Ó, sólo, sin tener nada, en soledad sueño?
¿Ó, solitariamente te sueño en tus ensueños?
!Como quiera que sea!
Tengo sueño.

noviembre 03, 2010

Sincera Carta Lacónica II

No pretendo al cerrar los ojos, con la cabeza sobre la almohada soñar. No, mis sueños viven mientras el sol en lo alto reverdece las flores que al parecer, han sido aroma de antaño. Yo vivo sobrevivo entre algodonadas nubes que dan descanso a mis pies, entre el sopor que solo puede ser resultante de la ebriedad del ron, de un beso que entre lencería de oscuro encaje, logré quitar la plusvalía que el hombre contemporáneo ha logrado darle a ese mal llamado razón, que aunque nadie, en realidad la tiene, ha venido a ser ese utópico pan que aparentemente puede acrecentar en la misma proporción los peces. Un beso, dime tú ¿Quién no lo tiene?
Tenemos los labios, articulados que una veces dicen y otras veces callan, que algunas veces sugieren y otras relatan ó preguntan, sea al atardecer ó sea en su mayor momento al alba; y sin embargo, cuando más conveniente debería ser, la palabra no los dilata. Cuestión de enfoques podría ser, y aunque tampoco me cierro, un susurro escapado de ellos, a media noche, con las luces bajas no me haría mal si lograrán parir lo que escuchar en realidad quiero. Pero ¿Qué te ha de importar, a ti, con tus ideas tan alejadas de las mías, con tus propias preocupaciones características de la vida? Pero los tienes, dos pares de ellos y eso, a estas horas, a mi me pesa.
Lo grillos, que han venido a mi rescate, me cantan sus sonatas. Me invitan a permanecer insomne hasta la ya tan próxima mañana. Me invitan y me incitan y tu no dices nada. Y no es que pretenda tampoco, sentirte toda mía a plena luz ni enajenada, ni meditabunda como yo por la caña embriagada; tal vez sea solo cosa de los días que transcurren, así, sin que uno lo quiera, sin someterse siquiera un segundo al sentimiento que estanca, sin la ofuscación de las letras, sin esperar el mismo mañana. Por que mi vicio principal consiste en vivir un rato, sobrevivir al rayo de sol y después revivir enfrascado en tabaco y alcohol: No es lo mejor, bien lo se. Pero ¿Cómo demonios sobrevivir ante dicho horror?
Lo ves, no hay siquiera respuesta. Tus labios sin más, teniendo yo el corazón en la mano se cierran y el silencio nos hace presa; y ya después de todo se apodera.

Sincera Carta Lacónica I

Debería decirte que me muero por dentro, que mis bolsillos están hambrientos y que esta facha de hombre de bien, me está dejando el corazón en los huesos. Pero sabes bien, que no lo haré.
Sigue feliz, sigue contenta, que no pasa nada, que yo seguiré siendo el loco con el alma infecta.

Noviembre 02

No veo en la mesa el ardiente tabaco
ni huele a copal el ambiente, trágico
como las letras que me dan trabajo
de vida y de Muerte, caos mágico
entre flores moradas, amarillas
recién cortadas, benditas, extintas
como las almas al ver la bombilla
encendida, un tintero ya sin tinta,
un muerto sin querer resucitado
que viene con sed de los pasos dados,
con hambre de sentirse recordado,
tal como fue, con el pecho abultado.
Pero no veo nada de eso en la mesa,
las velas de a poco se han apagado
sin traer consigo ninguna sorpresa
sin panteones ni ceniza, olvidado.

noviembre 01, 2010

Hoy (Fragmento #5)

Hoy hubiera preferido dormir
pero ya es demasiado tarde,
las sombras silentes me envuelven,
la métrica no me acompaña
y las rimas no me obedecen.
El trago en la mano no da razón
de vida, ni a caso de Muerte.
El vicio no se me vuelve virtud
y las letras se vuelven al hormigón...

octubre 31, 2010

Sin mas Explicaciones

No se que tanto pretendo explicar. Las explicaciones no me van ni me vienen, en realidad, serían solo un firme y arraigado formalismo dentro de la filosofía del perdedor; y yo soy uno de ellos, bien que me queda claro. Tan claro que no hago más, que sentarme en esta silla tratando de darle esa estética a la vida (a mi vida) que los dioses, jamas pudieron darme con su gracia divina. No me apura, no del todo. Por que también con eso se nace, siendo a final de cuentas una especie de mundano don, como a su vez, con la facultad irremisible de ser un ganador. Por que es una facultad, por más escepticismo que guarde en el cajón destinado clandestinamente a los dogmas y a paganos credos, a la ideología en mi persona tan característica. Digamos pues, que soy un pelanás con diversos y muy entrañables beneficios.
La otra noche fui a ver a la gente bailar. Y ahí me tienes, con la mirada fija en la pista de luces multicolores, en el último y más sombrío lugar. Esa esquina que me brindaba la protección de la lejanía, del bullicio, de los pasos y las vueltas y de todo aquél enmarcado compás. Y ahora pienso: "La gente baila para olvidarse un poco de lo que es, de lo que fue y de lo que sin remedio será. Disfruta de los acordes, de los acordes, de las tonadas, de sentir un cuerpo tibio y dispuesto a la par, en el mismo canal, en el mismo camino a pesar de que sea, sin remedio también cíclico". Yo escribo para arraigar en la columna este eterno mal, para sentir esa carne adormecida por la caña vivaz y empedernida, por reencontrarme con aquel grumete en extraño navío embarcado despierto, con los sueños de antaño palpitando en el corazón que a pesar de tan malos tratos, sigue navegando. Por eso mismo, después del trabajo diario, después de librarme del aspecto humano, vuelvo aquí, a suspirar mientras el humo del tabaco de las fauces se me va escapando. Pero basta, no es mi intención explicar más.
El punto es que fui a ver a la gente bailar, y bebí un trago y otro más y siendo sincero pensaba: ¡Cuánta chica linda se ha concentrado en este lugar! Y al hablar de chicas me refiero al género, no a la edad, con sus pies siempre atinados y sus faldas (en el mejor de los casos), revoloteando sin parar. La gente es extraña. Y sonaba una trompeta por los altavoces y la prisa les corría por las piernas a las féminas. ¿Habrá a caso regla mayor que el hombre a la perfección acate, como la de un par de piernas en el punto exacto donde se unen a las caderas? Creo que no. Así. Una respuesta tajantemente lacónica. Mientras yo, ahí, con el vaso en la mano, ordenando un trago, a todos lados mirando, un tanto divertido, un tanto ensimismado, un tanto enajenado, pensando en la mejor y más natural respuesta si al cabo una dama me brindara su mano para ese trance de bailar. "Soy homosexual", pensé contestar. Pero no lo soy, y si así lo fuera, también me encantaría bailar. Y yo no he llegado al punto en que pueda olvidarme de lo que fui, de lo que soy y de lo que seré. No, no pudo pretender tal cosa, aún me falta tiempo para comprender que el alma, para ser intocable necesita no reprender los anhelos y quizás, hasta cierto punto, que los psicólogos le encuentren un blindaje de titanio.
Yo no bailo, y si lo hiciera, ya estaría en cualquier espectáculo circense hospedado en la ciudad, de esta ciudad que con alevosía presume tener gente viva, aunque la supuesta vida, no se trate más de una maña, de un atraco, de un artificio infernal que la mantiene siempre, a todas horas vigía. Aquí el que no roba, es por consiguiente robado. Si quieres perder algo, esta es la capital del desamparo. Es un buen sitio para perder la fe, el pudor y después caminar sin desparpajo, sin rencores, sin aparentes remordimientos, dejando todo de lado. Aquí yo he perdido el pudor, la fe, el escaso honor, una que otra Musa escandalizada ante tanto horror y las ganas, al saber el preciso procedimiento requerido para ser un ganador. Por eso me refugié en la esquina más solitaria, apartado de las luces, haciendo alarde de la cobardía esquiva de una mano tendida, invitándome a bailar.
Es por eso y no miento, que me divierto con las luces, cuando pienso que la gente extraña tendrá siempre un destino mucho menos siniestro, cuando entre el vestido de una Dama arde la bengala que cura de la sal el desierto.
Y yo no bailo. Si más prefiero las sombras, las estúpidas explicaciones, las prosas y los versos, la ciudad enmarañada en solitarios ecos, en lamentos, enfrascada en la tinta y el papel que me hacen la vida, siempre fiel, sin ritmos concisos a seguir, sin clave de sol ni pies torpes a pesar de los tormentos.

