octubre 23, 2011

Fiebre nocturna

Hoy que la fiebre me invade nocturna
y el humo del tabaco no me eleva
se me termina esta voz taciturna
atada al demonio que se subleva.

El frío de la noche ha aniquilado
a las golondrinas que en mí dormían
esperando el otoño arrebolado
donde los sauces sin más me mentían.

Busco en lo alto una copa brindando
por el hueco formado bajo el vientre,
por las manos vacías exhaltando
la pasión y el vicio desde siempre. 

octubre 22, 2011

Del pasado

Recuerdo que hubo un tiempo
donde las arboledas no daban cabezas
como frutos y en el alma no anidaba
el dorado crujir de las hojas secas;
bajo los pies de la engrandecida
la sombra  mirábase un dejo de luz
refulgiendo los cantares del alba,
iluminando el estallar de las olas
contra las rocas donde siempre
volvían, mansas, libres, ilesas.

Hubo un retrato del que nada soy,
un cruz atada a un padrenuestro
siempre insípido y sin embargo febril
colgando de mi cuello de infante,
sobre mi pecho solitario, incoloro
y ya con los primeros pasos punzante;
enardecido como el hombre sin amante.

Las aves surcando la aurora cantaban
melodías de luces sin bañarse de llanto,
las nubes bailaban entre el azul inmoral
del cielo sin reparar en ser cúmulos o estratos,
sin adherirse la piel a la lengua de lluvia
que apaga el deseo antes de ser inhumano,
sombrío, taciturno y del todo desesperado.

Hubo días disueltos en mansas sonrisas,
caricias que no llegaban a la lascivia,
un hueco indescriptible en el vientre
sin saber siquiera a lo lejos el hambre
de las noches en vela sentado al pie
de una escalera encalada y siniestra;
niños jugando en los parques a la pelota,
sudores en la espalda ajenos al calosfrío
de una noche insomne y palabras desiertas.

Los temores dormidos bajo la cama
esperando mi sueño para desaparecer
cabizbajos por mi eterna ventana,
mariposas de mis ojos embriagadas
que nunca tocaron el suelo;
con sus alas a veces blancas,
otras doradas enmarcadas en negro
con su beso en la frente me despertaban,


Hubo un destino alejado de lo funesto,
aquellos días en el instituto, mi razón
imponiéndose al dogmatismo común
de los que querían triunfar sin ser triunfadores,
mi encarecida sinrazón al saberme sin precio
cuando una noche miré la Luna y ella me dijo:
estarás a mí, siempre dispuesto y sujeto,
a mi totalidad y de mi curvas sediento.

Los dolores que no logran curar los médicos,
la eutanasia pensada como método abyecto
al desconocer el dolor de unos labios infectos
de Lunas que pasan y pasan, del todo amarillas
sin rozarme siquiera la frente con su beso,
como la Muerte que me cobija entre penumbras
que me baten y abaten el verso que elucubra
el sol y los días prósperos en vigilia.
 

Hubo temblores, amores de paso inciertos
que se me clavaron cual sombras en los huesos
que me saltan a simple vista enajenados;
endecasílabos terribles, alejandrinos huecos
que relegaron mis pobres y funestos cuentos
donde la esperanza fue un espejismo cruento.


Hubieron mis labios de beber néctares malsanos,
copas y copas de Ron y algunas veces
whisky de Tennesse con todos sus reveces
radiantes de desamor, de esqueletos enraizados
bajo la sombra de lo que fui y ahora no soy
cuando me encuentro demasiado viciado
y por más que lo quiera nunca estoy.

octubre 19, 2011

Mi gusto

Me gusta esta ronda de nocturnos
vaivenes, la transparencia letal
de la lágrima que no termina
su elucubrar triste, taciturno,
desmedido como salto mortal
de la espiga que nunca germina.

Los tonos menores, la guitarra
cubierta de polvo, la voz mansa
apuñalada por el silencio,
los acordes de acuerdo a las garras
de los demonios que en mí descansan
cuando la Luna no tiene precio.

Me gusta mirar adoquinado
el cementerio, las negras cruces,
oler esas coronas de flores
marchitas de aquellos olvidados
por los años de las blancas luces,
que alumbraron radiantes amores.

La tormenta cayendo en mi espalda,
reanimarme el pecho con un trago
que me desborde el alma en oleaje
cristalino, sin mayor guirnalda
que los versos en los que naufrago,
con una pluma como equipaje.

Me gusta Goya, sus Majas, ambas,
aunque sean tristemente la misma;
de Van Gogh esa noche estrellada
que se basta de un cipres por jambas
sosteniendo al mundo sin sofisma
categórico puesto en la nada.

El papel y la pluma entintando
amaneceres de extraños gatos
ensimismados en su tejado,
cuando la Luna pasa enmarcando
su soledad en gris arrebato
rememorando el triste pasado.

Me gusta ser aquel que nunca soy,
un soplo de mar, llaga sanada
por la palabra, pecado mortal,
beso cruel en los labios del "no estoy",
del "nunca más", voz amoratada
entre la cúspide de lo abismal.

