noviembre 30, 2013

A tu lado, y contigo

Bien, 
tendré que empezar 
por lo primero. 

La justificación de mis actos 
es algo más de allá 
de mi propensión al vicio 
al que me he anclado 
por tantos años, 
y sin embargo, 
no me conlleva a soltar 
de tajo el timón de mi barca 
a pesar de los malos tiempos 
y la alta probabilidad en mi vida 
de chubascos con miras 
a terminar en un romance 
con el alegato. 

Pero debo empezar 
por lo primero, 
como debe ser.

A medida que la vida 
me otorgó la experiencia de los años 
(buenos o malos), aprendí 
a seguir mis instintos 
siempre consultados antes de dormir 
con todo aquello que dijeron 
o escribieron alguna vez 
esas grisáceas sombras 
que he llamado sabios. 

Y nunca ha sido tarea fácil 
parafrasear una idea 
en la que ya pesa en demasía 
una lápida y las millones de visitas 
que la hacen descansar 
en una supuesta grandeza. 
¡Ah, mis mentores, 
mis poetas, mis cantores, 
todos (casi todos, sólo es cuestión de tiempo) 
muertos, viviendo su gloria a solas, 
en silencio, con total franqueza!

No he de ser la estampa fiel del patán 
que se dice poeta para hallar 
un enjambre de muchachas 
que se dejen embaucar ante mi letra, 
aunque puedo hacerlo para crear 
de mí un arma indestructible 
que se dedique a quemarropa 
a crear. Pero no, no lo soy; 
no podría nunca. Alguna vez, 
inmerso en las primeras cofradías 
que las noches me brindaron 
sin saber siquiera de la resaca 
que queda después de copular 
el sentimiento con el pensamiento, 
cierto rayo de una arista de la luna 
me dio directo al pecho, 
y preferí ser franco 
con relación a mis dogmas 
a sabiendas de un futuro árido 
y con maleza de desierto. 

Y nunca antes, como ahora, 
toqué con mano 
propia la razón de mi deseo. 
¡
Culpad a mis sabios, pasión mía, intocable! 
Y de ahí mismo, 
se me surgió en el alma 
un big bang en pequeña escala, 
del que nació el hombre que ahora soy 
y la felinidad del gato que escribe 
y no se sabe partidario 
ni del poeta ni del escribano.

"Las musas, jamás se tocan".
Me dijo una vez un anciano 
que recitaba su poesía 
(¡Y vaya que era hermosa y sentida!) 
en los vagones de un tren oscuro 
a pesar de sus verdes, 
que me conducen diariamente a casa. 

Y me lo tragué, cómo el enfermo traga 
a la hora exacta sus píldoras 
y detona la poca fuerza que le queda 
en hacer sus ejercicios por la mañana.

Y no he de mentir, 
sigo tragando sus palabras, 
a pesar de estas noches 
en las que por orden de prioridad 
te escribo y después me bebo 
un cuarteto de tragos, 
en estas noches en que mis dedos 
se pigmentan de un amarillo tenue 
y se impregnan de un para siempre 
que esboza el tabaco.

Y tu, siendo una musa 
que me abraza en su realidad 
y algunas veces cuando nadie mira, 
me besa, vienes siendo la brasa 
que esta hoguera enciende 
con su precariedad de leños, 
que tanto precisan compartir su calor 
con la humedad de tus labios. 

Y no es que requiera 
la espera de mis apologías 
y del verdor de mis propios desiertos, 
es que metida en el sin embargo 
que acontecen mi pecho y mis letras 
te quiero. Aunque de ello dudes 
y me quieras querer sin tenerme. 

Pero sabes, siempre busqué 
por los pasillos a oscuras alguna pista 
de la autenticidad de lo dicho, 
sin encontrar jamás entre mi verso 
un propio y letal estribillo,
que sin embargo fuera del todo mío.
 
Y sólo puedo escribir a mi favor 
esta noche un te quiero 
esperando una réplica fiel en tu boca, 
en tus colores pastel, 
en el sofisma que me llevo a vestir la piel 
del Sísifo aquel. 

Aunque Sísifo nunca se enfrentó
 a al filo de tu pecho, 
a tus labios, a tu forma de ser Mujer.

Ha de joderme 
la contraposicion ambarina 
de lo que pienso y lo que siento, 
de los caudales en sequía que otrora fueron 
de una ética personal insondables ríos 
llegando a un certero océano. 
Eso es un hecho, 
tan real que pudiera compararse 
con este frío en el que me encuentro 
tiritando a solas con los retazos
de un latido otrora verde
y ahora deshecho.

Hace días di cuenta
de un centenar de poemas
que hablan de ti certeramente,
o en su timidez que es la mía,
te maquillan para no hacerte saber
que me dueles tanto
como mi alma se regocija
con la esperanza de saberte
entremetida entre el significado
de mi utópica ambrosía.

Y también ello me jode,
cuando recuerdo mis discursos memorables
de una ética y una moral
que yo mismo sabía que no pretendía.

Pero fuera de cualquier discurso moral
o la de este esbozo de patética retórica
en el que nada digo,
puedo subrayar que no en tu cuerpo
o en tu belleza, he encontrado
una razón para decirte que me encantas
y que en mi radiante sobriedad
tan sólo me me muero de ganas
de estar, a tu lado, y contigo.

3+2

I

Un tanto, sí, me preocupa el mar
o la sal, no lo sé; 
el punto, quizás, 
inmerso en esta solitaria espera
es que mis manos se sienten
imantadas por tu cadera.

II

Bastante conveniente resulta no confesar
los esqueletos que cuelgan del armario,
las quimeras que nos lanzan besos al espejo,
ni compartir al dormir el propio sudario.

Bastante conveniente resulta erradicar
en noches como esta, la luna y la mar.

III

Ante este frío en el que tiritan mis huesos
me planto frente a una hoguera que depende
del recuerdo de tu boca en mi boca, 
de mi abrazo a tu cintura mientras una canción
palpita una verdad en la que nos inmiscuimos
cada quien atado al cuello por su propia roca.

Y todo es tan lindo, que escucho la misma canción...

IV

Como cualquier animal,
como un toro de lidia estocado
en las costillas a mitad del ruedo,
como un faro de arrabal,
como un pavo real condenado
dos días antes de navidad,
algunas veces muero de miedo.