octubre 28, 2010

¿Y al Final Qué?

No es que sea mía, totalmente mía
a veces, que sea real al cabo dudo.
Ahí, cuando radiante el filo, agudo
y brillante de la navaja, ¡Cría

de vendavales y fríos demonios!
arremete contra el propio sentido,
lo adormece, para vernos perdidos
para probar el sabor del amonio.


¿Y al final qué, si estamos tan sólos
sin importar a quién le pertenezca?
llegó la soledad, sin que amanezca
sin risas, ni rastro alguno de dolo


y se ha posado a nuestro lado, altiva,
una vez los niños dormidos, ellos
que son lo que otrora fuimos, deriva
de tempestades, pero todos bellos.


Duermen en silencio, ángeles perfectos
mientras, nuestros ojos en par abiertos
tratando de hallar en el techo espectros,
que nos regresen a anteriores puertos.


¿Y al final qué, si sólos estamos
entre las sombras y entre las luces,
bebiendo un trago, fumando tabaco
y después a la cama, a caer de bruces?


No es tuya, tampoco, ¡Cosa de locos!
el trasnochar metido en peroratas,
compartir la cruel soledad de a poco
que en la mirada siempre se delata.

Gracias Alicee (aunque me cueste trabajo decirte así).
Por todo, en verdad.

octubre 27, 2010

Me Basta

Hoy jugaré a ser el de las manos mudas
y la respiración entrecortada,
esa bella imagen me sobra
ahí, sublime, estancada
sin darme nada.
Me basta.

octubre 21, 2010

Apología de la Locura (Auto-Relato #6)

Constantemente salgo a la escalera a fumarme la vida, a cerrar los ojos buscando encontrar ese propio reflejo, que sea mío y que venga de adentro; ya después miro al cielo. Ese cielo que todo tiene de traidor y mezquino y que no me da para más, mirarlo ensimismado, mientras las aves nocturnas las entrañas le van surcando. Hace mucho que ahí me planto, en el tercer peldaño, un trago en la mano con la escasa luz que hace mi sombra más larga y mis hombros más enjutos. Luz de día artificial aquella que me brinda la bombilla, cuando la oscuridad se hace presente y las calderas en silencio arden cocinando brevajes que yo mismo no bebería, ni llevando sin gota de agua una semana en el desierto. Aquí pues, ahora me siento, me acomodo entre las manos la lumbre del infierno y comienzo.
Viene un aire soplando un aliento agradable, se cuela por entre las mangas de la camisa, que ya a estás horas lucen ennegrecidas, me trepa por el cuello, me inunda la cabeza y después convertida en brisa, me sofoca. Es el ulular de la Luna; es su eterna costumbre, que ha de hacer que levante la mirada para contemplarla, para hacer entre el vuelco de palabras que mis manos sangran una súbita pausa. Y me dice cosas al oído y algunas veces me canta con su divina gracia y ¡Heme ahí, como completo pelmazo su voz escuchando! Su voz es la más dulce de todas, la más sublime, la que ha ido recolectando a lo largo del tiempo ese tono angelical. Me dice: "Gato, ya es hora", por que no ha de hablarme por mi nombre, quizás ni siquiera lo sepa ó simplemente no le importe. ¿Hora de qué? Le pregunto y calla. Y su boca se vuelve una fúnebre gruta, de techo cavernoso que cuando llena, una gota emana, siempre constante, siempre una gota de caña, de delirio inclemente, una gota que en el paladar juega, lo calienta y aún después saberse embargado por esa soledad reflejada, a uno lo alienta a seguir anclado a la nada. "Esa voz, Mujer, esa voz, que no es la tuya y que imita tu tono cuando el despertador ha de hacer mella en el propio despertar de los demonios. Esa voz, que es la misma de siempre". ¡Esa maldita voz!
El cenicero se ha plagado de ceniza, de flores marchitas y de una decena de colillas. Me distrae el rugido de un carro desde lejos y que ahora viene pasando, vuelvo a las palabras, me revuelvo en señal de cansancio los cabellos y entre las nubes la imagen del cielo poco a poco fue desapareciendo. "Dichoso que soy" me digo, y vuelvo al vaso para darle un sorbo. "Dichoso, cuando en mi cabeza sólo logro escuchar el breve palpitar de mis sienes, la sangre fluyendo sin saber de que dirección viene, ó a dónde demonios va, o tan solo ahí acumulada descansando de tanto manar" Y soy yo otra vez, la tinta negra se empeña a sacar a relucir un par de versos que al cabo de un rato desestimo, por encontrarlos demasiado masticados. Hago un par de garabatos y los examino brevemente, en busca de una forma que se torne amigable... ¡Nada! Y regreso a los mismos versos, los leo, los mido y el veredicto ha de ser el mismo. ¿Cuántos cestos de basura habré de llenar sin siquiera importarme el ecocidio que en una sola noche soy capaz de perpetrar? ¿Cuántas pasiones andarán por ahí, vagando mutiladas, con una pierna de palo, sin un brazo, sin la esperanza ya de regresar a mis trazos? Tampoco mucho me importa.
"Ya es hora, Gato". Vuelve a decir.

