enero 29, 2011

Algo anda mal

Algo anda mal, lo sé bajo la tierra sesgada
por un extraño animal, de feroces colmillos
brillantes como sus ojos, vivos y sencillos
regurgitando una osamenta descalabrada.

Tengo a la mano un pico, una pala de madera
y una maza que todo destruye a su paso,
menos mis manos, su gesto ni su verso escaso;
enclaustrados con una vela en su madriguera.

Por que la tierra duele al latir indiferente
cuando la propia frente, yace muerta, tendida
entre un par de derrotas, desde siempre perdidas;
y cuando húmeda, bien huele y todo es simiente.

No creo en el avestruz, pues ha sido desmentido
el mito de su atolondrada cabeza, ahogada
entre granos y minerales, nunca embaucada
por los soles distantes ni amores derretidos.

No creo en el señor que ha enlutado tantas alcobas
con su cruz, por tantos siglos de ella sostenido
sin inmutarse, su mismo rostro entristecido
a pesar de hallarse clavado en selecta caoba.

Tal vez por eso, habito esta inhumana trinchera
nocturna y recubierta por mis soledades,
empeñadas en anclarme cada noche al Hades,
sin resquicio por donde escapar ni una escalera,

para subir a ver las estrellas, si sonriendo
envejecen o llorando frías amanecen,
si mientras brillan también tristemente perecen
o si simplemente, cantan cuando estoy muriendo.

enero 25, 2011

Aquí

Aquí mueren las aves al instante
a pedradas, de choques eléctricos,
de tristeza, de amores excéntricos,
pero mueren, sin remedio al instante.

y el grillo canta, a la noche evoca
sus vanas letanías de libertad
agonizante, llenas de enfermedad
y pastizales, de sueños de roca.

Aquí la gente pasa y se estanca,
alguna vez se detiene y mira
un poco el candor de un pecho que expira
entre colchones y sábanas blancas.

Y el mundo gira y no recuerda
pasados, lo que un buen día logró ser
ni aglomera las ganas de perecer
con el cuello cortado por la cuerda.

Aquí hay un perro que siempre ladra
cuando la noche, vorazmente avanza
y carcome después de tirar lanzas
de rabia y mi cabeza taladra.

Y tus ojos, cual almendros perdidos
en las sombras, no reviven audaces
mi fieras manos con mágicos pases,
ni recubren mis versos disminuidos.

Aquí hay un palpitar manchado
por el polvo y el claro desuso,
un vil amor todavía inconcluso
que viene y va, en tono gris marcado.

Y en tus adentros, no hallo recibo,
ni en tus pechos el ansiado cobijo
que me acerquen al feliz escondrijo
donde la luz, sea crucial adjetivo.

Aquí hay fuego que aún arde, ceniza
que se eleva, una pasión incesante
que obtusa e insumisa y trepidante,
que no te entibia ni al cabo te hechiza.

Y mis ganas, se urden al desencanto
de la misma noche siempre calcada
a fuerza de esa tiza nacarada
que yo mismo, enardecido decanto.

enero 22, 2011

Pecador

No será mi alma, pues yace sencilla
vagando entre el sueño y el espanto,
nítida y siempre fiel a su canto
a pesar del hedor a alcantarilla.

Comprendí la vida a escasos seis años
cuando un hombre, con su machete en mano
a su Mujer de modo vil, e inhumano
quiso matar, y lo recuerdo; hogaño.

No será mi pecho, resquebrajado
pues late y late y se enamora
de la noche, razón embriagadora
por la que aguanta el frío del tejado.

Poco después, me sorprendió el amor
en una cruz atado, amordazado
en propias letras y ensimismado
para volverme, del todo pecador.

Y yo que peco y pecaré tanto
suspiro, y me envuelvo en letanías
de sombras tenues y luces tardías,
de veladoras prendidas sin santo.

enero 21, 2011

Dónde pudiera yo

Dónde pudiera yo hallarme, en la copa,
en la danza del buitre, en la humareda
que alrededor de mis días se enreda,
en un verso soltado a quemarropa.

Dónde pudiera yo, mi vicio amainar
en plena noche, con su luna en plata
y mi corazón que late y mata
enlutadas virtudes a medio andar.

Dónde pudiera yo, quirtarme la piel
bajo un manto tibio y amigable,
bebiéndome una razón razonable
para pasar la pesadumbre de la hiel.

Dónde pudiera yo, mirar completo
el amanecer cuando el cielo estalla
en luz y todo baña; fiel metralla
en contra demonios y esqueletos.

Dónde pudiera yo, cercar levantes
dispuestos a huir, de esas nubes de alquitrán
revestidas, cual místico talismán
esperando las sombras trepidantes.

Dónde pudiera yo hallarme, en el llanto
contenido, en el árbol que ha secado,
en la eterna hojarasca del pasado,
en el que otrora, en mi nocturno canto.

Dónde, dónde yo pudiera, alzar vuelos,
revolotear cenizas, ser y no ser,
vislumbrarme en tus ojos sin perecer,
sin saber mis pies atados al suelo.

enero 19, 2011

Alguna vez

Alguna vez fui aquel y reconocí el llanto
atado a una piedra, rodando colina abajo
derribando pinos, moliendo escarabajos
y sonreía ante el horror y el desencanto.

