diciembre 25, 2013

El sueño me vence

El sueño me vence y un poco el trágico
resplandor de una luna carcomida
donde habitan tus ojos, donde tus manos
leves diseñan cuerpos celestes y mágicos
y la perdida sobriedad de pronto aniquila
del levante la redención preciosa del rojo.

Ayer pensé deberle mis designios
a la cresta más incivil de la mar
y hoy que te tengo y al cabo te entretengo
en este derroche de tintas negras y papeles
con ganas de hacerse el loco y amar,
vuelvo al cielo la mirada y abro los brazos
para recordar que entre los tuyos existo.

Tienes los labios que de noche preciso
y la temperatura adecuada entre las manos
para bordear los glaciares en los que vivo,
encomendado a ser este ser inhumano
y tambien tienes el claroscuro del don
que me viene a traer a la propia sangre color.

Pero el sueño ha venido a dejarme indefenso
y decadente ante esta tibia luz de la ciudad
que no espera sino el beso de su muerte,
a mitad de una blanquisima estela supuesta
en los albores de un arrabal intoxicando
este hueco en el costado diestro de mi suerte.

He de pensar entonces y elevarme
cual voluta de humo surcando el aire
que por tu nombre pregunta y por la noche
entre un felino disfraz. Y  he de pensar
en tus labios y si en ellos conviene matarme
con su beso a beso, con su miel de sangre
que me lleva a la presteza del derroche.

Debo dormir, no mucho, un par de años,
un lustro que no precise la eternidad
que al despertar me muestre extraño
ante mis diablos con la boca llena de sal.

Pero entre mis sueños más letales
te llevo bordeando un cielo azul
y cristalino, una espesa metralla
de metales incrustados en el vientre,
un canto que a solas habla de tus pies
y del oleaje cuando en mis ojos encalla
por que te sabe presente entre la luz
y en la añoranza concebida en el después.

Ante mi bandera blanca,
es el sueño quien me vence,
cuando el propio eco estanca
este latir que de un amor
irrefutable sin mas se convence.

diciembre 22, 2013

De madrugada y un tanto embriagado

El mundo es triste y está enfermo,
y sin embargo nada de ello
me importa mucho, si en mi frágil
balanza, tu mano en mi mano
o la luna en lo alto me brinda destellos
en los que la voz de la caracola escucho.

Esta noche en la que soy derrochador
de un pecho que ha de pagar los intereses
de todo aquello que ha vivido,
esta noche de mascaradas sin los verdes
de los cipreses, sin los ocres de un futuro
traidor con estrellas en los bolsillos,
esta noche en que los fríos no hallan muros
que los contengan con un pan y dos peces,
soy el cuerpo de una incivil ausencia,
de los treces siendo martes con la ilusión del viernes,
soy el amor atolondrado con copas de cianuro
que te espera cuando el sol a mi no viene,
ni la gracia de la redención me conviene.

Poco ha de durar la vida y su leve cordura
en el suspiro de este lobo que nos acecha
con sus afiladas fauces a manera de cura.

Una mujer duerme a mi lado cuando escribo
y mi talante describo desnudo ante el carmín
de la sangre estancada bajo el fiero vientre,
una mujer busca sin remedio entre mi nada
la letra que la describe cierta y tenue,
rondando con sus labios el parnaso y el siempre.

Y sin jamas decirlo siquiera a mis sabios,
he venido naufragando entre la gris espuma
y la estela de un arco iris que surcó malvo,
los sitios donde el demonio conmigo fuma.

¡Ah! ¡Cuanto me faltas entre la fresca mañana
y la impiedad de una luna que anuncia la noche
para mis ojos a esta edad aún tan temprana!
¡Cuanto me faltas, cuando se me cae la voz y la cara
y el recuento de los pasos dados resucitan
el ayer donde mi alma sin mas acampara!

Aun recuerdo el sabor del magma
entre tus piernas y tu piel morena,
la perfección nacida en el albor de tus pechos
que tan bien le van a mis manos abiertas
carentes de sol y de crepúsculos deshechos
sujetos a la hoz de tu cadera por mi desierta.

Y entonces, de madrugada,
un tanto embriagado
de las luces de un neón amarillento,
cantando canciones ante oídos sordos
de caracolas esperando un mar salado,
voy viajando hasta ti a paso lento,
convidándote mi letra que es la nada
que te nombra en la espesura del desierto
en el busca cobijo mi propia sombra.

Disculparás tanto verso arremolinado
sobre el claroscuro de mis felinas carencias
entre las que me muestro febril y calcinado,
por aquello de mis innatas querencias
en las que bellamente te has retratado,
clamando por un beso y el sol de diario
besando tus hombros ante mis demonios
que esperan hallar para si un cielo claro.

De la sal, del mar y de lo perdido

No es nada, es la ciudad en llamas
y una barca por la ausencia tripulada.

Como tantas veces, hoy detuve mi andar
con su lóbrego paso en el recodo de un viento
que me cantaba canciones de mar
entre la luna y un corazón en pedimento,
y la ciudad, se reducía a volátiles cenizas
danzando abrazadas a una noche sin edad.
 
Regrese a aquella banca del parque
donde solía estar sin estar del todo,
volví a ser por un recuerdo y un instante
lo que no puedo ser ahora que bebo tanto
y me vuelvo cada vez menos queriendo
ser entre remolinos de nada un gigante.

También he vuelto a aquel mal hábito
de crear comunión con el mar y el salado
fin que conduce de noche a llorar,
y he llorado, tanto, como un niño sin su madre
perdido en la plaza o en el supermercado,
cuando las ganas para más no me alcanzan
y estas manos solo escriben a su manera
descalza y cobarde, una horda de versos
que siguen del desamparo la ruta y la sangre
que impide el brillo nacarado de mis huesos.

No es nada, quizás un cúmulo grisáceo
de humedad a sabiendas de hallarse perdido
esperando que sus gotas confundan este llanto
con la cortina marina que se ha desprendido
de mis ojos, ahora que callo este mio canto.

Hoy que recuerdo el ciprés de un amor
que terminó muriendo sin su colosal altura
y sus copiosos verdes, escondo la mirada
por que también con el tiempo perdió
la bravura con que antaño enfrentó al sol,
al ensueño que precisaba tacto y fina locura.

Y mientras bebo del filo de mil hondonadas,
lamento que este deslucido te quiero,
no hallará lugar propicio en el utópico para siempre.