¡Maldita sea! ¿Hora de qué? Sus labios ya se han cerrado aunque los sigo mirando a través del marco de la hoja de papel, que como extraña maldición nunca la pluma ha de tocar y parece ser, que es lo único que al pasar de los años, se conserva blanco. Los ojos cierro en afán de alejarme precipitadamente del ensueño, sin a caso por un segundo conseguirlo. ¡Lo juro, Mujer, que es la Luna y sus encantos, sus magníficos atributos que no necesitan de piernas ni ese punto sublime donde se cierran! ¡Es su lasciva invitación al más profundo beso sin llegar a rozar jamás sus labios! Y empuño con el alma el arma que muy a mi pesar, me han dado las propias noches que me congelan aún en pleno verano; la empuño y tiembla por que al igual que yo es cobarde y escupe su tinta que nunca será letal ni indeleble.
Ya es hora, Gato. No lo ha dicho, lo leo ahora en sus ojos.
"Son sus ojos, Mujer, que me hechizan al no saber si es precisamente a mi a quien están viendo ó sólo son un escudo que desde su plata brilla para mostrar un espejismo que hace que el caos tenga sentido, que la marea solo termine por subirme hasta la cintura y me deje las manos, éstas, de alguna manera libre para existir". Apuro entonces mi trago y lo siento como baja, quemando lento, articulando el pensamiento, desatando nudos que se entrelazan sin puntas aparentes chamuscadas de inclemente infierno; apuro a la ebriedad que se asoma por el iris, por la cornea y desemboca en el cristalino. Ya entonces, mientras fumo respiro por un instante que no ha de darme mayo prórroga.
"Ya es hora, Gato, ya es hora. Ya es hora, Gato , ya es hora. Ya es hora Gato, ya es hora... "
Y es el eco el que hace que resuene con mayor brío un tormento con sabor a sal, que surca las mejillas corriendo hacia abajo, hasta llegar a la boca para ahí arraigarse y hacer dentro sí su propio Erebo, que no mana ni fluye y sin embargo en el propio andar tanto influye, como el ave que perdida en la mar no ha de encontrar jamás descanso en ningún puerto. Es un cigarrillo entre los dedos encendido, sin la fuerza necesaria para poder quemarse por completo, para expirar y entre humos densos, entre matorrales de alquitrán que solo espinan y no dan para más. "Es el eco, Mujer, el que me encadena sin remedio al tercer peldaño, el que termina por hacerme el loco que bebe de la caña para sentirse en harapos mientras fuma tabaco y piensa que quizás mañana, todo será un sueño extraño".
Ya es hora, Gato. Y se cubre entre nocturnos estratos.
Lo se. Debo saltar y tratar de aferrarme a su manto de nácar, a su paso y a su rastro, a su estela que inveteradamente va dejando. "Debo saltar, Mujer, debo hacerlo, para después caer de pie y al pie de la escalera, para después recobrar mi lugar y volverlo a intentar, que tal vez el día menos pensado sea yo, quien seguido del amor la logre eclipsar y sea ella, quien me intente por un instante enajenar mostrándome en torrente sus letras, esquivando el capote de la Muerte ó tan sólo ahí meditando, si ha de ser justa e inevitable su propia suerte".

"Ya es hora, Gato, ya es hora". Y prosigue: "Ya es hora de dejar de soñar..."

octubre 18, 2010

Carta a Ninguna Parte

Bien, sólo intento ser claro cuando acepto tu silencio como la forma más sutil de enfado. Yo en cambio, a veces río muy para mí, para mis propios adentros que constantemente se calcinan, como una forma, no tanto sarcástica, sino sardónica, esa es la palabra. No busco la manera de comprender nada, no es esa mi madera, para nada es esa; me gusta a medias tintas entender que la propia vida no tiene más remedio que la incomprensión por sí misma, en toda su extensión ni mucho menos, en cada peculiaridad que ha de enmarcar al individuo; la vida es una ambigüedad por su propia naturaleza mundana.
He de morir un buen día, lo sabes, lo sé, todo el mundo lo sabe pero cierran los ojos y aprietan en automático el culo cuando oyen la palabra "Muerte", la suya, la propia, la de los que quieren. El punto es neutral, la Muerte no necesita de comprensiones ni entendimientos, por vagos que se tengan, no, no es necesario nada de eso tampoco, lo sabemos y con eso basta para vivir e inundarse de todo aquello que a uno le hace feliz. Bebo, fumo, trasnocho, escribo de una manera honesta toda esta palabrería que es en buena medida una rotunda porquería, sufro, me desvivo llego al punto más alto de la melancolía y me reflejo en otros ojos que a su vez, han dejado de ser mundanos si en los míos han encontrado esa fibra que desemboca en un sentimiento paralelo, único, irrepetible y ciertamente efímero. Es una extraña parábola que al tocar el infierno de inmediato en el papel se contrapone, y solo así llega al cielo; así soy feliz, por un momento que al final del día se apila en el más oscuro rincón del alma en espera, de hacer con ellos un muro que después de no mucho tiempo, pudiera parecer eterno.

Bien sabes, también que soy un tipo extraño que no habla mucho cuando más requiere hacerlo, que la incertidumbre me da la satisfacción de no saber que hacer, que improviso mi vida, mis decisiones, y que también, si es que sigo los mismos patrones, improvisaré algún día el final de la misma. No te preocupes, no será pronto, aún me faltan algunas cosas por hacer, están bien resguardadas en el baúl de los pendientes. Pero me he alejado y entonces regreso. Te decía que no soy aquel que por pequeños lapsos tiene que lidiar con su "álter ego" (todos lo tenemos, por alguna razón, aunque en muchos casos no haya sido descubierto), yo soy con quien mi otro yo, por más estúpido que parezca, ha de lidiar todo el tiempo, por que en la balanza presenta mayor peso. Pero no creas que con ello, con esta carta plagada de incongruentes y empíricos argumentos, pretendo siquiera hacerme el interesante; intelectualmente bien podría equipararme con cualquier clase de tubérculo que jamás ha sido cosechado, estoy en un húmedo hoyo con la tierra cayendo hasta mis hombros como un sombrío vegetal, que sin embargo dice lo poco que sabe por que así lo siente, no por que en realidad lo comprende.