La nube enraizada en tu mirada,
la sal destilada de los mares
que los pies sin demora te besa,
el sol en su roja llamarada,
el dios que no sabe de pesares
en los que el labio triste profesa.

octubre 17, 2011

Trueque

Cambio un centenar de poemas malsanos
por una pluma que escriba alegrías
alejada de aquel tono inhumano.

Mi Luna amarilla

Justo a mitad de la noche
un viento fresco pasa y rumora
la voz del mar erizado a lo lejos.

Han huido las aves, han chocado
sus picos contra la ausencia
de semáforos en el paraíso;
se han extirpado las alas
y hecho almohadones de su plumaje
para el infante que sereno duerme
sin saber dónde reposa su cabeza.

Huyen a pasos de gigante
las sombras al verse descubiertas,
apagan las luces de las bombillas
y reforestan las copas de los árboles
en los que ha madurado el desencanto;
huyen hacia el espejo del que han salido
buscando las tijeras en torpe arrebato
para dejar de ser siluetas sin costillas
enclavadas en un cuerpo de barro.

Huyen las nubes besadas de vientos
sin rosa ni obtusos puntos cardinales,
algunas pasan lista y de pronto se deshacen
sumergidas en la grisácea caracola
que da voz deslucida a la vida;
algunas otras estallan en lluvia perdida
en la garganta de una isla desconocida
por las mejillas donde el pecho sangra.

Huye la humareda enardecida
después de anidar mis fauces lóbregas,
de aniquilar mis mansos pulmones
sometidos por alquitrán y el talio
empedernido a las plagas erradicar
de los días por los que no he andado
vagando entre un cielo bastardo.

Y sin embargo, mi Luna amarilla
no huye a pesar de estar mordida
por los voraces demonios nocturnos;
mi Luna está radiante y cristalina.

octubre 16, 2011

Pese a mi noche en vela

Pese a mi noche en vela, a mis demonios, mis quimeras,
al cieno inveterado arrastrado en los necios pies,
al clamor enlutado, a mis extrañas maneras,
a mi vaga percepción sobre la ley de Moisés.

Pese al cielo teñido de amaneceres rojos,
al humo que me envuelve, a mi reloj inclemente,
a mi vicio en el vaso servido sin cerrojo,
a mi talante expuesto a las horas indecentes.

Pese a mis sueños blancos, a mis negros destierros,
al hueco en las entrañas condenadas al huerto
donde el fruto prohibido, causa el sabor a yerro
y la lengua se escalda ante el saberse ya muerto.

Pese a la Luna llena, a este sentimiento ajeno
en el que soy y no soy del todo, casi total
a media luz, perdido, desgajado y bueno
como aquel que predica su verdad aún más letal.

Pese a mi letra en llanto, mi sonrisa se clava
en tardías auroras, en mármol cincelado,
en el de vez en cuando, en la ignorancia más brava,
en el latido alegre del ciprés enraizado.

octubre 12, 2011

Duermen las nubes

Duermen las nubes entre su bóveda celeste
y las calles se agrietan cuando mi luto es este,
el del verso en la piel clavado como alfileres.

Mientras tanto se me caen los ojos a pedazos,
mi alma termina de hacer maletas de retazos
de sueños, de un suspiro envuelto en anocheceres,
de un despertar con la resaca anclada a un vendaval
fiero y huraño, de un soliloquio en funeral
donde el muerto es uno, sin mayores menesteres.

Y duermen los niños, las señoras atareadas
durante el día, los vecinos, las embajadas,
las misivas en el cajón a ninguna parte,
los hospitales, los tristes parques, los jardines
cercados de espinas, la oscuridad de los cines,
el hombre que en la Luna ha perdido su estandarte.

El mundo sin saber de su agonía ahora duerme,
y yo que sé la mía, velo mi pecho inerme.

Mis tres de la mañana

Mis ojos insomnes, mis pestañas
desiertas, mi vaso enajenado,
mi silueta, mi pecho enlutado,
mi Luna, mis tres de la mañana.

Mis manos escarchadas, mi llanto
extraviado, mi calma sobriedad,
mi delirio, mi lóbrega verdad,
mi insomnio, mi verso sin encanto.

Mi tabaco, mis demonios, mi luz
sin baterías, mi sed pagana,
todas mis ganas y mis desganas,
mi reflejo, mis clavos y mi cruz.

octubre 10, 2011

Afuera

Afuera llueven sales, siluetas incrustadas
al feroz amanecer apretando los dientes,
guerras pacificadas, dos pasiones dementes
elucubradas al sol entre letras aladas;
llueven calmos sofismas, catedrales repletas
de incienso inagotable, tejados vueltos humo
y grisácea ceniza, del alma un veraz zumo
exprimido entre rocas en morteros con grietas.

Llueven dos golpecitos entre pecho y hombro,
uno tibio y otro, sin más, témpano de hielo
alojado en infiernos con la vista en el cielo
puesta sin especular jamás de sus escombros;
uno es rayo de manso sol, otro, Luna viciada
por la misma sinrazón de los amores rotos,
por la maraña febril del verso en vil cigoto
engendrando la pena solitaria en la nada.