Repartamos pues, las culpas y los bienes,
el corazón de cada cual envuelto en lama,
pero dejadme por la noche los viernes,
los bares y esta ciudad siempre en llamas.

diciembre 16, 2013

Y entonces mis esqueletos callan

Hubo algo de cierto en todo aquello
que alguna vez, dijéronme en voz baja
mis sublimes esqueletos.
Hubo algo de paz metida hasta el cuello
en la guerra, hubieron silencios
mantenidos atentos al respirar
de las piedras donde se gestan el amor
y los sueños. Y también una pizca de grandeza,
de esperanza y de que hallase un eco esta letra.

Voy de ti, de tu sombra y de la hoz
de tu cadera, voy de tu mano,
del estruendo de tu risa,
de tus senos, de tus labios
cuando de noche en llamas me envuelvo
para alejarme del marfil de los huesos
y amanecer aun con vida, en este pecho.

Ayer note como una luna eclipsada
entre tus besos y tu espalda, resplandecía
perenne y la soledad de mi lado exiliaba,
y eras tú y eran tus ojos
un tazón de leche para un gato hambriento
de quereres en las deshoras de los tiempos.

Pudieras tener el todo entre tus manos
y te conformas con esta harapienta nada
y sus albores embriagados de latir entre licores,
entre la epidemia de su letra que te cuenta
de un verso nacido a solas del desencanto;
pudieras tener la eternidad grabada en la sonrisa
y no un carrera de relojes que nunca estarán
en cinta, a costa de este loco que te escribe
vaguedades por no saber decir que te necesita
para alumbrar el blanco de la hoja
en la que tu nombre a tientas recita.

He estado atento al vaivén de la olas carmín
y al cantar de las caracolas, al burdo cielo
al que no han de mirar mis esqueletos,
en busca de tierra firme donde encallar
el deseo y la nostalgia que me lleva a pensarte
desnuda, a mi lado, conteniendo la oscuridad
que alojó en mi parda mirada el mar.

Pero es este no saber donde posar mis manos,
razón y una cúspide amortal donde entretengo
el corazón escribiendo, bebiendo un trago
después de hacerte el amor entre penumbras
en las que no se ofuscó el sol de media noche
ni la luna mordisqueada mostró sus funerales
y la tumba en la que yace mi pasada gloria.

Y entonces, cuando más te quiero
mis esqueletos callan.

diciembre 12, 2013

Elementalmente tajante

"...Todos en este lugar estamos en busca de alguien más para pasar la vida..."
Omar González.

Incluso como el aire de esta ciudad podrida
por monocarburos y putos y putas en las esquinas,
resulta una necesidad mayor andar siempre de la mano
de algo distinto a la desazón si es que la propia vida
nos sigue los pasos con una culpa inocente en derroche
brillando en el pecho como brasas certeras de carbón.

Nunca podré disculparme 
por mi pecho si su latir y su talante,
se esboza la cintura de un amor
que me sabe a gloria entre la desazón
de amar con la etiqueta inquebrantable, 
de ser ante el propio palpitar menguante
un elemento elementalmente tajante.

Todo esto va mal

"Nada cae excento de la sujeción,
dado que está condicionada cual innato
y necesario reflejo; el sol se abraza a la luna,
la luna al tejado de los gatos, los gatos
al corazón que les muestre un espejo..."

Gabriel Salinas.

Todo esto va mal, lo sé al mirar mi barca
en la espiral de la deriva cuando un capitán
borracho mantiene el timón y ante un islote de azafrán
no resulta diestro ni la nada esquiva, cuando la parca
se me muestra de lleno entre tus pechos y tus labios
en los que abdicaron todos mis profetas y mis sabios.

Aunque quizá todo esto vaya en demasía bien
y yo esté mal ante la sombra de lo creí habitual
por tenerlo cual consigna de vivir con la letra en la sien.

Sin embargo, no cabe duda que cada vez que caigo
en el vaivén de la dualidad del querer y el poder, 
con mi equipaje de versos cargo, por doquier
a la espera de saberte frente a mí única y desnuda
para aferrarme a mi ganas de ti tan sujetas al trago.

diciembre 11, 2013

Desde esta misma silla

Desde esta misma silla, encallado entre pensares
de grandeza corrompidos por el soplo del viento
que hoy me nombra siendo sombra y en mis ojos
-¡Ah, mis ojos amarillentos de espeso humo!-,
ha de colarse una luz vuelta gota de nostálgico mar
como una lágrima salada y carmín como la sangre.

Hablando del destino, he sido y he podido ser
un docto merolico si no se trata de descifrar
el mío; hablando del eterno nácar de la muerte
he sido entrañable amigo, fiel hermano y amante
por saberla desde siempre la última de mis suertes.

Y nada quiero entonces cuando preciso el todo
y en el barro de un par de zapatos negros y gastados
me sumerjo a pesar de mi letra y sus buenos modos,
para sentir que aún alguna vena me vive y el pecho
me late con cansina presteza mientras el sol recorre
su luz hacia una porción de cielo, hacia el fiero levante
en el que soy un hombre a escala transitando insolado
el jamás de una noche, donde los gatos han perdido
su séptima vida elucubrando ratones y mansos sueños.

Entonces vengo a ser, aquel bocado de lluvia inmerso
entre el oleaje de un mar desbocado que ha de querer más
-¡Siempre más!-, a sabiendas de lo poco que los grises
muestran cuando la luz logra ser cierta y venidera en el terso
pie de esta guerra proclamada desde mi feroz arrabal
en el que nada soy si no escribo entre latidos y carmines.

Resulta clara y lógica la imagen de un gato nocturno rondando
los tejados con su paso silente, mientras la gente duerme
sin saber de los sueños que mueren lentamente a su costado,
entre ronquidos y arañas que pretendiendo insectos tejen
su día de mañana, para no carecer de un saludable bocado.

Sin embargo nunca es fácil llorar a solas, ocuparse en algo
ante la mirada de la gente para no quedar entre sus fauces
interrogadoras como un idiota; nunca es fácil esbozar el amor
cuando el otrora se enganchó con el más terrible demonio
que no hace las paces con el futuro si trae éste la boca rota.

Malditos entonces mis santos profetas que alguna vez leí
mientras la copa de un manzano me prodigaba sus sombras
y la esperanza de un final feliz; hoy, ahora, esta noche traidora
en que me duele el lagrimal derecho al demostrarme que nada
tengo, he venido a decir que siempre busqué en aquella quimera
llamada grandeza, el sabor de tus labios, el brillo en tu mirada,
la curva en tu cadera y un poco de tu risa, para ponerme a salvo
en situaciones como esta, en que mi propia muerte lleva prisa.

  

diciembre 09, 2013

Resulta hosca la palabra

"Qué poco dura una sonrisa y sin embargo
en estos tiempos de humedad y barcas a la deriva,
me descubro siendo de ellas coleccionista."

Gabriel Salinas.