Es la vida, que me ha hecho desde que fui por sus fauces vomitado, viejo, sentimental y huraño, con una cierta predilección a traer el corazón en los mismos huesos, pese al frío de la noche y al riesgo que conlleva empuñar sobre el papel la pluma, a andar con la carne desencajada. Y no es excusa, bien lo sé, pero uno no elije esto, como tampoco los vicios han de darle a uno la opción de escojerlos, ellos son los que vienen y ya después deciden si con nosotros han de quedarse por siempre o alguna noche de Luna harán sus maletas y con el alba partirán lejos. Como quiera que sea, no tienes que intentar comprenderlo, solo quería que supieras lo que te habría dicho, cuando dije sin temores que de todas formas habría de morir, y no hubiera reinado entonces en tus labios el silencio, aunque creo que al final de cuentas, esta misiva, no, no te la daré; puedes pensar lo que quieras...

octubre 17, 2010

Siendo Sincero

Siendo sincero: un trago necesito,
un pañuelo que sea de terso algodón,
para que me arranque un llanto fortuito
una vez estancado en el paredón;

un alfiler que no duela al penetrar
la fibra que sangra cuando mundana;
un destello boreal en lontananza
en mi negra ventana queriendo entrar,

a las jambas aferrándose, al dintel,
camuflándose en las hojas del cristal
con el firme deseo de hacerlas ceder
y así, fundirse en un verso amoral.

Siendo sincero: necesito ocultar
mi cabeza bajo la húmeda tierra,
quitarme el rostro, buscar esa guerra
pendiente y resurgir de entre la mar

y su blanquísima espuma impoluta,
mi mejilla rozando, resbalando
y jugueteando entre humeantes volutas
de tabaco, en mi pecho ronroneando;

redescubrir de un golpe esa brisa
que cuando joven, a uno le acaricia
sin pretensiones ni a caso malicia,
sin temor a la calma ni a la prisa.

Siendo sincero: me encuentro jodido
desde el corazón hasta los bolsillos,
desde mi diestro trazo entumecido
hasta mi Luna sin magia ni brillo,

con el alma martajada, sin brío
con miles de flechas en los talones
punzando, doliendo en vil calosfrío,
quemando muy dentro sus aguijones;

con la camisa de fuera, arrugada
sucia por los días y desgarbada,
con el aroma del que todo pierde
impregnado, a eso precisamente huele.

Siendo sincero: estoy ya casi muerto,
esperando de pie la sutil maldad
de esa ebriedad que me lleva al acierto,
al campo funesto llamado verdad

donde las aves los aires no vuelan,
donde las Musas siempre se revuelcan
con el mejor y disponible postor,
sin importar que sea un completo impostor

sujeto a maneras "civilizadas",
a esa enajenación vuelta locura,
de palabras vagas entrelazadas,
que al final del día, serán basura...

octubre 14, 2010

25

Nueve mil ciento treinta y un días
con sus mismas noches, he de suponer
mientras yo, a mitad de esta travesía;
quizás menos, quizás más, no he de saber.

El punto es que tan rápido se me va,
se me ha ido entre las manos, ese tiempo
ante súplicas tirano, tan voraz;
barricas añejando sentimientos

y uno aquí el néctar esperando,
con la lengua escaldada y de fuera
con el paso de los años, jadeando,
sintiendo bajo el rostro su carrera

y la dulzura del licor no llega,
no, no del todo, solo a cuentagotas
nimbando al paladar que se relega,
ante la sangre y la boca rota.

¿Qué debo festejar, Mujer? ¿La vida,
lo vivido, este año que ya he perdido,
estas letras por demás abatidas,
la muerte que de a poco me ha bebido?

¡No! Me tumbaré todo el día en cama
sin pretensión alguna de retozar,
a navaja quitaré las escamas
para un nuevo sueño a mi edad encontrar...

octubre 12, 2010

Cavilaciones (Parte III)

En noches como esta, me da por beber
por darle al alma un poco de libertad,
aletargar la razón, enmudecer,
abrirle el paso de tajo a la verdad.

El corazón sabe lo desconocido,
lo intuye, desde lejos reconoce
la huella no dada, ese pie empedernido
que gusta del infierno, de su roce.

Bebo pues, escribo y vuelvo a beber
y siento entrar la fría marejada,
la espuma trae tardío el amanecer
entre letras y perlas nacaradas.

No es mi deber, y sin embargo lo hago
desde aquí, desde el mismo aciago lugar;
el mismo vaso, con el mismo trago,
con el vicio mareado de tanto andar.

octubre 06, 2010

Esta Noche

Esta noche por las brujas templada
acumula el crujir de las paredes,
de los muebles, de fotos olvidadas,
de alguna araña tejiendo sus redes.

Esta noche, su adelantado frío,
la carencia de pélvica actividad,
esas dolencias impropias de mi edad,
ese vil vacío, ¡Siempre tan mío!

Como la más divina noche oscura,
como las tórridas brasas quemando
esa flor del tabaco, aniquilando
cualquier forma astral, la buena cordura,

los deseos de esa cálida humedad,
las aves nocturnas volando juntas
abarcando con sus alas en punta,
esa utopìa llamada libertad.

Esta noche por demonios labrada
me invita una bebida anisada,
a mirar el dolor por la ventana
entre el silencio convertido en nada.

Esta noche, con su vicio despierto,
no hace más, que sin razón elucubrar
la más cruel necesidad del sediento,
de un oasis en plena crisis encontrar.

octubre 05, 2010

A una Mujer Extraña

Te delata la forma en que caminas
el ritmo de tus pechos, tu cadera
tu sentimiento cuando arremolina
la soledad, mientras tu a la espera
sin conocer, has de pisar las ruinas
y sus astillas quebraran la esfera
del viento amordazado entre tu carne,
romperán en suspiros tus anhelos
mientras el frío te mata los huesos
y ya después en manantial la sangre.

octubre 02, 2010

Soy Feliz

Soy feliz, como el gusano que muere
aplastado por vuestra zurda bota
y que no sufre ni al expirar hiede,
solo aroma que junto al viento trota

y que después se detiene a contemplar
algún prado verde, sus flores del mal,
su Muerte enraizada, queriendo volar
ante el ánima de cualquier animal.

Efímera es la vida, felizmente
evocada a los tiempos que sonríen
ahí, solitarios perennemente
resguardados mientras la piel se fríe,

chamuscada por relojes insanos
que a todo el mundo rigen, lacerando
las horas, los pensamientos malsanos,
los pesares en el alma acuñando.