Y mi lengua, abrasaba la gloria perdida
de los años que aún no tenía, ni sabía
de dolores etéreos que se entretejían
silentes en mis entrañas, ahora rendidas.

Maté más de una vez, una rata por placer
y ante la sangre derramada, danzaba
en furor y alegría y me colmaba
de valentía ante la palabra perecer.

Era pues, un arquero que hoy no tiene arco
ni flechas, ni delirios crueles de grandeza;
era, quien no buscaba una burda nobleza
sin importar puerto ni la ausencia de un barco.

Hoy, me pesan los puertos que nunca he erigido
frente a un mar receloso, mostrando sus crestas
erguidas, voraces, mientras el sol apresta
un amor que me atienda, al llegar malherido,

cuando río por la implacable ausencia, otrora
disipada con dogmas y bellas auroras
aún embriagado y en plena calle, tendido
con los mismos sueños en vela, entumecidos.

Hoy, necesito un beso sin saber fronteras
del bien y del mal, un pecho atento, dispuesto
al amor y a mi corazón sobrepuesto
en un cuerpo enclaustrado dentro, en su trinchera.

enero 17, 2011

Dentro del pozo

Dentro del pozo, en el fondo, una rosa
-que ya no es rosa sino negra- mira
su vestido pudrirse, cual mentira
desmentida, infértil y azarosa.


Y ahí, hay un niño que se ahoga lento
con los miembros entumecidos, llora
y las piedras no le abrazan, añora
una caricia, un beso macilento.

Sus lágrimas pican el agua, saltan
y se entrelazan y mueren ahí mismo,
sin saber siquiera de pragmatismos
ni de los estertores que le faltan.


Dentro del pozo, en el fondo, una luz
que no halla donde reflejarse, opaca
y dispersa, pura y demoniaca,
buscando una sombra temblando en la cruz.

Y ahí, hay también desnuda una Mujer,
aferrada a su vientre, ensimismada
y de todo carente, resignada
a soportar sin condición el deber.


Y musita para sí una canción
que resuena entre el candor de su pecho
-a implacables cincelazos- deshecho,
y su voz, resulta una dulce oración.

Dentro del pozo, en el fondo, dos cuerpos
muertos por el tiempo, fríos, podridos
por la humedad y los propios latidos,
cerca uno del otro, siendo anticuerpos.


Y a tientas se buscan y se tocan,
hacen el amor y después se alejan,
se olvidan y aún así se recuerdan,
y con esa rosa negra, se estocan.

enero 15, 2011

Y entonces me arrebato

Y entonces me arrebato
a plena luz, en plena sobriedad
maldigo lo que tantas veces he dicho
pero maldigo aún más,
lo que por estas manos que sienten
jamás se ha escrito.

No he de buscar razón
en las nubes que danzan nocturnas,
no me tiraré al piso
ni pegaré el oído al suelo
en espera, de escuchar a lo lejos
tu corazón latiendo,
si es que aún lo hace
y no ha muerto como todo lo ha hecho
entre mis labios llenos de humo
y grisáceas cenizas que vuelan
a reunirse, en lo alto con las aves
que un día cantaron y cantaron
mientras sus huevos eran devorados;
también fue en invierno,
un enero que soltaba fríos latigazos.

Y yo estoy aquí, donde siempre
con el hedor corrompiendo mis manos
que ahora pienso como terrible mal
añejado, nauseabundo y necesario.

Como el sol que ya no me reconoce
cuando lo miró por encima del hombro,
así mismo el espejo me ha ignorado;
ya no soy aquel que navegaba
sin temores su barco de papel
entre matorrales acuosos e insomnes,
a media noche entretenido con el paso
de los astros, con la sorpresiva aurora
leyendo a escondidas mis versos.

Quizás, como todo lo ha hecho
ya he muerto,
entre el licor y el tabaco
y ni cuenta me he dado.

enero 13, 2011

II

A algún lugar irán, con su equipaje atado
a una rama de cedro, pobres y dolientes,
con la zozobra rondando, siempre presente
en la tibia humedad, entre sal y pasado.

Hoy, bien podría encontrar en el diccionario
mi nombre tal cual consta en el acta, aludiendo
al término jodido, mientras yo escribiendo
busco una lágrima con sabor tumulario.

enero 10, 2011

¿En qué momento la noche se viene encima?

¿En qué momento la noche se viene encima?
No hablo del estallido voraz de las sombras
que todo carcomen ni esa Luna que nombra
a los muertos ya vueltos polvo sin estima.


Es la vida, en su fase más baja; dormida
la masa amorfa en blandas camas, con almohadas
que nada cuestionan antes de la alborada,
cuando declina la luz, triste y rendida.

Es el amor, así tan sólo o con prefijo,
que al final del camino, habrá de dar lo mismo
si resultó bello espejo o cruel espejismo,
o al cabo si encontramos en él escondrijo.