Resulta hosca la palabra atravesada entre la sien
y la garganta cuando baja hasta el pecho
anunciando guerrillas y la espesura de un clamor
que jamás probó el sueño ni en las tumbas
descanso; qué bien me sabe a estas horas
una ensalada de cuchillas afiladas por la luna
maridando mi trago de sangre a cuentagotas
en el polígono de las aristas rotas, desgajadas
con las uñas del más artístico desencanto.

Vaya majadería es ahora aquel tiempo
que otrora me vino con aire fresco y venidero
a contar, de los cuatro dedos de las aves
que emigraron en busca siempre de un mejor
lugar donde el carmín no araña nunca el levante
ni la pasión embriagada de sombras sostiene
mansamente un corazón ya podrido de latir.

Hace dos días que no para el fuego de llover
y las cosechas lloran tristes el recuerdo de las aguas
que requieren los viñedos; hace dos vidas
que los mercados se han quedado sin la alegría
de la vendimia y los pies descalzos cubiertos
de hollejo y zumo; hace dos planetas que la cepa
de la fatua ausencia me ha venido a embriagar
de soledades y del baile solitario en mi boca del humo.

Hace tanto, creo que fue ayer, cuando en tu boca
alcancé un pedacito de cielo y con él la esperanza
de hallar bajo la condena de mis propias letras,
un lugar tibio y la amabilidad pocas veces mostrada
por la impiedad del reloj que esta noche destroza
el remedo que alguna vez tuve por sonrisa y por alas.

Entre los prados y el sesgo de esta vaga poesía
que me viene como cada noche dando su cofrade ronda,
puedo afirmar que la carencia ha sido la pobreza
de esta piel morena vilmente colonizada por dolores
bajo la lengua de un gato que no te tiene entre sus garras,
ni te mantiene en el detestablemente limbo de sus versos
que pretenden rozar tus senos a manera de trivial alegato.

Pero resulta hosca la palabra,
cuando más requiero entre tus piernas,
la plenitud de aquel abracadabra.

diciembre 08, 2013

Embriagado de ausencias tersas

"...Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho..."

Gabriel Celaya.
  
Vengo siendo el resultado de blasfemias
a solas y a mitad de una amarillenta habitación,
un chasquido haciendo un eco incivil y poco tolerado
ante la duda que me sangra en el pecho si le pregunto
a quemarropa la ausencia un  ¿Qué ha sido de dios?

Pero el mundo entero también sangra comulgado
por la sotana que esconde tras de sí al demonio. 


Todo me duele, y el dolor se esboza en una corona
y con mano diestra ocupa el dorado cetro del rey,
el rey crédulo que todo se cree tendido en la lona
de los que decimos creer  en aquello que nunca fue.

El dolor es el rey de estos días
en los que la hombría me tapa la boca
y la fidelidad de este mío pecho
me demuestra lealtad en cofradía.

Puedo poner mi paupérrima poesía en subasta,
mi caligrafía más preciosa y siempre precisa,
mi latir tentado a oscuros bares y a terrible alegatos
en los que una voz a lo lejos recita un ¡Basta!,
en los que se me aparece el amor y la risa
que ahuyenta de mí el espectro de un gato pardo.

Sin embargo es tu silueta la que duele
y pone en entredicho lo que nunca digo,
la que me ensalza de noche y siempre suele
antes de dormir querer estar contigo.

Y siendo franco, muy a menudo mi suerte maldigo,
me arranco la corbata y la blanca camisa
para medir la muerte desde el filo de la cornisa
en la que imagino siniestramente besar tu ombligo.

Sabéis de mí un poco del hombre y otro tanto
del poeta, del emancipador de terribles quimeras
y del martirio de esta soez y majadera espera
en la que no he sido para ti, un amor de proxeneta,
aquel temblor que atañe el grito silente en tus caderas
en las que he escrito mis creencias más certeras.

Y sin embargo, todo ello es por que te quiero,
por que situado entre tus ojos y las luces
que han de hacer mi presente amable y venidero
no pretendo hacerte daño entre mis cruces.

Pero tengo claro que entre tus pies
algo mejor me reclama y sin más me espera,
y tu esperanza ha de restar mi desesperanza
de ser aquel que embriagado de ausencias tersas
busca desesperado tu pecho y el sabor de tu cadera.

diciembre 07, 2013

Poemas del cajón

I

Seguimos siendo una colonia
de pusilánimes, una horda de cobardes
queriendo morir de viejos y no
abrazados a la espada por el talle.

Seguimos siendo lo que queremos ser
con la cabeza metida en el neceser.

II

Aún existen algunos salvos lugares
en los que no pasa nunca la luna de largo,
donde son jovenes todas las estrellas,
donde los panes son horneados por los peces
que mantiene sumergida a la muerte en el letargo.

Ahí mismo está dios.

III

Suelo mirar las cosas que pasan
desde dos distintos puntos de vista,
distantes entre sí; el uno sombrío
y el otro radiante ante la luz y sólo
así he podido hacer que convivan
en paz la palabra del gris poeta
y la mujer del febril proxeneta.

IV

¡Vaya que cuesta en demasía la vida
y andar arrastrando entre los pies
la hojarasca que cayó del todo podrida
sin la tenue esperanza del después!

Dejé de pensar en la idea de comprar
una escopeta, cuando me creí el término
aquel que una Musa me dio al llamarme poeta.

V

Habrá menores beneficios en la vida santoral
del que madruga y sale a barrer del polvo
y las hojas secas su banqueta, que en la vida
de aquel que se receta medio día para despertar
y la resaca con que los buitres hacen amistad.

En realidad, francamente estoy mintiendo;
sólo pretendo justificar mi vicio y lo que siento.

Ante la quinta copa

Tuve oportunidad de ser grande
y la desperdicié ante la idea de ser
un remedo de poeta, un escribano
pretendiente de la mar y la mujer
que siempre busqué en tus labios,
y nada ha de reprocharme mi talante.

La vida es dura, bien lo sabes,
no por que mi cinismo así lo dicte
sino por que lo es; pero tenemos un tal vez
y esta mutua pasión que así lo describe.

He de quererte tanto, amor, tanto como el sol
calienta los cofres y los toldos de los autos,
tanto como la plegaria que busca redención,
tanto como el poeta requiere de fuegos fatuos.

Hoy dormiré tranquilo y esbozaré en mis sueños
la curva de tu cadera, el brillo y el sabor de tus labios,
el candor con que tus pechos me arropan de quimeras
que pretenden de ti este ser, que pretenden tanto,
como la  vida y el ensueño donde murieron mis sabios.