Soy feliz, sin saber que así transcribo
buscando en el pecho ese dolo alegre
(dependiente razón por la que escribo),
esa simiente, ese placer agreste.

septiembre 28, 2010

Lo Que Duele

Lo que duele es esta ausencia de ruido
el rugir a lo lejos de los coches,
la maldición de saberse perdido
en medio de la calma de la noche.

Ya te partirás en dos la cabeza
y sin más te romperás una pierna,
te embargará sin razón la tristeza
una vez salida de su caverna.

La piel se curtirá, llena de cortes
un ojo se te tornará morado,
el dedo perderás en tus recortes
y las tijeras te dirán: "cuidado".

Lo que duele es estar aquí sentado
a oscuras, mientras todo el mundo duerme
con la conciencia de aquello que duele,
cuando noto en tu mirar que has llorado.

septiembre 27, 2010

Cavilaciones (Parte II)

Generación, degeneración, regeneración
¿Es así como habrá esta, la vida de funcionar?
darle al clavo sin ninguna artera especulación
es una forma atroz de regar las flores del mal
o una forma demencial de notable disfunción
del ser que no logra ser; a caso obtuso animal.

Animal longevo el que siempre nos lleva a cuestas
que se convierte en demonio dador de las letras,
un dios sin canonizar; a vuestra ala recuesta
su liquido vil, echado a través de la uretra
vigía de la noche, sin temor a la apuesta
de dormir sin tranca, con la puerta bien abierta.

Yo no he de pretender nada, de ahí mi problema
con el tabaco, con la pluma, con la bebida
que muy a menudo me provoca, horrible edema,
escozor en el cuerpo, la mirada abstraída,
el corazón anhelando, una ardiente anatema
sumida entre vicio y virtud, eterna apología.

Bien sé que debo un poco, al cabo, siquiera dormir
entretejer mis sueños y dedicarme a existir,
quitarme de complejos y aún de pie resistir
el embate bravio de las olas aperladas
que abastecen mi sed sombría, nula morada
entre lo incesante, entre la frialdad del devenir.

septiembre 23, 2010

Apología de la Locura (Relato #5)

¿Y entonces que ha pasado? ¡Que no ha pasado nada! Señor, creo que has notado desde lo alto la bondadosa generosidad de la limosna que cada día domingo, de mi bolsillo y de manera voluntaria a tu casa he dado, que cada anochecer antes de dormir ante ti me hinco y sin más te lleno de calladas oraciones y ruegos. Y no ha pasado nada. La otra noche maté un perro a ladrillazos, ese mismo animal que gustaba de gruñir a mi paso, con su horrible hocico ensalivado y maloliente. Y sin más, sin demasiado trabajo le he matado; sólo dos proyectiles, directos y certeros y su cabeza reventó como globo dejando una mancha oscura en el pavimento. No he de mentirte (¡No! jamás te haría eso a ti), la sonrisa inundo de golpe mis labios para salir de la escena sereno y una canción tarareando. ¿Entiendes lo que digo?
He visto muchas veces al párroco alzando la copa en la mano, ese vino de consagrar, lo he visto beber cada gota y después continuar con el sermón para terminar la misa. Me digo entonces: "Esto debe funcionar así, el trago en la mano bien podría ser un estandarte para sopesar con su calor ese frío que viene desde adentro y corta la felicidad de tajo, bien podría ser que su efecto somnífero tan solo ayude al hombre a no sentirse tan inhumano". No es justificación siquiera para decirte que cada noche bebo un poco, un mucho cuando se me viene encima el aguacero. Pero, si tu nos has creado, a tu perfecta imagen, a tu impoluta semejanza ¿Qué hago yo, para no encontrar la verdad y la redención tan ansiada, tan buscada entre las cuentas del rosario y que tan miserable ha de parecerme, dados dichos argumentos, esa inmaculada divinidad se ve reflejada en el propio espejo? ¿Será que tú también has de tener defectos, y que la semejanza que me has brindado está basada en ellos? Señor, en verdad no lo se...
Pero tu sí sabes bien, que el hospital con los recursos que anualmente aporto se mantiene operando y brindando bienestar; has de saber del asilo, del alimento que cada lunes les proveo a los ancianos para mitigar un poco su hambre y su estadía, para mitigar un poco sus años cansados y sus preocupaciones. La chica de la esquina, aquella muchachilla que sus besos vende siempre me lo agradece. Ella también lo sabe y yo se que sus caricias paraconmigo son sinceras y que el pago por sus servicios han de hacernos al terminar el día (el mío, por que el suyo, a esas horas apenas comienza), sentir una satisfacción más cálida, por encontrarla mutua. ¿A caso he obrado mal? No es María Magdalena, no es una puta cualquiera, es una puta que a ti se encomienda para que después del trance coital, nada le pueda ocurrir, para que nada se torne mal. Algunas veces, ella se sienta en la banca más alejada del parque, se baja un par de cuartas la falda, cierra los ojos entre lágrimas e intenta rezar. Claro está que sus plegarias son un tanto improvisadas, que te llama "diosito", y que el sistema de cuentas entre sus manos jamás del todo entenderá, pero es una buena muchacha. ¿A caso, ella también obra mal, si entre sus piernas se suele muy a menudo encontrar un paraíso carnal que podría instruirnos para el día en que finalmente conozcamos aquel llamado celestial?
¡Ay, Señor, vaya encrucijada me has dejado en esta tierra donde nunca pasa nada, donde nadie ha de notar a este siervo tuyo, que solo procura bienestar! Pero ¡basta! Es la hora de irse a acostar y a ti mi alma encomiendo, a ti Señor, que eres siempre tan justo y conmigo tan bueno, que me has brindado sensatez y bondad en mi pensar, en mi sentir y en mi actuar, para con los míos, que a final de cuentas son nuestros y que cada amanecer me alejas de todo mal.
Amén, que esta noche ya nada he de preguntar...

septiembre 21, 2010

Sucede que me encuentro

Sucede que me encuentro triste,
terriblemente triste, viejo
de las ganas al debatirse
entre auroras, entre reflejos
de luz de día prodigados
de vientos secos, lacerados
por el tiempo. Granos de arena,
dorada, ardiente y serena.

¡Viejo yo, con mi escasa verdad
trasnochando tras de la puerta
como queriendo de lleno entrar
con su cuerpo frío, ya Muerta!

Muerta de vejez, contenida
en sus invernales harapos,
con su cara descolorida
con sus formas óseas de trapo.

¡Triste yo, con las manos claras
y franco el corazón menguando,
entre la Luna que depara
una brasa tibia apagando

ese dulce candor del fuego,
del de otrora, entre la estrella
que no necesita de ruegos,
por saberse del todo bella.