Sin embargo he de disculparme
por los años y los días,
por este silencioso y franco desarme
de la pasión y la ambrosía;
por hallarme algunas veces febril
cuando ya nada me recuerda a ti.

V

La mayoría de las veces desespero
en cofradía de un trago que precisa
agua mineral vertida de tus labios;
cuestiones como esa nunca han sabido
explicar aquellos que tomé por sabios.

noviembre 27, 2013

Azulados cuervos

"...Incluso en mi estadía por la vida
he dejado pasar un par de veces 
la muerte. Una de ellas, pistola en mano;
la otra, la más vívida y más cruenta, esbozando
en lo alto la brillantez del filo del machete..."

Gabriel Salinas.

Bien, aún sigo vivo -pienso- y cantan
a lo lejos o rugen -no lo sé- las olas de mar.

A poco menos de dos kilómetros de aquí
el ulular de las luces bicolores de las sirenas
alumbran el paso de la muerte y estoy febril
bebiendo un trago que acompaña a mi tabaco.

Y bien, sigo vivo -pienso- y las mariposas
aleteando -quizá sean larvas- me alejan del mal.

Pero aquí sigue habiendo un silencio y las alas
son de azulados cuervos suspendidos en la noche
que se me viene encima como el plomo de las balas
que perforan el pecho, justo en el preciado otrora.

Y también, me desvivo -y te pienso- y te ansío
desde este poema mío que precisa tu pecho al clarear. 

noviembre 26, 2013

Frente a las feroces fauces de la noche

Ahora que me sé incompleto y corruptible
a la frágil apología de la mar, que no soy más
que el centro de una llaga que sangra, bicolor
y amorfa, poco más que un bocado comible
aguzando su encanto frente a las feroces fauces 
de la noche, de este estar sin estar, de las sombras;
ahora que preciso clases de viraje de un timón
sin control y tan amante de espirales, que navego
ensimismado y taciturno sobre una ruta antigua
y gris en la que el cielo es torrente y ante él
me doblego, un par de estrellas preguntan por ti.

noviembre 25, 2013

Es fácil intuir mi latido

Es fácil intuir mi latido cuando decrece
-hombro a hombro-, entre tanto trago
de aquel ron que me sabe a la muerte;
entre un sol quemante sol que no perece
después de calentar sus ruines estragos.

Nada he de reprocharle a esta vida mía
malgastada y terrible, dando sombríos tumbos
entre bares y botellas tristes y vacías
en lo insufrible y la ferocidad de mis rumbos.

Es fácil intuir el canto del gallo que despierta
al que tan sólo vive, en dichosa mortandad
entre la sombra perenne de la arena y su peña,
sin que nunca conozca el sabor del mar.

Es fácil hacerse a toda hora el idiota
que busca remendar el pecho y las tripas
que naciéronle del todo con la boca rota,
fácil es reconocerse con el gen que emancipa
el lodo del alma manteniendo el lustres de las botas.

Tu eres un canto aún en mi voz inconcebido,
un verso que no he escrito en el lienzo de tu espalda,
la devoción que me ha nacido debajo de tu falda,
una caricia entre manos y lengua de lo perdido.

Es fácil intuir mi latido cuando te quiero
como nadie y he de darte las armas
con las que sin remedio me muero,
por ti, si no te tengo sujeta a mi cama.

En la intermitencia de mis felinos silencios

Y así, en la intermitencia de mis felinos
silencios, en la oscuridad que acontece
en mis ojos cuando pienso o tan sólo
le pido a la muerte no rebajar su precio,
en el diario caminar de la mano de la ausencia
rebuscando una estrella en los bolsillos,
en esta gama reducida de un arcoiris
a dos colores, en cada pétalo de la flor
ardiente de mi cigarrillo, en el fondo
de un trago que procura viejos dolores,
vuelvo en ti, a ser lo que no fui, lo que soy
ahora con los zapatos gastados y el corazón
febril, sentado en la banca de un parque cualquiera
buscando razón y un verso cristalino y blando,
en el que seas mi todo, mi locura más certera.

Y no es que sea tu cuerpo, a mí me resultas
rotundamente bella; y tampoco es que sean tus ojos
o la curva de tu cadera, tus manos, tus pies
que aún entre los míos ansío y desconozco,
o tus senos acunados a mi pecho entre volutas
de humo, sino que para mí y a mi lado, pues
me resultas rotundamente cierta y por demás bella.

Y así, entre los muertos que me cargo,
entre las lápidas que han grabado en gris mi nombre,
en el sin embargo de tenerte y no tenerte
a media noche, en este repentino y letal asombre
de quererte, de soñarte, de despojarte de la muerte
que me ronda compitiendo contigo por mi beso,
vuelvo a ser aquel que perdió todo por un verso.

Ahora que soy el derroche en carne viva
desgarrando sus jugos malsanos ante la lumbre
y una luz perdida, voy dejando mi letra prendida
al final de un aguacero, en las ríspidas cumbres
desconocedoras del hambre del pan de la vida;
ahora que no duermo y cuando embriagado lo hago
pienso en la gloria en secrecía y en esa espesa risa
que te acontece después de una sonrisa,en el filo
que se esboza entre el cacao, dispuesto en tus labios
si me buscan, y entre mi propia sinrazón dan el blanco.

noviembre 23, 2013

Conclusiones ante la Musa

I

Vaya que es amiga la muerte
pues siempre me acompaña,
me enciende un cigarro, bebe conmigo
y me desea después,
la mejor de las suertes.

II

La universalidad de las teorías del hombre
radica en la fatalidad de una creciente orbe
en la que la carencia y la necesidad
predisponen el oleaje cristalino del mar;
pero habremos de morir todos
para confirmar ya sin sufridas convulsiones
que en el fondo resulta tibio el lodo.

III

Nunca habrá siquiera un dejo de fidelidad,
los hombres somos hombres y las mujeres
serán, y en la penumbra de los ojos que no ven
y el corazón que no siente,
nos entregamos al mar.

IV

Como un arcoiris que deja una estela
de aroma a chocolate, como un abrazo
moribundo entre la cofradía de la oficina,
como un burdo trazo de este gato que escribe
cuando le place estar embriagado, entre la espina
en la que nace una gata, como el deseo que vive
ceñido a tu cintura en la que soy un tenue declive.

V

Hoy tengo ganas de dormir,
de emanciparme un rato del alma
que lleva a mi noche a pensar en ti,
de regresar gustoso a la calma.