Afuera el mundo vive dentro de horas marcadas
y nunca se detiene ni mira el dentro incivil
del sentimiento que arde con ese fuego sutil,
de los labios amantes, en soledad demacrada.




octubre 09, 2011

Como furtiva sombra

Como furtiva sombra vagando al medio día,
entre soles de un mayo desmembrado y viejo,
enmarañada del vaho que emana la utopía
del ciprés enraizado, del ocaso bermejo
recorriendo la lengua partida por la mitad
y el sentir malsano de este pecho discreto,
de este pecho que late, de este pecho sin edad
que ha de sangrar maldito, por la noche sujeto.

Como festiva muerte deambulando tardía
por las salas de espera de tristes hospitales,
como un dios desclavado de la leña en que ardía
taciturno y voraz, de tantos arrabales
sediento, enamorado, de amor circuncidado
por las noches grises donde reinan los gatos
maullando claridades en medio de tejados,
en medio de la bruma cantando su arrebato.

Como el beso no dado, como verso sin dueño
que a media luz le mire, como soplo de viento,
como caña vuelta ron presta a quitar el sueño,
como el dedo que vibra malversando el aliento
como el sin oleaje, como las horas muertas
en las que el mundo duerme, como un tango asexuado
sin piernas ni estertores, como la herida abierta
que el tiempo no ha de sanar ante el verso extasiado.

Como el vaso en que bebo, como labio añorado
en mística soledad, como las notas malvas
en la voz anidadas, como el nunca soñado
donde soy más que el tipo que del ayer te salva
y del cruel amanecer te embelesa intacta,
a pesar de los cirios que oraciones te rezan
bajo mis pantalones, en razón tumefacta
cuando entre copas pienso tu flor y su tristeza.

octubre 08, 2011

Aquel callejón

Un rumor siempre cierto lleva el labio a la sales
que huyen a toda costa del mar y sus oleajes,
al descorazonamiento del latir, bagaje
a media Luna urdida, entre eternos rosales.

Bebo más de lo justo, me dicto esas pasiones
que no han de llegar nunca, sedientas a las cimas
donde los verdes hacen erráticas las simas
y la propia candidez, emana sinrazones.

Fumo el pardo tabaco, catedrales desiertas,
las luces tan perdidas de las ciudades
que a pesar de lo pobre se creerán más perfectas

en la nada perdidas, delirios sin edades
ni caminos que cubrir en línea recta,
aquel callejón fiero repleto de deidades.

octubre 05, 2011

También hay caracolas

También hay caracolas y blanquecina arena,
colores en el aire, voces enarboladas,
brisa tibia y mansa y tiempo que cercena
el latido del pecho siempre desangelado;
besos preñados de ayer, de manos insurrectas
buscando entre las ropas el alma amarillenta
y la Luna nublada de demonios, infecta,
febril, espectadora del rayo en la tormenta.


También hay garabatos vueltos un día letras,
cuentos, retratos, versos que vuelan en cometas.

octubre 02, 2011

Llego a casa

Llego a casa y un triste rumor me invade
cargado de olas cristalinas y errantes,
el mismo y viejo sabor a sales de mar
me mantiene inquieto y distante:
la Luna en sus recovecos se esconde,
el viento un susurro se ha vuelto
sin tangentes ni claroscuros
donde el raciocinio se haya envuelto.

Entre mis propias sombras me elevo
y he de llorar cuando al cabo río,
y he de hacerte mal cuando no encuentro
mi propia imagen devuelta cuando sonrío
al espejo nocturno, al espectro de noche
que pretende hacer del bien un derroche.

Puesto que voy y vengo,
oscuro y siempre sediento
del obtuso signo de más,
mi horóscopo del arrabal
encarnado en hombre-esperpento,
vuelve silente cuando devengo
disuelto entre copas y mar.


octubre 01, 2011

La noche trae consigo

La noche trae consigo el olor de las sombras,
el fuego elucubrado de las mismas deshoras
crueles, duras, perdidas; el candor de la alfombra
ante los pies desnudos esperando la aurora.

El valle de los sueños más de una vez ha muerto
a manos del espanto, del desencanto sutil
del cofre de Pandora, del sentimiento tuerto
que ha de mirar el mundo como aposento febril.

Han de reinar los diablos de cola colorada
y las Musas cual Majas desnudas y sin Goya
blandiendo un tenue pincel ni telas desbocadas
sujetando mis ganas, reconstruyendo Troya

sin ser siquiera Aquiles, ni el místico Odiseo,
sin encontrar la fuerza del barbado Agamenón
para surcar los mares, cuando a oscuras tanteo
la historia de este pecho, mutando de gato a león.

Sumergido en las sombras, busco voz en la historia
que no será la propia, caricia entre tus manos
y alas desprovistas de una errante memoria,
busco más que las luces de tus pechos arcanos.