Sucede que me encuentro triste,
terriblemente triste, viejo
con esta juventud, terrible
necesidad de un catalejo
descubriendo mejores tierras,
sin demonios acechándolas,
sin esa calma de posguerra,
sin el vicio poseyéndolas.

Comprendo

Ahora comprendo que me faltan demasiados años, demasiadas vidas para aprender, que el conocimiento adquirido siempre será inexacto y que esta afición por ver la Luna caer me traerá más arrugas y la pronta necesidad de perecer.
Busco las maneras más propias, las más decentes, el ángulo más sofisticado para encontrar el resquicio adecuado en el escote más cerrado, un par de tacones que a su paso me recuerden el tiempo y su cualidad de todo corromper, y sin embargo no le encuentro lógica alguna al reloj ni a sus números arábigos. Todo, lo se, es cultura y también se que cada herida en el alma requiere sutura. No es como pensar en la sangre que una vez del cuerpo salida se extingue, no es como la cuna del niño que nunca un sueño reprime. Es la vida tan manchada de Muerte que a su vez suele ser cristalina, como el amor cuando uno no sabe de él ni tiene siquiera, una idea preconcebida. ¡No! Nada de esto a la luz de la bombilla suele ser verdad, mi sonrisa aunque efímera, mitiga el hambre mejor que el pan, una idea decadentista plasmada sobre la delgada lámina que algún día un árbol fue, me provoca esa chispa divina que a menudo se sujeta con todas sus fuerzas a la nada. La soledad siempre me acompaña, bebe conmigo y evita que me sienta sólo, la sobriedad la reservo para los días en que necesito de mundana grandeza, de movimientos ágiles y de todo mi decoro. Por eso busco entre espesos pastizales llenos de olvido, en medio de la citadina metralla y su estallido...por que así, muy a mi pesar, me siento vivo.
Comprendo también, que la virtud en su ausencia no hace más, que dejarme ser...

septiembre 19, 2010

Escribamos, pues

La vida es cruel
y sin embargo nos aferramos,
la poesía no da de comer
y ¡Oh, animales, Hermanos,
aquí sujetos estamos!

¡Aquí, con las rimas versadas,
con las palpitantes prosas!
Nuestras, sí, al cabo,
¿Y después qué?
¿Qué se hace con ellas?
¿Esconderlas bajo el rabo,
hornearlas en un pastel,
arrojarlas a las estrellas...?

¡Escribamos, pues,
y hagamos temporal
nuestra inmortalidad,
las facturas vendrán después
que ya comeremos carne,
beberemos el mejor de los vinos
y quemaremos tabaco también!

¡Escribamos pues,
empuñemos el corazón
ahora que podemos,
ahora que tanta falta
nos hace la razón,
quitémosle al alma el albornoz,
y que nuestros hijos
se alimenten de gusanos,
de esos sueños podridos
que ahora flotan desfallecidos
entre el mar intempestivo,
dentro, frío, inveterado.

Pero escribamos,
escribamos pues,
ya sin llevar la métrica con los pies.
¡Seamos valientes, Hermanos
para que vivamos después...!

septiembre 15, 2010

De Lejos

De lejos, alcanzo a distinguir una estrella
parpadeando su esencia, ya en los negros cielos
clandestinos glaciares sin agua, desierto
incubando frutos secos; fulgor toda ella
ya en los dorados avernos de miel de caña,
la sublime germinación endemoniada,
insensata, vil conspiración autoempleda,
y sentir el filo incivil de la guadaña.

De lejos, alcanzo a divisar el estertor
de una mano cansada de propia lascivia
en busca de un final, de un desenlace mejor,
una caricia ajena que resulte tibia
ante los gélidos vientos de la sinrazón
y la locura, un contacto desencajado
sin temores, ni a condiciones sujetado
por las doctrinas inculcadas del desamor.

De lejos, alcanzo a respirar un aroma
de tono etéreo, empapado de agua y sal
con cierta mortificación, cierto carcoma
una incitación carnal, vivo deseo animal
cautivo, impetuoso, alejado su morada,
ánima corrupta que trae a mi nariz el mal.

De lejos, al cabo después ya ni te miro,
tomo mis esquivas letras, y me retiro.

Esta Manía

Esta manía de ojos rojos huyendo de la luz oscura, mi insomnio y esa paciencia de santo que evita el tiro de gracia bien puesto en la cabeza. El primer sorbo a mi trago que en instantes se volverá el inicio dulce de una borrachera. el cigarrillo que se consume en mis labios sin más pena que la de verse vuelto en la noche humareda. Mis versos que con todas sus fuerzas me gritan: "no eres poeta", mi empírica experiencia de la vida que me dicta que todo es una treta.Mis pulmones calcinados, enengrecidos con su cáncer que aún no ha evolucionado, mi esperma enloquecido aniquilándose entre hermanos, mi trabajo que del sistema muy a mi pesar me ha hecho esclavo, mis ganas de contar esos sueños que nunca he contado. Mi vanidad perdida en el más sombrío rincón,la claridad obtenida después de ingerir el beso insumiso del licor, mi insensibilidad al notar a aquel hombre flagelado de la cruz, colgado en la pared de la sacristía sin que nunca me de su presunta luz. El indómito sexo enardecido que nunca logra anclarse a la calma para esperar la tempestad, la noche que entre el ir y venir no me dura, el sueño inacabado y su erección al despertar. Mi extraña y retorcida concepción de la moral, mi cobardía ante la aventura por creerla emocional; el ordenador y el dolor de espalda que a menudo me provoca, el teclado que hace tiempo se ha tornado en mi principal boca. Boca de fuego que no busca el azar de encontrar la bombilla que haga de la vida todo día, ni de la noche el reloj y su arena, ni a caso una reacción tardía, que solo busca tu boca para enlazarla a la mía para conseguir de ese imortal beso, cierto valor de plusvalía.

septiembre 12, 2010

He Perdido

He perdido mis Prosas, aunque grises, eran mías
como la Luna que asoma su nariz al finalizar el día,
como la línea recta con que debo, al cabo caminar
para no hacer tan evidente, mi muy carente ebriedad.
Salgo al mundo, respiro y pienso, y sin quererlo vivo
por que así me han enseñado, por que así escribo
con un extraño sentimiento reunido siempre a oscuras
de golpe, envilecido y con una encanallada soltura.

¡Ay, Mujer! Si te dijera que hoy requiero la mentira
transfusionada de tu boca, de tus labios, de tu alma
en su forma más carnal, que aunque no siempre revira
a conocidos puertos, al menos traen a mi la calma.