Pero te quiero corazón, como quiero
ser el bálsamo que sane con un beso tus pies,
como te quiere el terrible aguacero
para secarte con caricias de sol después.

Aún no es hora

Incluso mis más oscuras penumbras
saben de ti y que te quiero tanto,
de lo que siento cuando sin más remedio callo
ante esta espesa luna que el alma me alumbra
un rincón que precisa, la querencia en su manto
de estrellas, el querer asirme del todo a tu tallo
celeste donde el vértigo no asoma en mi cornisa. 

Vienes siendo una gota de luz y fértil ambrosía,
un campo minado de flores y fugaces estadías
que nada saben de la cruz,
del la tristeza que por años compré por vocación
ante la vela cansina que me mostró una luz
en la que logró hallar lugar mi membresía.

Aun no es hora de expresar un te amo,
cuando he de hacerle el amor a la ausencia
y entre el griterío de no tenerte conmigo,
ha de venir la muerte a la que también amo,
ha sembrar de amapolas mi vientre y su presencia
ha de hacer a un lado mis sueños contigo,
en los que te sueño, y mis bigotes de gato relamo.

No me gusta el frío

No lo sé, quizás sólo sea que no me gusta el frío y aquí hace mucho. El entumicimiento de las manos, de los dedos, es precisamente eso lo que no me gusta, como tampoco me gusta sentir la necesidad de escrbir cuando hace frío. La propensión del hombre al error se ve multiplicada por cientos atravesando malos tiempos. Y no lo digo yo, ni el cigarrillo que en mi boca esboza un poco de calor parecido a la muerte mientras tiembla, lo dice el mismo frío y la niebla. Líneas atrás, por ejemplo, en la palabra cientos fallé tres veces, la primera vez escribí cientis, la segunda cientps, en la tercera, escrita ya lentamente logré el acierto. Y así la vida, a eso mismo me refiero.

Una buena razón para mantener el calor corporal es beberse un trago, lo aprendí en un documental en el que algunos tipos buscaban especies que creían extintas en la Antártida. Allá supongo debe hacer más frío que en estas latitudes, y a su vez, en ella debe haber menos hombres, lo que representa ya una gran ventaja. indudablemente por aquellos lares, siguiendo la línea de lo directamente proporcional, habrán menos fallos, menores humanos errores. Aunque eso en realidad, nada importa. La distancia también la mayoría de las veces resulta parecida al castañear de los dientes metido en el ojo de una fiera nevada. Tal vez más, cuando conjúgase con el deshielo de los mares de la ausencia. Pero estoy poniéndome un poco melancólico y tengo frío, y las manos y los dedos sufren de un voráz entumeciento, cuando siento necesidad de beber un trago para seguir escribiendo.

El cigarrillo nunca es bueno decía mi abuela, con un tanque de oxígeno a su lado y echando fumarolas hacia el cielo. El frío, sin más y estúpidamente me lleva a elucubrar en lo que nunca he tenido, en lo que ya he perdido y en estas latitudas en las que no se acostumbra la bufanda y el abrigo para combatir el frío.

A medida que van pasando los días y las noches

Pero tú existes ahí. A mi lado. ¡Tan cerca!
Muerdes una manzana. Y la manzana existe.
Te enfadas. Te ríes. Estás existiendo.
Y abres tanto los ojos que matas en mí el miedo,
y me das la manzana mordida que muerdo.
¡Tan real es lo que vivo, tan falso lo que pienso
que -¡basta!- te beso!
¡Y al diablo los versos,
y Don Uno, San Equis, y el Ene más Cero!
Estoy vivo todavía gracias a tu amor, mi amor,
y aunque sea un disparate todo existe porque existes,
y si irradias, no hay vacío, ni hay razón para el suicidio,
ni lógica consecuencia. Porque vivo en ti, me vivo,
y otra vez, gracias a ti, vuelvo a sentirme niño.

Gabriel Celaya. 


A medida que van pasando los días y las noches
se que los bares me extrañan, que los amantes
siguen prometiendo lunas a sus enamoradas, 
que la caricia nada vale sin una pasión en cinta
a causa del demonio,  que te quiero desde antes
de tus labios posáronse un segundo en los míos
un tanto tristes, y humectados siempre en amonio.
  
Yo soy de aquellos que no esperan mucho,
que me quieras, que me llegue a quemarropa
tu abrazo, tu beso cuando bebo de ron una copa,
mientras la voz de la ausencia escucho.

Pero todo pasa, incluso el travesti de la esquina
se ha recorrido con sus medias negras un par
de calles, incluso los perros que otrora ladraron
por mi llegada, duermen sujetos a la tibia calma
en las que mi pecho y su talle, han de resultar
a la cotidiana ebriedad a la que llego en alborada.
Incluso mis pasos, sin quererlo, van a toda prisa
tal vez por saber que al final de ellos hallaran descanso,
un par de monedas en los ojos, un cielo huraño y manso
en el que eco se enamoré fiel del sonar de tu risa.
 
Sabes amor, de mi vida tan anclada a la fatalidad
de un verso cual hoguera que no calienta, de mis manos
que sulfuran el olor a tabaco, de esta sombra cuando lenta
me toma del brazo para recorrer esta cruel espiral
que me lleva al lugar en que resuena un amor opaco,
y que recuerdo en la penumbra el sabor de tus labios.

Y yo no quiero que pase nada, que la estrella
que me haz regalado se congele en mis bolsillos,
que una vez sentado en el tren a la chingada
sigas siendo para mí, una razón más que bella
mientras mis letras construyen de humo un castillo,
en el que puedas instalar tu pecho, y pensar en mí. 

Algún día

Algún día también, querrás fornicar
letalmente con la muerte, tragarte una espada,
calificar a dios de inclemente, destrozar
los estatutos de esta sociedad civilizada,
correr hacia el desfiladero, beberte en las rocas
un millón de alfileres, pegarte un tiro en las sienes,
esbozar un beso prisionero con la boca rota
o sentarte tranquilamente en una banca febril...
y pensarás -mucho me temo- en mí.

Del otro lado de la habitación

Del otro lado de la habitación,
-es una habitación pequeña-
ella no duerme, tampoco me espera,
tampoco sonríe ni llora, ni mira
que yo tampoco duermo ni espero
ni sonrío ni lloro cuando la miro
del otro lado de la habitación,
-y es una habitación pequeña-.