Dejemos que el todo pase

"Se ha vaciado el efímero oasis contenido
en mi vaso; el primer trago siempre resulta
el más reconfortante, el más certero
y más parecido a sanar una purulenta
llaga en el pecho o a encender el levante
con la esperanza de un para siempre,
cuando la ausencia ronda bajo el vientre..."

Gabriel Salinas.



Realmente poco sabes de mí, pero me intuyes
en el silencio que te lleva a mis ojos
cuando te miran mirarme, y en la distancia
que me lleva a nombrarte no huyes
ni te atreves a poner en tu pecho cerrojo.

Tampoco de ti se mucho, lo suficiente quizás
para saltar al abismo donde la locura es bendita
y la sal no sala el alma, para querer quererte
en la cofradía de estas ganas siempre de más,
de más de ti, de tu pecho, de tus labios si me incitan
a cobijarme de la ausencia y de los feroces fríos
que soplan desde la cercanía del mar bajo los párpados,
a saberme vivo entre las sombras que pierden brío.

No vengo a hablarte de lo que puedo ser
por que la vida no me ha dado la facilidad
de la mentira, soy un imbécil que escribe
y mucho me temo que lo seguiré siendo,
aún anclado a la más rojiza de las piras
en las que ensalzo este verso mío que vive
y vibra, ante la carencia y la muerte que extiendo.

Pero dejemos que el todo pase,
el amor, la vida, todo aquello
que la suerte nos depare,
dejemos que las olas nos conlleven
al cielo o al infierno, a ninguna parte;
dejemos que este instante sea bello,
cuando me quieres y te quiero.

También los gatos lloran

También los gatos lloran
sin que nadie los note
-¡La mar en sus ojos a solas!-,
y su llanto es una daga
secando una flor aún en brote.

diciembre 06, 2013

Afónica perorata de mis días

Sigo siendo aquel tipo gris y es la noche
-la bendita noche- quien me da razón
de cirios apagados a mitad de un funeral
que no es el mío, mientras el sol esconde
un par de rayos y calla la voz cristalina del mar.

!Qué bien suenan las campanas de la catedral
armonizando el caminar de las putas del barrio
con sus tacones altos y su belleza del mal!

Pienso -mi cabeza es un estallido de balas
que no logran nunca su blanco-, y mi manera
de decir por más que quiera o requiera
y debido al trago, a menudo me resulta vulgar,
por más que la retórica sabida de reojo
me venga a dar clases y besos en la boca de quimera,
o se me esboce en la utopía de mis alas
cierta clase que me cerró en las narices
la puerta con la frialdad del hierro del cerrojo.

Pero tengo mi trago en la mano, mi tabaco
quemando su vida en el cenicero, recargado,
como quien recarga por un rato el alma en el atril
para sentir de la muerte carmesí, su tibio descanso.

A la luz inmersa en el rocío no le importa la cruz
ni cree en la esperanza traidora del libre albedrío;
no para los poetas, para los cínicos que escriben
su certeza, no para los que engrandecen su pobreza
entre la tinta negra que eyacula sin esperar críos;
y la nada no basta para hallar en ella certeza.

Hoy bien puedo decir que a mitad de la ausencia,
han de nacer islotes y en el pecho cúmulos de tierra
que buscan entre detonaciones paz en la guerra,
terrones de azúcar, palmadas en el hombro, la decencia
de que carece la etiqueta de aquel llamado poeta
y estas ganas de ser para ti, tu padre, tu hermano,
tu amante; el más deseoso y febril de los proxenetas
que tan sólo se conforma con el estruendo de tu risa,
con la talla de tus manos, con tu boca si me besa de prisa.

Sigo siendo aquel remedo de juglar que no canta
a sabiendas de su voz queda, un especulador de la sombra
que me mantiene sujeto al esplendor de la fiera seda
en la que el silencio teje su ruido e irrevocablemente te nombra;
sigo siendo aquel que te desea y entre letras se atraganta.

diciembre 05, 2013

Hace ya tiempo

"En toda esta perorata
de sofismas y apologías
recién tenida a solas
y en mi cabeza,
el único presunto culpable
pareciera que soy yo
inmerso en la certeza
de ser un hombre imposible;
¡Qué va! -me digo-
y sigo cantando mi canción..."

Gabriel Salinas.




De esto hace ya tiempo -tiempo ido y venido,
perdido, corrompido por nuevos vientos-,
y en mi currículum de muerto resplandece
una luz acompañada del eco de una sonrisa
que abrillanta frente al espejo esta sombra
empañada por la ausencia y la eterna prisa.

Resulta ser que soy ahora aquel que espera
el aterrizaje de las palomas en los parques
para contarles de tu risa, de la piel de tus manos,
de toda esta horda de deseos de ti,
que me concentro en la savia del momento
inmortal y venidero en el que te pienso.

Sabes, te lo tenía que decir,
aunque de esto hace ya tiempo.

diciembre 04, 2013

Te quiero

Todo resultaría más sencillo, si la nada
que rebusco en los bolsillos, hallara tu boca
y tu pecho en mi pecho en hondonada
no arrastrara del cuello su propia roca.

Pero nada de ello es verdad,
aún me queda por derribar la ausencia
y esta vileza aunada a la soledad
en la que preciso sin más tu presencia.

Eres hermosa y lo sabes, te lo ha dicho mi pecho,
mis manos cuando no te tocan, mis levantes,
mi letra en tinta negra, mis latidos por ti deshechos,
la garantía de mi pecho sin demonios como avales.

Y te quiero a tí, como quiero tu sonrisa,
como requiero tu pecho y la curva en ti cadera,
como pretendo arañar con mi silencio tu risa
sembrada en mi muerte en la lista de espera.

Pero te vi, aquel día, con tus medias negras
y el albor prendido a tus piernas y en tus labios
no pude menos que elucibrar tu voz en mis letras,
cuando el latido de tu ser brotó en mis manos.

Te quiero. muñequita de azafrán,
como quién quiere del amor
 el ritmo de una cadera que le prodigué la paz.

Sobre las lenguas del mar

"¿Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón..."

Fito Paez.

Incluso en la cuchilla aserrada de la más 
malva noche, en la desesperanza del mendigo,
en la cúpula más sombría del propio arrabal,
sobre las lenguas del mar, en el nunca contigo,
me queda en pie el pecho y dos besos con sal;
me queda un latido y su ausencia en derroche.

Pero a sabiendas de ser mi propio juez
y el verdugo que traza a diario una linea punteada
bajo mi cuello, no he de pensar sino en tus pies
enraizados entre los míos, en el lodazal de ausencia
que me cargo cuando pretendo lo más bello, 
los cielos más febriles de tus labios, tus manos, 
tus ojos irradiando lo poco que me queda de brío.