He perdido esa chispa de estallar sin razón en carcajada,
la vida pueril se me fue, se ha visto sin remedio emancipada
sin conocer el rencor ni la traición, sin conocer la desgana,
la desazón ni el desamor, sin miedo al naufragio en la nada.
Los cohetes a mitad del cielo estallando, esta noche
en el barrio circundante, no me dan razón de derroche,
por más que lo intente, la elucubración ha sido el molde
que mi figura ha conformado ¡Mi vaga figura deforme!

¡Ay, Mujer! Si te dijera que me falta ingenuidad para tomar el placebo
con un sorbo de Ron, y me sobra ese terrible lugar bien llamado Erebo,
que me carcome las manos esa ansiedad acompañada del mar
que no puede nunca salir de su cauce hallado en el lagrimal.

He perdido el encanto en la mirada otrora extasiada,
por buscar respuestas trivialmente encuadradas
en el perfil de la locura, sumando toda esa vana fe
que aún tengo, aquella de sentir más allá de la piel
sin reservas, sin comodato de pasadas alegrías
para encontrar mi ser y sin querer, renacer
en un torbellino claro sin necesidad de apologías,
donde pueda quitarme del cuerpo, todo alfiler.

¡Ay, Mujer! Si te dijera que mi mejor regalo,
inevitablemente a ti, sin más te lo he dado,
mis versos (únicos) libres recien encontrados,
en su candor, sin mieles ya, aún regocijados.

septiembre 07, 2010

Círculos Viciosos

Círculos viciosos, levedad de la propia sangre
vanidad vuelta deseo, desmantelada veracidad
humores, sudores, miel que del todo se esparce
y a su paso todo corroe, innata voracidad
la del clima propenso que llega del Hades;
acurrucado el sentimiento, fatal fatalidad.

Quetzalcóatl huyendo a toda prisa no escapa
por las escalinatas de piedras labradas,
no baja ni sube, tan solo en ellas escampa,
regresa taciturno con la cola entre las patas
y busca el fuego traidor que siempre amenaza
con derretir su fulgor, con acabar con su estampa.

Ese fuego huraño que a pocos su calor convida,
situado en la punta de alguna oscura ladera
enmohecida y desierta, una acalorada lascivia,
barro cubriendo el cuerpo formado en calderas,
fuego que vive y revive y entibia la vida.

Extraña forma, fugaces deseos, el sabor del Ron
fusionándose en la boca, autoempleada abogacía,
palabras vertidas y ya después la propia abdicación,
volver al origen, en él convertirse, la misantropía
llamando la puerta, sin temor alguno a la lapidación;
la vida, sin rayo de sol, y la noche, entintada elegía.

Yo me caliento con esa brasa carente de cielo,
busco el ritmo contiguo que no borre del agua mi reflejo,
las manos que me lleven directamente al deseo
de caer embriagado, de bruces encontrando el pavimento
y levantarme tambaleando del viejo y conocido suelo,
mirar en lontananza y reconocerme detras del espejo.

Agradecimiento especial a "Respirando entre palabras".
Me has hecho en demasía esta noche pensar...

septiembre 03, 2010

Monólogo II

Y ya en confianza, a Usted le pregunto:
¿Es a mí, irremediablemente a quien ve,
con mi tristeza y mi cuerpo enjuto
ó al espejo marrón de mis ojos a través
de los suyos, terrible y absoluto,
como laguna donde apoyar sus pies?

No es que yo crea lo que quiero creer,
ni lo que quiero creer que usted quiera;
yo solo busco al despertar amanecer
sin estertores, abrir mis alas allá afuera
con la esperanza de poder renacer,
una vez salido al alba de la trinchera.

No me queda más que volver a preguntar:
¿Seremos a caso, una especie de antípodas
sobrepuestos, después del mapa doblar,
o al cabo una triste y desgarbada epístola
arrojada en una botella al temerario mar?
Cuestión de locura, falaz e inequívoca.

Pero, ¡Vaya! Mejor no me responda nada,
que no pretendo yo ser dueño de falsa verdad,
ni que se sienta Usted, por mí acorralada,
¡No, Mujer, no! Si todo esto es ambigüedad,
que lucha por no caer en la hondonada
del cruel silencio, al ser su única realidad.

septiembre 01, 2010

Fragmento Autobiográfico #6

Escribo con el simple afán de libertad,
con el corazón arrítmico, antes de que pare
y con ello ponga a esto el punto final.


Estas letras anárquicas sin sueños de Gloria
se me pasean en la cabeza, ríen y aplauden
logrando de lo efímero, una vaga euforia.


Yo soy un títere movido noctúrnamente por hilos
entre los dedos de un dios ajeno y desconocido,
temeroso del vendaval que me mantiene en vilo.


Artilugio de la oscuridad, para poder plasmar
decenas de lágrimas que se han visto cristalizadas
sin poder estallar, sin poder regresar al manantial.


Poetastro encasillado a la terrible fatalidad
de lo que a diario se respira y hace daño,
a todo aquello que florece en la calamidad.


Soy ese, a quien incluso antes de siquiera nacer
se le condenó con dogmas arbitrarios, infundados
patrones que ahora entre vicios cotidianos
le impiden a toda costa, dormir y perecer.


El de reflejos felinos, y caligrafía casi perfecta
que al final no le ha de servir para nada,
el que escucha el suave crujir de la hojarasca
bajos su pies, sin que sea necedad predilecta.


Merodeador de Lunas en su fase más incivil,
irremediablemente adicto que precede al amor,
quizás para un instante sin complejos vivir,
quizás para sentir lo que produce el desamor.


Soy el loco que trasnocha sin precaución de lo blanco
de los cuartos, ni de sus muros acojinados,
qué a pesar de su farsa siempre ha sido franco
aún con sus pensamientos cabizbajos.


Ese de ayer, el de hoy, el de siempre,
aquel rapaz de la mirada perdida,
retrato del mar en trazo incongruente.


agosto 30, 2010

Insomne II

Y yo que ni duermo
pensando que el sueño
más reparador, es
el que se tiene despierto,
con los ojos bien abiertos
y los latidos inquietos.

¿Qué me dirías tú,
si al dormitar te contemplo
como radiante dejavú
navegando en mi cabeza,
toda tú, en entereza
robándole arena al tiempo?

Y yo que ni despierto
por no descubrirme infecto
entre recuerdos almidonados,
rugosos y malgastados
sin rastro alguno de intelecto;
presente continuo imperfecto.

¿Qué gesto encontraría en tu rostro
si al cabo, después de un tórrido encuentro
mi pesar y mis demonios te muestro,
como tales, sin mayores cuentos
amordazados por la narrativa
y con un beso como tentativa?