Apaga ya la luz y voltea su cuerpo
a la pared -las paredes son frías-,
cierra los ojos y respira, respira
tenuemente mientras yo la escucho;
ella puede escapar aún de mí
y yo la miro mientras miro a alguien más
cuando la luz decrece y tiemblo,
inevitablemente, por el frío
y por que lo que callo es mucho,
cuando débil intento dormir
volteando a la pared contraria
-las paredes son frías-
cuando se que ella piensa
en lo mismo, en alguien más.

noviembre 22, 2013

Es en tu boca

"Poco puedo decir ante esta luna
en la que incluso mi nada
reflejada al medio día de tus ojos,
resplandece una pasión nacarada
en la que tibiamente sonrío y sobrevivo,
en la que sin hacerlo tu nombre escribo
para salir ileso del cielo y su hondonada..."

Gabriel Salinas.

En el mismo peldaño de mi escalera
predilecta, he de quitarme saco y corbata
y la supuesta grandeza del disfraz de hombre de bien
que de día por costumbre visto,
para volverme polvo y sangre derramada
sobre la imposibilidad de mis lágrimas.

Poco soy, quizás un cúmulo de polvo
o el peor de los rostros sumergidos en el lodo,
quizás un poco menos, quizás un poco más.

Resulta inconfesable esta voz de bajas luces
y su necesidad de ser el blanco de la lumbre
de un pecho que predique para sí el más, 
a pesar de la contrariedad del oleaje
en su vaivén que muertos y malvas quimeras
conjugadas en el estertor del verbo amar.

Pienso entonces en ti
-tengo a pesar de los años esa mala costumbre-,
en mi sobrada ausencia en la que te has metido
para cantar junto a mí
las canciones en las que no mentimos
y sólo somos una molécula impensable,
un arrebato de besos y furtivas caricias,
mientras sigo pensando en ti.

Y entre la fatalidad del suicidio
y esta letra que se calla al no encontrar
la forma ni el papel más puro y blanco, 
me arrancó pétalo a pétalo el pecho
para esbozar con franqueza,
este vacío, este amor cabalgado
a cuestas de la luna a un certero barranco.

Es en tu boca y el candor exquisito de tu abrazo
donde sueño con plegarias y salvos rezos
para que sea mi cuerpo, contigo, quién suplante
el palpitar labio a labio de mis lúgubres trazos
en los que te llevo, y sin más, de noche te beso.

noviembre 21, 2013

Sigo siendo

"Tengo un lugar para ti, junto al mío,
en el autobús que conduce a la muerte;
y en él, junto a mí, desaparecerá
de tus hombros la noche y el rugir del frío..."

Gabriel Salinas.

Sigo siendo el loco que se aferra
a vendavales nocturnos por saber
a mar y oler a tierra, pariente cercano
de un lerdo sol que murió de frío
a pesar de ser incubado por un foco,
una razón para sepultar la paz
y hacer la guerra metido en una patria
perteneciente al terrible juego sombrío
en el que bajo la manga nunca hay un as.

Sigo siendo el mismo idiota
que gusta de dormir embriagado
y con la boca carente y rota.

A mis años he comprendido del amor
muy poco, quizá por eso se maquilla
de endemoniada ausencia en mi verso
y algunas veces se colude en el silencio,
como un débil susurro entre el griterío
inalterable de los viajeros que pasan
invisibles morando sin saber el hastío.

Sigo siendo el mismo idiota que canta
mientras todos duermen, aquel que embalsama
la palabra que me nace en la necesidad
de encantar tus ojos y tu pecho cuando crecen
mis manos y esperan la civilidad de los rojos
del alba para dormir, si queriendo quererte,
esta muerte me besa la frente y esboza su tregua
en este contigo a solas, en este estar sin ti.

noviembre 20, 2013

Volcada la palabra hacia el silencio

"...Mas retiro mi rostro de tus ojos
porque ya no podré pensar una palabra
que no habite tu nombre,
y porque surges hasta del silencio
como enemiga que desdeña el arma
y de improviso nace entre las sombras,
cuando sin ti yo no sería
sino un olvido abandonado
entre las ruinas de mi pensamiento..."

Alí Chumacero.
 

Volcada la palabra hacia el silencio mortecino
y de  noche, nos mecemos en la transparencia
de una querencia para estos tiempos inconcebible,
inenarrable, donde los pasos dados a la distancia
entre los sueños se sonríen tomados por el brazo,
incluso en las sombrías veredas en las que el sable
suele cortar el más puro viento con su letal tajo.

No hay más preguntas que sulfuren las nubes
alquitranadas en este par de pulmones cansinos
en los que aún los suspiros suben, cuando siento
en el espesor de mi locura carcomida por dioses
olvidados y enaltecidos diablos, que te tengo
y que esta sombra mía tienes, entre el aroma
de tus labios y la hoz de una luna que emerge
ahuyentando cielos grisáceos y soledades
que se mezclan con los hielos de mi trago perenne.

Volcada la palabra hacia el silencio mortecino
y este cielo a la espera de sangrientas alboradas
te imagino y me empecino, en contarle a tu latido
la grandeza de esta nada, de estas manos de salva
en las que posas hermosa, liberando francas mariposas
a pesar de saber mi juego en el que luzco perdido.

noviembre 19, 2013

No tengo más

No tengo más,
mi noche eterna,
un te quiero gangrenado
atravesado en la garganta,
un fuego tenue, un abrazo,
un instante de grandeza
en el que muere grande mi tristeza,
mis manos en una bandeja,
un neceser que mis pecados
calla, el alma cual bocado
de los cuervos que me dejan
vivir al saber en ti mi cabeza.

Y en la blasfemia
de mis penosos santos
que alojaron mis infiernos,
extiendo un pagaré
y una hoja en blanco
para decir te necesito,
para sobrevivir al invierno.

En esta espera

En esta espera
de sueños y vendavales
que habitan bajo el vientre
desde lejos, vengo buscando
la punta de miles de alfileres
metidos en la carne, un albor
y tus ojos en los que yace
repentinamente febril mi reflejo.

Y en este trasnochar
que nada sabe de domingos
ni días festivos, un blanco ovillo
se traduce en una estrella,
en el crujir de tu cintura
entre mis brazos tan carentes
de ti y el espacio llamado tiempo
en el tus labios dejaron huella.

noviembre 18, 2013

Bien podría ser

Bien podría ser el todo que embalsame
de besos tu vientre, el amuleto contra
la soledad etiquetada con un siempre,
el estallido nacarado de un millar de lunas
entre nortes y levantes, la caricia mortecina
inmersa en aquellos días en que las dunas
de arena, se derrumban en el trigo de tu piel
acrecentando mi grisácea letra y su talante.