Es poco lo que tengo, lo sabes bien, 
mi luna por los demonios de otrora carcomida,
mis manos, mi necedad acuñada a los labios, 
mi tinta negra y aún un poco de grisáceo encanto, 
mi pecho, mis temblores, la ignorancia de mis sabios
y esta nocturna certeza de hallarte dando vida a mi vida.

Incluso tengo un corazón dispuesto a quererte
bajo las sombras en las que avecina mi muerte.

diciembre 01, 2013

No me pienses

Puedes tomar como una burda certeza
el sol que quema, la luna en su gelidez
o la estrella que atrinchera en mis bolsillos
soledades y un futuro sin cabeza,
pero puedes tomar como puro y certero
este caminar junto a ti cuando me anclo al verso.

Y si es que dudas de ello,
vengo a decir que te quiero,
como es que mi obtuso verso
vienen buscando entre tu pechos
licencia de todo aquello que me resulta bello.

Pero no hagas caso del borracho
que escribe su vómito entre palpitares,
tampoco de los gatos que te rondan
buscando ente tus manos cálidos hogares.

No me pienses bellísima sirena,
cuando con diestra mano
destruyo mis castillos de arena.

Del reloj dando las tres de la mañana

Estoy aquí, sin más razón
que la de esperar el ángulo agudo
del reloj dando las tres de la mañana
mientras me bebo un trago
y evoco lo peor de mi calaña
en la humareda de mi feroz tabaco.

Hoy recordé a mi némesis de la infancia
que yace ahora olvidado bajo una lápida
-lo degollaron después de una golpiza-,
y también como una película inenarrable
empecé a tener un par de recuerdos de ti,
de tus besos, de tus manos que aún sin tiza
han dejado su fiera marca en mi espalda,
cuando me resulta tu nombre ahora inombrable.

Y estoy aquí, ya embriagado
después de la promesa de caminar a tu lado,
después de la embolia que aún no me ha dado
por quererte como te quiero
situado en mi razón en la que desespero.

Hoy pretendía abrazarte en el mismo bar
que ha de callar nuestro palpitar secreto,
llamarle al camarero por un nombre distinto
-siempre te ha hecho reír  un "¡Hey, Crispín!-,
para decirte después que mis ganas -mis ganas de ti-
elucubran en tus formas un demonio que creí extinto
y que morir entre brazos es lo que más requiero.

Por mi costado

"Siempre,
dentro de toda esta vorágine
de días y noches perdidas,
he sido lo más que he podido ser;
y dentro de esta apología
se alojan mil poemas en las fauces
de mi oscuro neceser..."

Gabriel Salinas.


Por mi costado ha de trepar la luz,
un cantar alojado en las costillas,
el fantasma inmortal de mil astillas
resultado de este pecho en la cruz.

Sin embargo en mis sentidos excesos,
mi hojarasca arrastra hasta aquí tu risa,
la hoguera de tu abrazo entre las prisas
del diario trajín con hambre de un beso. 

Por mi costado ilumina una estrella
de cinco picos nacida en tus manos
y la fiel cofradía que la sella.

Por mi costado crecen los manzanos
ante lo cierto de saberte bella
metida en mi pensar siempre malsano.

noviembre 30, 2013

A tu lado, y contigo

Bien, 
tendré que empezar 
por lo primero. 

La justificación de mis actos 
es algo más de allá 
de mi propensión al vicio 
al que me he anclado 
por tantos años, 
y sin embargo, 
no me conlleva a soltar 
de tajo el timón de mi barca 
a pesar de los malos tiempos 
y la alta probabilidad en mi vida 
de chubascos con miras 
a terminar en un romance 
con el alegato. 

Pero debo empezar 
por lo primero, 
como debe ser.

A medida que la vida 
me otorgó la experiencia de los años 
(buenos o malos), aprendí 
a seguir mis instintos 
siempre consultados antes de dormir 
con todo aquello que dijeron 
o escribieron alguna vez 
esas grisáceas sombras 
que he llamado sabios. 

Y nunca ha sido tarea fácil 
parafrasear una idea 
en la que ya pesa en demasía 
una lápida y las millones de visitas 
que la hacen descansar 
en una supuesta grandeza. 
¡Ah, mis mentores, 
mis poetas, mis cantores, 
todos (casi todos, sólo es cuestión de tiempo) 
muertos, viviendo su gloria a solas, 
en silencio, con total franqueza!

No he de ser la estampa fiel del patán 
que se dice poeta para hallar 
un enjambre de muchachas 
que se dejen embaucar ante mi letra, 
aunque puedo hacerlo para crear 
de mí un arma indestructible 
que se dedique a quemarropa 
a crear. Pero no, no lo soy; 
no podría nunca. Alguna vez, 
inmerso en las primeras cofradías 
que las noches me brindaron 
sin saber siquiera de la resaca 
que queda después de copular 
el sentimiento con el pensamiento, 
cierto rayo de una arista de la luna 
me dio directo al pecho, 
y preferí ser franco 
con relación a mis dogmas 
a sabiendas de un futuro árido 
y con maleza de desierto. 

Y nunca antes, como ahora, 
toqué con mano 
propia la razón de mi deseo. 
¡
Culpad a mis sabios, pasión mía, intocable! 
Y de ahí mismo, 
se me surgió en el alma 
un big bang en pequeña escala, 
del que nació el hombre que ahora soy 
y la felinidad del gato que escribe 
y no se sabe partidario 
ni del poeta ni del escribano.

"Las musas, jamás se tocan".
Me dijo una vez un anciano 
que recitaba su poesía 
(¡Y vaya que era hermosa y sentida!) 
en los vagones de un tren oscuro 
a pesar de sus verdes, 
que me conducen diariamente a casa. 

Y me lo tragué, cómo el enfermo traga 
a la hora exacta sus píldoras 
y detona la poca fuerza que le queda 
en hacer sus ejercicios por la mañana.

Y no he de mentir, 
sigo tragando sus palabras, 
a pesar de estas noches 
en las que por orden de prioridad 
te escribo y después me bebo 
un cuarteto de tragos, 
en estas noches en que mis dedos 
se pigmentan de un amarillo tenue 
y se impregnan de un para siempre 
que esboza el tabaco.

Y tu, siendo una musa 
que me abraza en su realidad 
y algunas veces cuando nadie mira, 
me besa, vienes siendo la brasa 
que esta hoguera enciende 
con su precariedad de leños, 
que tanto precisan compartir su calor 
con la humedad de tus labios. 

Y no es que requiera 
la espera de mis apologías 
y del verdor de mis propios desiertos, 
es que metida en el sin embargo 
que acontecen mi pecho y mis letras 
te quiero. Aunque de ello dudes 
y me quieras querer sin tenerme. 