Y yo que ni me muero
de las ganas en pleno aguacero,
salpicado de una tristeza
que hace sima en la certeza
de un panorama altanero,
y sin lumbre en el brasero.

¿Qué candores recibidos
prodigaría tu divino regazo,
sin temores ni alaridos
si nunca, dejando bagazo
de su goce empedernido
prodiga en mí su terrenal abrazo?

agosto 28, 2010

Y Nada Más

¿Cuántas Lunas han quedado varadas
en la noche más negra, desgarrada
de piel y huesos, siempre desdentada,
muerta, célibe y desencantada?

Un trago, dos, las entrañas calientan
y tus ojos pardos se me presentan,
imagen desterrada, ¡vil utopía
del ciego sobre el mástil, so vigía!

Pirata con ambos pies, sin leyenda
que contar sobre él, sin la menor senda
de gloria ni cruz en su viejo mapa,
pendiente de su brillo que se escapa .

¿Cuántas Lunas mudas ya han quedado,
sin tonada en su lóbrego trayecto
taciturno, tirano y abyecto,
dejando al escucha desamparado?

Bailando las sombras sin ritmo, compás
de mil demonios, acalorado vals
de pies corruptos y manipulados,
bailoteando sin gracia, condenados.

El viejo un, dos, tres, sin calmo chasquido
de un par de dedos rancios, retorcidos
por el tiempo en mediocre letanía;
las manos en terrible afonía.

¿Cuántas Lunas marchitaron sin fruto,
sin almíbares ni polen en sus flores;
tierra infértil, pétalos impolutos?
Muerte verde, tus labios arreboles.

Rojos que mueren en rosa, la vida
lléndose a través de ellos, salvaje,
terrestre, inhumana; Muerte vivida
aún con sus raíces, sin anclaje.

Carmín en tu boca, como la sangre
que te recorre y exhorta, sin más
a mirar mis letras, después mi carne,
todo eso y nada más... y nada más.

agosto 22, 2010

Te vas

Te me vas muy a mi pesar
de pronto, sin complicaciones
sin mayores contemplaciones
y yo no dejo de divagar.

No te lleves tu sonrisa
ni tus ojos de ensueño,
déjame una nimia caricia
y al despertar tu beso.

agosto 21, 2010

Insomne

Pronto va a amanecer, aquí, en la ciudad que no sabe de silencios ni de límpidos cielos. Lo se y sin remedio me pesa; no es hora para entretenerme con la pluma y el papel y sin embargo heme aquí, en la escalera de siempre sentado esperando un arrebato que me de más para escribir que un simple alegato. El lecho me ha arrojado de sus entrañas y con la idea de fumar he salido de casa con mi escasa dignidad y mi farsa bajo el brazo; tal vez queriendo el sabor de la ambrosía recordar. Estoy inquieto, hay un ratón en casa y no logro hacer de esta prosa un verso, y pienso en el Mar que he desde tiempo atrás de mis ojos he desterrado y aunque algunas veces me amaga, en demasía se que no pretende regresar. Y esta noche con sus luces que a lo lejos pululan y parecen bailar, mi propia imagen trastocada con cierto tono de mendicidad; en lontananza no hay estrellas que me arrojen su moneda para el hambre apagar.
Siento frío y es normal, mi carne entumecida se tensa y en ciertos rincones la sangre se estanca y no corre, se amotina y sin poder hacer más de mis ansias dispone. Volveré a la cama, a esperar el estallido del alba al entrar por mi ventana, después de un cigarrillo fumar, después de acabada esta prosa que no ha dado para más.

agosto 18, 2010

Monólogo

Se me acaba la vista ya a estas horas cubiertas por el polvo, que momentáneamente el sacudidor desterró por la mañana. Se me acaban los ojos entre el ordenador y el vistazo que le proveo a mi interior, entre los libros de paciencia infinita han sido dotados y que no les molesta ser llevados de un lado a otro bajo el brazo sin ser nunca, en su lectura acabados. "Al menos ellos poseen un punto irremisiblemente final", pienso y me vanaglorio al encontrar una razón que de certeza a lo que todo en mi cabeza es vaguedad, como siluetas esbozadas tras la cancelería que reviste el baño haciendo el amor mientras yo solo miro desde su opaca pared de cristal, movimientos sincronizados francamente arcaicos y de cierto tono inhumano. ¿Será que mi mirada está cansada, ó que al cabo después de lo ocularmente durante el día ingerido, no pretende más ver? Para ello no tengo respuesta, si a caso me surgen más dudas. De esas de espíritu aventurero con la gallardía vil del que se pone frente al astado y se dice torero. Dudas que son su espeso ramaje no hacen más que impedir que se filtre por mi ventana cierto rayo de luz matinal, que caliente mis huesos y logre darme un poco de aliento. "Tal vez todo esto se trate de vivir la vida recostado en el sillón, comprarse unos buenos lentes, mirar el televisor y echar el ancla una vez encontradas las mansas aguas de la trivialidad", para mí mascullo a sabiendas de que tal cavilación llega al límite de lo ridículo y de lo propiamente sardónico, de lo enteramente estúpido y aún así recaigo en la elucubración, que ligada al escepticismo le da cuerda a tal idea para proseguir disparatada en la imaginación. "No, no es posible que aquel que ha nacido bajo el astro de viajero, permanezca recostado todo el tiempo a la sombra del árbol, esperando que los mares lleguen hasta él edificando una memoria, de sales y sudores que a su espalda nunca se han aferrado", y busco entonces entre las fotografías añejas algún signo de ese cuerpo celeste que me ha provisto de dogmas insumisos y de hurañas pasiones, aunque de encontrarlas de nada servirán por que mis ojos, esta noche de fatiga tan cargados, no pretenden ya mirar. "Debe tratarse entonces de la moción que tantas voces en mis adentros, una vez la Luna puesta en lo alto del cielo, con los ojos bien abiertos logra mantenerme despierto, esos demonios infames siempre dispuestos a trasnocharse conmigo, comiendo pacientemente de las entrañas de donde han sido noctúrnamente paridos y que altivamente esbozan su sonrisa al balancearse felices sobre mis anhelos, al saberse más que nunca vivos después de tantos años reprimidos". Pero de pronto, doy un salto a la primordial razón de mi lamentación mientras en la diestra mano, llevo el tabaco que se va quemando; se me acaba la vista entre los ires y venires, entre el humo que en su trayecto figurillas va formando, entre los vientos que rebotan de montaña en montaña y que a su gusto por esta ciudad corren sin lograr desenmarañar nada. Se me acaba la vista entre un par de lagrimales desprovistos de su principal función por estar atrofiada.