He de cantarle a las sombras, a los autobuses,
a lo itinerante de los andenes, a los amores
que esperan el último tren entre las vías
sumergidas bajo marfileñas y tristes cruces,
cuando mi pecho te nombra, por los rincones
en los que la muerte me guarda cierta cofradía.

Bien podría ser,
el temblor que aguarda en tu cadera,
el pozo a mitad del desierto,
la recompensa más preciada
ante el demonio cruel de la espera.

Suelo mirar


Suelo mirar en tus ojos una luna más clara,

verter los vagos sueños que aún me quedan
en el par de onzas que bebo de la botella,

remendar las pasiones que guardé en la alacena,

desnudarme de estas letras sin mamparas

a mitad de la noche cristalina,

cabalgar aquel corcel endemoniado del ser

inmerso en una espesa neblina.



Poco hace falta,

para tocar con mis manos el cielo

y sin embargo,

este demonio que sobre los hombros cargo

metido en la porosidad de los huesos,

predican que la ausencia es tanta.

Suelo esperar de la sonrisa marchita el brote
que hace eco en el verde de los cipreses,
andar rondando en las estrellas que ya nadie mira
por la estela carmesí en la que en mi pecho creces.

Junta de resultados


I

Todo esto me ha resultado
terriblemente cansado,
tan incivil como la hoguera
y sin embargo, aquí mis manos
escriben sobre la tenue estela
en la que mi pecho he recargado.

Bebo cada noche desde hace meses,
lo mismo que escribo para monitorear
el alma que presumo que tuve,
he fumado millares de cigarrillos
encendidos por mis panes y mis peces
que perdieron el rumbo del levante.

Es demasiado fácil tirarse al vaivén
de los vicios cuando nadie espera
tras la puerta para prodigar cobijo,
es demasiado fácil también
despertar besando la imagen
de la muerte a sabiendas de ser su hijo.

II

Ahora que nada tengo,
que rebusco un beso en la alacena,
ahora  que el pecho
me lo han comido los ratones,
ahora que nada vale la plusvalía.
y que la tinta negra me cercena,
ahora que te firmo mi locura,
ahora que describo mis heridas,
ahora en que mi nada son cenizas
en la cama de un hotel de putas,
ahora que te brindo el último acto,
que me froto el corazón con tiza,
ahora que te digo un madame, au revoir,
ahora que de una vez por todas me marcho,
ahora que con un beso en la frente no me retracto.

III

Ella suele reír cuando llora
o llorar cuando ríe,
aún no lo sé de cierto
si he atinado a la primera
o a la segunda;
y sus ojos son dos lunas
en los que pasa el tiempo
apedreando blancas palomas
y amedrentando con el brillo de sus labios
al demonio multiplicado por cientos.

En su locura, abraza la noche
y es un gato quién a la distancia la sigue
huyendo del mismo demonio
a la espera de que los persigne.

Ella tiene secuestrado al sol en los brazos
y una calma soplando miles de caracolas
en esta playa en las que reina el alegato,
tiene el margen perfecto para estas manos
que sueñan con rondar el para siempre
de sus olas, la voz cristalina y los sueños
fúricos por tanta pausa y tan poco arrebato.

Ella respira entre apologías y alboradas
cenicientas y suspira aún ante la otoñal
caricia de estas manos de su ser sedientas.

Y en su cordura, me brinda la grandeza
que perdí buscando la gloria de los días
talando el corazón de salvajes malezas,
una mirada, un amor en espesa cofradía,
una razón para seguir siendo el idiota
de siempre con la voz más que rota
escalando en peripecia, para hallar su vientre.

IV

Muy probablemente y hasta el culo de borracho
doy cátedra de la estupidez malva y humana,
de aquella imagen en la que aún era un muchacho
que nunca ocultó sus pasiones prohibidas y arcanas.

Ojalá mis sabios hubieran hecho un manual
para hacerte el amor entre tanto y sombrío funeral.

V

Si te dijera lo que por tanto tiempo
he callado, se acabaría la magia,
el encanto se volvería un remedo
del infierno donde he buscado
a ojos ciegos, el cielo y una blanca
luna que acompañe la estrella
que deshizo sus puntas en mis bolsillos.

Nada sabe de mí la noche, a caso
un poco, de lo que tartamudea mi verso
pretendiendo el fuego y el derroche,
que me vivo la vida a lo loco
y que en la nada encontré un lienzo terso
parecido a la piel que abraza tus tobillos.

Esta noche la única franqueza concebida
radica en la necesidad de un franco te quiero.

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Pienso, entonces, en el bocado a mitad de la garganta, en lo que callamos, en el temor mortecino de expulsarlo, en lo que no decimos cuando decimos que estamos bien. En estos tiempos pocas cosas son las que realmente andan bien, aunque quizá sólo sea la nada sepultada por el filo de las agujas del tiempo, quien se atreva a dar la cara para afirmar que en la pasividad del vuelo de los buitres, todo viene marchando bien. Pero tenemos esa de necesidad constante de ser idiotas, cuando menos, de parecerlo ante este vendaval en el que carecemos de cobijo y de certeros argumentos. El idiota es el único ser capaz de ser perdonado por su condición natural no importando sus errores, sus caídas, sus malas decisiones o si en su andar ha manchado las suelas de sus zapatos con la mancha ocre del pecado. El idiota contemporáneo es una especie extraña y poco reconocida por la sociedad por la misma razón en que se atraganta todo aquel que no precisa ver en el reflejo del día a día, su misma necesidad de hallar una verdad que ciertamente hace daño, cuando la hallamos al rasurarnos, al acomodarnos el cabello, al guiñarle un ojo a la veracidad concebida en el espejo. Yo soy de los idiotas doctorados después de media docena de tragos y también de los que nada dicen cuando a solas se atragantan esperando de unos brazos ajenos la maniobra de Heimlich para escupir el demonio cual frío metal de una espada, que no conforme con la consigna de atravesar mi cuello llega con su punta incivil a erizar mi espalda. Pienso entonces, quizás, que cada vez hay menos sabios, y los que hay, se han entregado -la mente y el alma que les nació rota- a maquillarse de estas aislantes tecnologías, mientras arropan su pensar en la esencia misma del que nació idiota. Y a todo esto, me pregunto ¿Dónde diablos está dios, en estos tiempos en que el bien mantiene de pie a tanto difunto? ¿Dónde demonios está la gloria si en la corona de espinas, nadie nunca encuentra la aureola que el mal aparte del día la noche, o siquiera el driblar del puñetazo que la muerte de diario nos propina? Pienso, entonces, en la necesidad que me carcome cuando enlutado en tanta sal, ante el saludo y la pregunta rigurosa de un cómo estás, no respondo con la fiereza absoluta traducida en el semblante de quien pregunta, al contestar un mal. Pero calzo como siempre mis negras botas, aquellas que naufragaron y soportaron el barro, aquellas que me conllevan casi siempre, a esbozar en esta letra la perorata en la que no soy más que un idiota.