Pero sabes, siempre busqué 
por los pasillos a oscuras alguna pista 
de la autenticidad de lo dicho, 
sin encontrar jamás entre mi verso 
un propio y letal estribillo,
que sin embargo fuera del todo mío.
 
Y sólo puedo escribir a mi favor 
esta noche un te quiero 
esperando una réplica fiel en tu boca, 
en tus colores pastel, 
en el sofisma que me llevo a vestir la piel 
del Sísifo aquel. 

Aunque Sísifo nunca se enfrentó
 a al filo de tu pecho, 
a tus labios, a tu forma de ser Mujer.

Ha de joderme 
la contraposicion ambarina 
de lo que pienso y lo que siento, 
de los caudales en sequía que otrora fueron 
de una ética personal insondables ríos 
llegando a un certero océano. 
Eso es un hecho, 
tan real que pudiera compararse 
con este frío en el que me encuentro 
tiritando a solas con los retazos
de un latido otrora verde
y ahora deshecho.

Hace días di cuenta
de un centenar de poemas
que hablan de ti certeramente,
o en su timidez que es la mía,
te maquillan para no hacerte saber
que me dueles tanto
como mi alma se regocija
con la esperanza de saberte
entremetida entre el significado
de mi utópica ambrosía.

Y también ello me jode,
cuando recuerdo mis discursos memorables
de una ética y una moral
que yo mismo sabía que no pretendía.

Pero fuera de cualquier discurso moral
o la de este esbozo de patética retórica
en el que nada digo,
puedo subrayar que no en tu cuerpo
o en tu belleza, he encontrado
una razón para decirte que me encantas
y que en mi radiante sobriedad
tan sólo me me muero de ganas
de estar, a tu lado, y contigo.

3+2

I

Un tanto, sí, me preocupa el mar
o la sal, no lo sé; 
el punto, quizás, 
inmerso en esta solitaria espera
es que mis manos se sienten
imantadas por tu cadera.

II

Bastante conveniente resulta no confesar
los esqueletos que cuelgan del armario,
las quimeras que nos lanzan besos al espejo,
ni compartir al dormir el propio sudario.

Bastante conveniente resulta erradicar
en noches como esta, la luna y la mar.

III

Ante este frío en el que tiritan mis huesos
me planto frente a una hoguera que depende
del recuerdo de tu boca en mi boca, 
de mi abrazo a tu cintura mientras una canción
palpita una verdad en la que nos inmiscuimos
cada quien atado al cuello por su propia roca.

Y todo es tan lindo, que escucho la misma canción...

IV

Como cualquier animal,
como un toro de lidia estocado
en las costillas a mitad del ruedo,
como un faro de arrabal,
como un pavo real condenado
dos días antes de navidad,
algunas veces muero de miedo.

Sin embargo he de disculparme
por los años y los días,
por este silencioso y franco desarme
de la pasión y la ambrosía;
por hallarme algunas veces febril
cuando ya nada me recuerda a ti.

V

La mayoría de las veces desespero
en cofradía de un trago que precisa
agua mineral vertida de tus labios;
cuestiones como esa nunca han sabido
explicar aquellos que tomé por sabios.

noviembre 27, 2013

Azulados cuervos

"...Incluso en mi estadía por la vida
he dejado pasar un par de veces 
la muerte. Una de ellas, pistola en mano;
la otra, la más vívida y más cruenta, esbozando
en lo alto la brillantez del filo del machete..."

Gabriel Salinas.

Bien, aún sigo vivo -pienso- y cantan
a lo lejos o rugen -no lo sé- las olas de mar.

A poco menos de dos kilómetros de aquí
el ulular de las luces bicolores de las sirenas
alumbran el paso de la muerte y estoy febril
bebiendo un trago que acompaña a mi tabaco.

Y bien, sigo vivo -pienso- y las mariposas
aleteando -quizá sean larvas- me alejan del mal.

Pero aquí sigue habiendo un silencio y las alas
son de azulados cuervos suspendidos en la noche
que se me viene encima como el plomo de las balas
que perforan el pecho, justo en el preciado otrora.

Y también, me desvivo -y te pienso- y te ansío
desde este poema mío que precisa tu pecho al clarear. 

noviembre 26, 2013

Frente a las feroces fauces de la noche

Ahora que me sé incompleto y corruptible
a la frágil apología de la mar, que no soy más
que el centro de una llaga que sangra, bicolor
y amorfa, poco más que un bocado comible
aguzando su encanto frente a las feroces fauces 
de la noche, de este estar sin estar, de las sombras;
ahora que preciso clases de viraje de un timón
sin control y tan amante de espirales, que navego
ensimismado y taciturno sobre una ruta antigua
y gris en la que el cielo es torrente y ante él
me doblego, un par de estrellas preguntan por ti.

noviembre 25, 2013

Es fácil intuir mi latido

Es fácil intuir mi latido cuando decrece
-hombro a hombro-, entre tanto trago
de aquel ron que me sabe a la muerte;
entre un sol quemante sol que no perece
después de calentar sus ruines estragos.

Nada he de reprocharle a esta vida mía
malgastada y terrible, dando sombríos tumbos
entre bares y botellas tristes y vacías
en lo insufrible y la ferocidad de mis rumbos.

Es fácil intuir el canto del gallo que despierta
al que tan sólo vive, en dichosa mortandad
entre la sombra perenne de la arena y su peña,
sin que nunca conozca el sabor del mar.

Es fácil hacerse a toda hora el idiota
que busca remendar el pecho y las tripas
que naciéronle del todo con la boca rota,
fácil es reconocerse con el gen que emancipa
el lodo del alma manteniendo el lustres de las botas.

Tu eres un canto aún en mi voz inconcebido,
un verso que no he escrito en el lienzo de tu espalda,
la devoción que me ha nacido debajo de tu falda,
una caricia entre manos y lengua de lo perdido.

Es fácil intuir mi latido cuando te quiero
como nadie y he de darte las armas
con las que sin remedio me muero,
por ti, si no te tengo sujeta a mi cama.

En la intermitencia de mis felinos silencios

Y así, en la intermitencia de mis felinos
silencios, en la oscuridad que acontece
en mis ojos cuando pienso o tan sólo
le pido a la muerte no rebajar su precio,
en el diario caminar de la mano de la ausencia
rebuscando una estrella en los bolsillos,
en esta gama reducida de un arcoiris
a dos colores, en cada pétalo de la flor
ardiente de mi cigarrillo, en el fondo
de un trago que procura viejos dolores,
vuelvo en ti, a ser lo que no fui, lo que soy
ahora con los zapatos gastados y el corazón
febril, sentado en la banca de un parque cualquiera
buscando razón y un verso cristalino y blando,
en el que seas mi todo, mi locura más certera.