Es la razón siempre ascética, sin cabeza
ni manos ni pies, con el cuerpo trasmutado
afirmando lo que es y lo que no es, negado
a fuerza de querer encontrar la certeza.

Es el vicio, que desencaja y no parte
al sur ni al norte, ni a caso busca rincones
donde alejarse del bullicio y de dones
maquillados que no representan baluarte.


¿En que momento la noche se viene encima?
No hablo del silencio, con su estrépito fatal
que inunda las horas ni su cobijo glacial
en que tiritando, la voz halla su sima.

Es el dolor, la misma hoguera que no quema
sino que apenas chamusca; la guillotina
con su navaja que no corta las anginas,
pero marcado ha de dejar, sutil edema.


Es la duda, encantadora que se empecina
a tirar del brazo y colgarse, perdida
en ese universo donde nunca es vencida,
donde nimba al incauto con luz ambarina.

Es la tinta, que corrompe el papel en trazos
anárquicos y huraños, incontenibles
como abrir los ojos al despertar, terrible
condena que ha de llenar la hoja de arañazos.

Es lo perdido, que reclama su presencia
y toca esa puerta que jamás será abierta
por ser ya, recuerdo vago, imagen incierta
hecha trizas, triste, mendigando clemencia.

¿En qué momento la noche se viene encima?
Dime tú, Mujer, que serás por siempre, origen
y final dulce, si son tus caderas que rigen
mi verso, o si en plena noche, hallaré tus cimas.

enero 07, 2011

Desempolvé la Guitarra

Desempolvé la guitarra
y le acuse un par de notas encantadas
al mar que yace ahí,
de mí siempre tan lejos,
con su eterno oleaje
que todo invade y sin embargo,
no me hago escuchar.
Y sonó en su canto de olvidadas caracolas
un re menor colgado a un arpegio
que desde el mismo inicio,
pretendía ya un rotundo final,
de ecos perdiéndose tras esa noche
que me engulle como la serpiente
que consecuentemente,
baja por mi pecho y se anida
en el hueco que hacen mis manos,
cuando más arde mi propio sentimiento
como queriendo ser por la pluma,
vilmente expulsado.
Desempolvé la guitarra
y le canté bajito
y la acaricié
y la llevé después del brazo
a que mirará el cuarto de Luna
que asomaba entre el espeso cielo.
La miramos, ella desempolvada
y yo, hecho más nada,
sin mar donde naufragar
ni voz siquiera para cantar.

enero 06, 2011

¿Qué te digo?

Es esta mi terrible necesidad,
la de buscar la lluvia que en mi ha secado
mediante estos versos agazapados
en un rincón, respirando la humedad.

Imbécil un tanto y de noche soy,
y no por necedad, es la vocación
innata, la carencia de convicción
es un infierno a donde gustoso voy,

con mis manos y mi alma apedreada,
que ya es bastante zumbando en la nada,
que resulta más cruel de madrugada
con la daga en el cuello atravesada.

¿Qué te digo Mujer, yo de la vida
si la mía, la he anclado al desencanto
de notar en el espejo ese espanto
de traer el alma seca y tullida?

¿Qué te digo acerca del atardecer
y de sus llamas, de su roja pasión
que embauca con su dorada salvación
y que al corazón le impide envejecer?

Yo, que viejo y maldito he nacido
no puedo más que brindarle a los vientos
un puñado de demonios, por cientos
que bailan borrachos, enardecidos

mientras el humo del tabaco fluye
haciendo del cáncer suaves figuras
que matizan y al cabo suturan
el licor que en las venas se diluye.

¿Qué te digo, yo que no encuentro soles
en este invierno y si ulceraciones
a partir de propias laceraciones,
que no cesan ni aún con arreboles?

enero 01, 2011

Se Trata Entonces

Se trata entonces del frío, del hambre,
de la locura y de la soledad,
de una constante y fiera tempestad
donde sólo corre la propia sangre.

Tan simple, que resulta inexplicable.
Algunos vidrios rotos he tragado,
un millar de veces he naufragado
dentro de esa memoria imborrable,

que me viene como gélida fiebre
con sus espasmos y con sus dolores,
con sus delirios de bruma dadores,
sin el cobijo de ningún pesebre.

Simple, como no traer nada en el vientre,
ayuno obligado sin fe que arroje
al demonio o su negra flor deshoje,
feroz de mí, de mi carne silente

que al hueso se adhiere y se retuerce
y ruega por no ser vano bocado
ni en medio de la noche, ser tragado
y sin razón de funeral se esfuerce.

Se trata de esta inclemente locura
de tintes sombríos y sardónicos,
sujeta a pincelazos lacónicos
sin tener fármacos para su cura.

Se trata de los días vueltos noches
y de las noches en voraz vigilia,
reparando más en fobias que en filias
por que ellas, no nos traen ningún reproche.

Y al final la soledad, que empaña
la copa y nos abraza a su espalda,
jurándonos lealtad bajo su falda
que es, donde esconde su letal cizaña,

mientras el borde nos alcanza, muertos
a palos por el camino elegido,
calcinados, tristes y abatidos
recogiendo flores sin tener huerto.