P.D. Más que un idiota, soy el imbécil que ahora te piensa en la vorágine de estas letras, en las que nada tengo y sin embargo, es en ellas donde siento el fluir de mi sangre y su fatídica lepra que mantiene mi pecho decadentemente fértil.

noviembre 15, 2013

Camino contigo

En el vacío de las noches como ésta
me da por pensar en verdes cipreses,
en la copa de algún diestro manzano
que logró esbozar su fruto sin gusanos
o en la bala que no me pegué en aquel
distante otrora directamente en la testa.

Todo esto, bien lo sé, ha venido
de menos a más en números rojos
entre la ausencia y la acumulación
de la sangre bajo el erizado vientre,
en el después que me sabe a nunca
cuando el mundo sin más gira
y en el balcón asoma el gato de siempre.

Mi espalda padece de fieros dolores,
mi pecho, de saberte y no tenerte
entre esta letra convaleciente de ardores
en los que sólo tu boca me hace fuerte.

He de pensarte tanto y lo sabes,
como haz de saber del pedestal
de arena en el que planto mis pies
esperando un derrumbe y las aves
sobrevolando las ruinas de una verdad
que me ronda los pasos siempre fiel, 
y el cantar de la caracola que hace mutis
y en la que sopla en mar tentando mi piel
a hacerte mía, del todo mía, Mujer.

En este vacío, en esta noche, en este verso
que significa la cofradía de un par de tragos
he venido a sellar esta letra con un beso
que se mantiene insomne y parcialmente
embriagado para comparecer como testigo,
cuando al menos pretendo, caminar contigo.

Metido hasta los huesos

Metido hasta los huesos en la porosidad 
de la arista de la media noche, a menudo
prendo mi hoguera con aquella tibia brasa
del infierno que guardé para futuras ocasiones,
que ahora en una espesa parvada llegan
para verme morir de frío al pie de la escalera.

Y es este sol que tanto quema y no calienta
cuando entre la penumbra rompo en hervor
 y esta pasión me mata y después me alimenta.

noviembre 14, 2013

Yo lo que debo es dormir

Yo lo que debo es dormir,
dejarme de gilipolleses,
vender en el mercado las ganas
que me traigo de morir
entre tu pecho y su grana,
de matar de sed al cardumen
caníbal de mis propios peces.

Entre tu eterna convicción
de entre tu abrazo hacerme feliz,
voy y vengo de las sombras
de estos versos, de la canción
que de a poquito te nombra,
borrando de mi paleta el gris.

Pero yo lo que debo es dormir,
dejarme de funestos tejados,
anclar el presente a la esperanza
de aquello que conlleva a vivir,
y si es que con ello alcanza
soñar con los cipreses de tu boca
para mantenerme de dios alejado.

La opacidad de las ventanas de los trenes

La opacidad de la ventanas de los trenes
muestra más sombríos los túneles poblados
por fantasmas entre los que se mezcla la gente,
entre los que deambulan sin rumbo el silencio
con epicentro en las entrañas y el tibio vaho
que emerge para darle un baño de tina a la muerte.

Y todos somos, eternos viajantes, fugaces pasos,
viejecillas que duermen la siesta mientras el mundo
gira y gira, híbridos y sedientos dromedarios
cabalgados por un moribundo que la vida estira
para mirar las sombrías ventanas de los trenes.

Yo soy de los que miran la nada en las ventanas
o de aquellos que ante ellas los ojos cierran
esperando bajo los párpados, el rojo de la luz
en la que mis fantasmas callan y se gobiernan,
soy de los que se miran reflejados en la cruz
transparente del cristal por el que asoma la febril
oscuridad que me carcome las manos de un bocado
y me deja en la boca tu nombre, tu beso, tu abrazo
la desesperanza en que descansa de noche
este despojo del alma, colgada en un atril.
 
La opacidad de las ventanas de los trenes
muestra más sombríos los túneles poblados
por esta súbita querencia, en la que me tienes.  

noviembre 13, 2013

Ahora que no te tengo ni me tienes

"Hice un solo desafinado
con las cenizas del amor,
las verbenas del pasado
gangrenan el corazón..."

Joaquín Sabina.

Ahora que no te tengo ni me tienes
me ha dado por volver la vista al cielo
y olvidar todos los bares, toda materia
indivisible que no germine en el sueño
que a pedazos cayó entre las fauces
de un presente etiquetado cual terrible.

Habrá de hacerme tanto bien como daño
entrelazar mis pasiones con la ausencia
que me da de beber, su antídoto en otro pecho
y dilapidar lo poco que me queda y tengo
anclado a un pedestal, metido en estas luces
en las que a ciegas trazo un camino derecho.

Ahora que no te tengo ni me tienes
la cama kilométrica que compartimos
adjunta un par de infiernos adyacentes
en el que a diario y sin más morimos.

Hay demasiada gente

Hay demasiada gente
que se conforma con una esperanza
basada en una copa de vino
o en un mendrugo de pan.
Hay demasiada gente
encendiendo cada noche
los televisores, demasiada
gente tratando a quemarropa
de olvidar sus propios horrores.
Hay demasiada gente
esperando del cielo una razón
que les cambie su suerte;
y habemos
algunos idiotas que esperamos
que nos encienda un cigarrillo
la mano blanquecina de la muerte.
Pero he de insistir, en aquello
de que existe demasiada gente.

Mi poema número seiscientos doce

Mi poema número seiscientos doce
ahora, tristemente yace en la basura
junto al empaque de mis cigarrillos
que oculta una botella parda y vacía
extinta en mi boca en un reciente otrora.