Y no es que sea tu cuerpo, a mí me resultas
rotundamente bella; y tampoco es que sean tus ojos
o la curva de tu cadera, tus manos, tus pies
que aún entre los míos ansío y desconozco,
o tus senos acunados a mi pecho entre volutas
de humo, sino que para mí y a mi lado, pues
me resultas rotundamente cierta y por demás bella.

Y así, entre los muertos que me cargo,
entre las lápidas que han grabado en gris mi nombre,
en el sin embargo de tenerte y no tenerte
a media noche, en este repentino y letal asombre
de quererte, de soñarte, de despojarte de la muerte
que me ronda compitiendo contigo por mi beso,
vuelvo a ser aquel que perdió todo por un verso.

Ahora que soy el derroche en carne viva
desgarrando sus jugos malsanos ante la lumbre
y una luz perdida, voy dejando mi letra prendida
al final de un aguacero, en las ríspidas cumbres
desconocedoras del hambre del pan de la vida;
ahora que no duermo y cuando embriagado lo hago
pienso en la gloria en secrecía y en esa espesa risa
que te acontece después de una sonrisa,en el filo
que se esboza entre el cacao, dispuesto en tus labios
si me buscan, y entre mi propia sinrazón dan el blanco.

noviembre 23, 2013

Conclusiones ante la Musa

I

Vaya que es amiga la muerte
pues siempre me acompaña,
me enciende un cigarro, bebe conmigo
y me desea después,
la mejor de las suertes.

II

La universalidad de las teorías del hombre
radica en la fatalidad de una creciente orbe
en la que la carencia y la necesidad
predisponen el oleaje cristalino del mar;
pero habremos de morir todos
para confirmar ya sin sufridas convulsiones
que en el fondo resulta tibio el lodo.

III

Nunca habrá siquiera un dejo de fidelidad,
los hombres somos hombres y las mujeres
serán, y en la penumbra de los ojos que no ven
y el corazón que no siente,
nos entregamos al mar.

IV

Como un arcoiris que deja una estela
de aroma a chocolate, como un abrazo
moribundo entre la cofradía de la oficina,
como un burdo trazo de este gato que escribe
cuando le place estar embriagado, entre la espina
en la que nace una gata, como el deseo que vive
ceñido a tu cintura en la que soy un tenue declive.

V

Hoy tengo ganas de dormir,
de emanciparme un rato del alma
que lleva a mi noche a pensar en ti,
de regresar gustoso a la calma.

Pero te quiero corazón, como quiero
ser el bálsamo que sane con un beso tus pies,
como te quiere el terrible aguacero
para secarte con caricias de sol después.

Aún no es hora

Incluso mis más oscuras penumbras
saben de ti y que te quiero tanto,
de lo que siento cuando sin más remedio callo
ante esta espesa luna que el alma me alumbra
un rincón que precisa, la querencia en su manto
de estrellas, el querer asirme del todo a tu tallo
celeste donde el vértigo no asoma en mi cornisa. 

Vienes siendo una gota de luz y fértil ambrosía,
un campo minado de flores y fugaces estadías
que nada saben de la cruz,
del la tristeza que por años compré por vocación
ante la vela cansina que me mostró una luz
en la que logró hallar lugar mi membresía.

Aun no es hora de expresar un te amo,
cuando he de hacerle el amor a la ausencia
y entre el griterío de no tenerte conmigo,
ha de venir la muerte a la que también amo,
ha sembrar de amapolas mi vientre y su presencia
ha de hacer a un lado mis sueños contigo,
en los que te sueño, y mis bigotes de gato relamo.

No me gusta el frío

No lo sé, quizás sólo sea que no me gusta el frío y aquí hace mucho. El entumicimiento de las manos, de los dedos, es precisamente eso lo que no me gusta, como tampoco me gusta sentir la necesidad de escrbir cuando hace frío. La propensión del hombre al error se ve multiplicada por cientos atravesando malos tiempos. Y no lo digo yo, ni el cigarrillo que en mi boca esboza un poco de calor parecido a la muerte mientras tiembla, lo dice el mismo frío y la niebla. Líneas atrás, por ejemplo, en la palabra cientos fallé tres veces, la primera vez escribí cientis, la segunda cientps, en la tercera, escrita ya lentamente logré el acierto. Y así la vida, a eso mismo me refiero.

Una buena razón para mantener el calor corporal es beberse un trago, lo aprendí en un documental en el que algunos tipos buscaban especies que creían extintas en la Antártida. Allá supongo debe hacer más frío que en estas latitudes, y a su vez, en ella debe haber menos hombres, lo que representa ya una gran ventaja. indudablemente por aquellos lares, siguiendo la línea de lo directamente proporcional, habrán menos fallos, menores humanos errores. Aunque eso en realidad, nada importa. La distancia también la mayoría de las veces resulta parecida al castañear de los dientes metido en el ojo de una fiera nevada. Tal vez más, cuando conjúgase con el deshielo de los mares de la ausencia. Pero estoy poniéndome un poco melancólico y tengo frío, y las manos y los dedos sufren de un voráz entumeciento, cuando siento necesidad de beber un trago para seguir escribiendo.

El cigarrillo nunca es bueno decía mi abuela, con un tanque de oxígeno a su lado y echando fumarolas hacia el cielo. El frío, sin más y estúpidamente me lleva a elucubrar en lo que nunca he tenido, en lo que ya he perdido y en estas latitudas en las que no se acostumbra la bufanda y el abrigo para combatir el frío.

A medida que van pasando los días y las noches

Pero tú existes ahí. A mi lado. ¡Tan cerca!
Muerdes una manzana. Y la manzana existe.
Te enfadas. Te ríes. Estás existiendo.
Y abres tanto los ojos que matas en mí el miedo,
y me das la manzana mordida que muerdo.
¡Tan real es lo que vivo, tan falso lo que pienso
que -¡basta!- te beso!
¡Y al diablo los versos,
y Don Uno, San Equis, y el Ene más Cero!
Estoy vivo todavía gracias a tu amor, mi amor,
y aunque sea un disparate todo existe porque existes,
y si irradias, no hay vacío, ni hay razón para el suicidio,
ni lógica consecuencia. Porque vivo en ti, me vivo,
y otra vez, gracias a ti, vuelvo a sentirme niño.

Gabriel Celaya. 


A medida que van pasando los días y las noches
se que los bares me extrañan, que los amantes
siguen prometiendo lunas a sus enamoradas, 
que la caricia nada vale sin una pasión en cinta
a causa del demonio,  que te quiero desde antes
de tus labios posáronse un segundo en los míos
un tanto tristes, y humectados siempre en amonio.
  