Tan mal están los tiempos que mi poema
mañana a primera hora será reciclado
y se hará de él una bonita caja corrugada,
una bolsa de cumpleaños, la pasta
de un cuaderno o una simple hoja exiliada
de esta manía de mis artesanas manos.

Mi poema número seiscientos doce
ahora, felizmente me olvida y sonríe
inmune a mi letra y a mis malas horas.

noviembre 12, 2013

Manifiesto

En la normalidad del resquicio
en que las sombras buscan asilo,
mis grietas crujen ante las brasas
de una esperanza tenue que oscila
entre los labios, bajo la lengua y la voz
de mis manos en la que el todo arrasa
a pesar del nácar de la luna y de su hoz.

Manifiesto mi cantar en la carencia
que asemeja tanta mano en los bolsillos,
en las aves que del sur nunca volvieron,
en la muerte que me acerca un cigarrillo,
en la querencia conjugada entre el ser
y el candor de la carne que me vence
a media luz, a la espera del levante.

En la nocturnidad que llevo a cuestas
sobrevienen sueños en ámbar y mortecinos,
hordas de reptiles hambrientos, señales
de vida monitoreadas en este pecho cansino,
vicios anclados a quimeras que lucen radiantes,
amaneceres desnudos, profundas soledades
cuando profeso el desayuno, fieras verdades
a la luz de tus ojos, de tu boca certera y quemante.

Y así,
mi vida,
en tu pecho
cual tunante.

noviembre 11, 2013

Ahí mismo estás

En mi carencia,
en mis feligreses sin credo,
en mis letras arcanas,
en mi demencia,
en mis viajes al Erebo,
en mis ganas,
en mi notoria necesidad
de sentirte del todo mía
sin sabernos la propia mar,
en este amor de cofradías
palpitando la carne,
los huesos,
evaporando la sangre.

Ahí mismo estás...

noviembre 10, 2013

Retazos XVII

CLXI

Me ahorraré la zozobra. El argumento
de las pardas sombras que están conmigo,
no es más que una parada en el bar
de la esquina, donde es la ausencia
una luz de neón que me invita a mirar
en tus ojos que no todo esta perdido.

CLXII

Bien sabías, que después de calzar
mis zapatos al despertar, encendía
un cigarrillo y me entregaba a la luz
del día. Sabías también que no era nadie
cuando escribía, cuando trabajaba,
cuando vivía o cuando a solas bebía.

Bien sabías que no podía ser
de otra forma; sabías de este pecho
y de estas manos que nunca callan,
de la nocturnidad con que la muerte
me espera para abrazarla deshecho.

Bien sabías, que después de todo
terminaría haciendo mis maletas
tan repletas de hollín y espeso lodo.

CLXIII

En la cofradía de la falta de luz
de los bares que me saben a ron
he buscado rostros desconocidos,
poetas escarchados, el calmo color
de aquel azul que esperan los vencidos,
un beso, una lengua tan sicaria del ratón
que prefiere las entrañas a los versos,
a dios, al extraviado mes de abril,
las canciones que esta voz ha cantado
y en toda esta maraña, te encontré a ti.

CLXIV

Aquí es donde yacen los cuerpos
que no supieron jamás el paradero
de su cabeza, donde los tiempos
se estancan ensoñando un recuerdo
en el tristísimo sepia de la belleza;
aquí es, donde todo resulta un giro
mientras cae sigilosa la moneda
y la nada me mira cuando la miro.

CLXV

Hablando como el idiota que por noches
enteras te confió de la utopía de hallar
después de tantas lunas, un certero verso
en el que pudieras tus manos descansar,
regresó al lecho donde el todo es tempestad
y miradas a filo de machete; triste regreso
a hablar como el idiota que por las noches
trato de hacerte el bien y te hizo tanto daño,
como el poeta que dejó de ser el hombre
de tu vida para vestirse de grises antaños.

Te quiero, te quise, no lo se.

Y en los rincones de la voz que apaga
sin rencores las velas y cierra la puerta,
asoma un mar que reclama mi cuerpo
y los suspiros de esta nada cierta
devorada por la terrible plaga del tiempo;
las horas también reclaman, las dagas,
las conjeturas concebidas, el alejamiento
de aquello sabido como el verdor de la vida.

Hoy, en esta noche en que carezco de metralla
para acusar mi destestable escrutinio de penas
y desdichas al destino cruel que me estalla
dejando soledades y glaciares en la cena,
vengo a hablar como el idiota con las maletas
en la mano, como el idiota no cesó de cantar
mientras dormías ajena a mi pasión mas secreta,
distante de la letra que te embadurnó de mi mar.

Te quiero, te quise, no lo se.

noviembre 09, 2013

En mis bolsillos VI

I

Pasa la luna y calla, a la distancia y
divisando sinuosos dorados y verdes,
asoma un sol que estalla su silencio
y en su candor vienes siempre.

II

Descubrimos en los pasajes
secretos del albor en añoranza
una sonrisa que no lleva equipaje,
un silencio cargado de franqueza
y aquella misma mesa del mismo bar
que no llegaremos a ninguna parte;
no sé, tal vez, al vaivén de la mar.

Nos descubrimos los dos.

III

A menudo todo este embrollo
en el que nos atamos de pies
y manos resulta ser, consecuencia
inequívoca de la propia imposibilidad
del ser, de la inclemente presencia
de la duda, del temeroso "tal vez".

¡Qué deliciosa y qué anclada entonces
en el hombre es la idea de perecer!

IV

Soy de aquellos que guardan lugar
en la lista de espera de la desesperanza,
de los que mudos prefieren cantar
por el sueño en el que dios descansa,
soy de aquellos guardan luto por la vida
brindando en compañía de la muerte,
de los que apuestan bajo su propia suerte
ante las cartas de las pasiones prohibidas.

Soy de aquellos
que a pesar de las penumbras
y de los años, se enciende el pecho
con la flor de un cigarro,
para verte a lo lejos reir
sin hacerte daño.

V

Ya es la una veintitrés y mi talante
me predestina que no llegaré a las tres.

Entre la cuarta y quinta copa de ron
blanco de siempre, con la humareda
del tabaco, con las ganas bien metidas
bajo el vientre y con esta piel erizada
nombrando un amor inombrable,
tambaleo por la escalera encalada
de un blanco tan feroz como amable.

Ya es la una treinta y dos y soy cobarde
cuando a lo lejos las tres ya me arden.

noviembre 07, 2013

La locura de sentirse vivo

Dentro del pozo
también la luz refulge
siempre en tus ojos.

Haiku.
Gabriel Salinas.

Esta falta insolente de sueño
viene siendo la fiel compañía
de penosos cielos arrastrando
desgarbadas nubes, de tragos
a medias luces, de alquitranadas
bocanadas de aire y de feroces
deseos entre oscuros azules.

Sin embargo algunas veces sonrío
como estúpido al pie de la escalera
en la que de noche cobijo mis vicios
y escribo; aún me basta una estrella
en las manos, una mirada, un te quiero
enmarañado a la locura de sentirse vivo.

Pero debo dormir,
dejar de fumar, de beber,
de hacerme el estúpido
que pretende escribir
una elegía cuando la oda
de tus ojos me brindan el día.

Por tus labios y por la mar

Por la mortandad que me hace presa,
por los estigmas en la frente y por las manos,
por la sangre a cuentagotas, por la rima,
por los codos en la mesa, por la fatalidad
de la ausencia que a diario y sin más me cargo,
por la derrota, por la humareda en la mente,
por esta pasión adscrita al "sin embargo".

Por dios, por el demonio que es mi hermano,
por la búsqueda sin sabuesos, por tanta noche
que al filo de la mañana encuentra mis ojos rojos,
por la patria hallada en el derroche, por un verso,
por los callejones en los que no encuentro cerrojo,
por la espalda erizada ante un rocío gris y arcano
que mantiene mi letra entre albores tersos.

Por esta mansa dependencia del acuse de recibo,
por mis espesas ganas, por la burda contrariedad
de no tenerte de una vez por todas en mi cama,
por la fatalidad de no tenerte cuando escribo.

Ha de quedarme intacta una sonrisa a media luz
cargada de sarcasmo, la ebriedad si me embauco
entre el atril de la cruz y una parvada de fieros orgasmos
en lo imposible de tus adentros, en la miel de tu claustro
y nada más, en la que brindo por tus labios y por la mar.

noviembre 06, 2013

El parlotear de los obtusos árboles

Aquí, mientras los árboles nocturnos
se mecen y concuerdan en su charla
de verdes con la frialdad de otoñales vientos,
se desnuda ante mí y del todo la ausencia
y la manía de pensarte en la precariedad
de estos tiempos, de esta manía de mis manos,
de la necesidad de este beso rondando tu cuerpo.

Y miro a quemarropa mi luna despostillada,
sus astillas de nácar inundando el suelo
ante mi paso, la eternidad aún no descifrada
en la que pueda hallarte en mis fervientes peroratas
que pretenden, hallarte en esta tibia locura
caminando una noche cualquiera de mi brazo
y no escuche el parlotear de los obtusos
árboles, para besar con mis labios tu frente.

noviembre 05, 2013

De certezas y fantasmas

Me he venido dando cuenta a golpes
de humo y un par de navajas en la garganta,
de tanto trago esperanzado a la palabra
que en este huerto debo plantar más flores.

En esta eterna locura de noches perdidas
me empeciné en el esquema de una gloria
inalcanzable, en la vaguedad de un ser
que sin ser ansiaba lugar entre tus piernas
y el día en que me deportaran de la escoria
subterránea, para ser mi pecho lugar habitable.

Hoy que me muero de ganas, respiro
la noche y su bálsamo y la noche me sabe
al beso color grana, a la clandestinidad
en la que me refugio y al tenue suspiro
en el que tengo tu cintura entre la vaguedad
del recuerdo cual fantasma rondando mi cama.

Bajo este cielo

Bajo este cielo auspiciado por ardores
de fuegos y lenguas que se arrebatan
el agua y de ellas a caso una gota beben,
resplandece un cementerio adoquinado
donde los huesos sin más se abrazan
en un resquicio donde el sol no es suficiente.

Sé que no vendrás y sin embargo,
te espero al pie de la encalada escalera
bebiendo un trago y encendiendo un cigarrillo,
cuando el demonio no me importa
y entre el espesor de la letra y la tinta negra
descubro una estrella blanquecina en mis bolsillos. 

noviembre 04, 2013

También los pecados sangran

Son mis manos, estas manos cobardes y autoras
un lecho grisáceo que pretenden de tus ojos la luz
que ha de quemarme el pecho esperando la aurora,
la multiplicidad del moho en mis panes y la libertad
azul de los peces que por la boca mueren, el siempre
que termina amordazado por el nunca y la fatalidad
de una caricia de sol y tierno oleaje que jamás te toca.

Yo, que a menudo me abandono por que sólo así
me quito la corteza y brillo, soy el guardián de los detalles
que ensalsan mi tenue brasa de los tiempos imposibles,
en los que no puedo morir abrazado al candor de tu talle
ni arrojarme del todo, a la felinidad de ser certero contigo.

También los pecados sangran el carmesí
de la aurora, cuando no duermo y la cálida
aureola del recuerdo te palpita de noche
inmersa entre estas ganas que te atesoran.

noviembre 03, 2013

Noche estrellada

Justo entre el ala izquierda y el pecho
de este diablo que a deshoras sonríe
me acurruco deshecho, me envuelvo
gris en la humareda terrible del tabaco
para copular con ella, para creerme
cuando nada soy una estela indivisible
de alquitrán y de este cáncer perenne.

Y también pienso en ti,
cuando no tengo más
que mirar a solas las estrellas.

noviembre 01, 2013

Sólo vine a decir

"Nunca he entendido mucho de la vida,
de niño me hablaban de un certero cielo
que albergó en él rojos y frutas prohibidas, 
y ante mis dudas de él decidí anclarme al suelo..."

Gabriel Salinas.

Podría irme al infierno por ello,
pero al tener pase de abordar y membresía
con destino a la caldera en la que mi latido
se cuece esperando de tus labios su sello,
de nada vale el fuego si me hace compañía.

Sólo vine a decir, esta noche de sinrazones
que en mi más terrible y absurda precariedad
se esboza un franco "te quiero", sin ese afán
de despertar de tu sueño el sol que dispones
con tu risa, ni mis demonios más letales y fieros.

Suena el llamado de este vuelo a ninguna parte
y estoy soñoliento, triste y embriagado;
debo dormir a la espera de saberme naufragado
cuando la dicha del siguiente día se reparte.