Yo soy de aquellos que no esperan mucho,
que me quieras, que me llegue a quemarropa
tu abrazo, tu beso cuando bebo de ron una copa,
mientras la voz de la ausencia escucho.

Pero todo pasa, incluso el travesti de la esquina
se ha recorrido con sus medias negras un par
de calles, incluso los perros que otrora ladraron
por mi llegada, duermen sujetos a la tibia calma
en las que mi pecho y su talle, han de resultar
a la cotidiana ebriedad a la que llego en alborada.
Incluso mis pasos, sin quererlo, van a toda prisa
tal vez por saber que al final de ellos hallaran descanso,
un par de monedas en los ojos, un cielo huraño y manso
en el que eco se enamoré fiel del sonar de tu risa.
 
Sabes amor, de mi vida tan anclada a la fatalidad
de un verso cual hoguera que no calienta, de mis manos
que sulfuran el olor a tabaco, de esta sombra cuando lenta
me toma del brazo para recorrer esta cruel espiral
que me lleva al lugar en que resuena un amor opaco,
y que recuerdo en la penumbra el sabor de tus labios.

Y yo no quiero que pase nada, que la estrella
que me haz regalado se congele en mis bolsillos,
que una vez sentado en el tren a la chingada
sigas siendo para mí, una razón más que bella
mientras mis letras construyen de humo un castillo,
en el que puedas instalar tu pecho, y pensar en mí. 

Algún día

Algún día también, querrás fornicar
letalmente con la muerte, tragarte una espada,
calificar a dios de inclemente, destrozar
los estatutos de esta sociedad civilizada,
correr hacia el desfiladero, beberte en las rocas
un millón de alfileres, pegarte un tiro en las sienes,
esbozar un beso prisionero con la boca rota
o sentarte tranquilamente en una banca febril...
y pensarás -mucho me temo- en mí.

Del otro lado de la habitación

Del otro lado de la habitación,
-es una habitación pequeña-
ella no duerme, tampoco me espera,
tampoco sonríe ni llora, ni mira
que yo tampoco duermo ni espero
ni sonrío ni lloro cuando la miro
del otro lado de la habitación,
-y es una habitación pequeña-.

Apaga ya la luz y voltea su cuerpo
a la pared -las paredes son frías-,
cierra los ojos y respira, respira
tenuemente mientras yo la escucho;
ella puede escapar aún de mí
y yo la miro mientras miro a alguien más
cuando la luz decrece y tiemblo,
inevitablemente, por el frío
y por que lo que callo es mucho,
cuando débil intento dormir
volteando a la pared contraria
-las paredes son frías-
cuando se que ella piensa
en lo mismo, en alguien más.

noviembre 22, 2013

Es en tu boca

"Poco puedo decir ante esta luna
en la que incluso mi nada
reflejada al medio día de tus ojos,
resplandece una pasión nacarada
en la que tibiamente sonrío y sobrevivo,
en la que sin hacerlo tu nombre escribo
para salir ileso del cielo y su hondonada..."

Gabriel Salinas.

En el mismo peldaño de mi escalera
predilecta, he de quitarme saco y corbata
y la supuesta grandeza del disfraz de hombre de bien
que de día por costumbre visto,
para volverme polvo y sangre derramada
sobre la imposibilidad de mis lágrimas.

Poco soy, quizás un cúmulo de polvo
o el peor de los rostros sumergidos en el lodo,
quizás un poco menos, quizás un poco más.

Resulta inconfesable esta voz de bajas luces
y su necesidad de ser el blanco de la lumbre
de un pecho que predique para sí el más, 
a pesar de la contrariedad del oleaje
en su vaivén que muertos y malvas quimeras
conjugadas en el estertor del verbo amar.

Pienso entonces en ti
-tengo a pesar de los años esa mala costumbre-,
en mi sobrada ausencia en la que te has metido
para cantar junto a mí
las canciones en las que no mentimos
y sólo somos una molécula impensable,
un arrebato de besos y furtivas caricias,
mientras sigo pensando en ti.

Y entre la fatalidad del suicidio
y esta letra que se calla al no encontrar
la forma ni el papel más puro y blanco, 
me arrancó pétalo a pétalo el pecho
para esbozar con franqueza,
este vacío, este amor cabalgado
a cuestas de la luna a un certero barranco.

Es en tu boca y el candor exquisito de tu abrazo
donde sueño con plegarias y salvos rezos
para que sea mi cuerpo, contigo, quién suplante
el palpitar labio a labio de mis lúgubres trazos
en los que te llevo, y sin más, de noche te beso.

noviembre 21, 2013

Sigo siendo

"Tengo un lugar para ti, junto al mío,
en el autobús que conduce a la muerte;
y en él, junto a mí, desaparecerá
de tus hombros la noche y el rugir del frío..."

Gabriel Salinas.

Sigo siendo el loco que se aferra
a vendavales nocturnos por saber
a mar y oler a tierra, pariente cercano
de un lerdo sol que murió de frío
a pesar de ser incubado por un foco,
una razón para sepultar la paz
y hacer la guerra metido en una patria
perteneciente al terrible juego sombrío
en el que bajo la manga nunca hay un as.

Sigo siendo el mismo idiota
que gusta de dormir embriagado
y con la boca carente y rota.

A mis años he comprendido del amor
muy poco, quizá por eso se maquilla
de endemoniada ausencia en mi verso
y algunas veces se colude en el silencio,
como un débil susurro entre el griterío
inalterable de los viajeros que pasan
invisibles morando sin saber el hastío.

Sigo siendo el mismo idiota que canta
mientras todos duermen, aquel que embalsama
la palabra que me nace en la necesidad
de encantar tus ojos y tu pecho cuando crecen
mis manos y esperan la civilidad de los rojos
del alba para dormir, si queriendo quererte,
esta muerte me besa la frente y esboza su tregua
en este contigo a solas, en este estar sin ti.

noviembre 20, 2013

Volcada la palabra hacia el silencio

"...Mas retiro mi rostro de tus ojos
porque ya no podré pensar una palabra
que no habite tu nombre,
y porque surges hasta del silencio
como enemiga que desdeña el arma
y de improviso nace entre las sombras,
cuando sin ti yo no sería
sino un olvido abandonado
entre las ruinas de mi pensamiento..."

Alí Chumacero.
 

Volcada la palabra hacia el silencio mortecino
y de  noche, nos mecemos en la transparencia
de una querencia para estos tiempos inconcebible,
inenarrable, donde los pasos dados a la distancia
entre los sueños se sonríen tomados por el brazo,
incluso en las sombrías veredas en las que el sable
suele cortar el más puro viento con su letal tajo.

No hay más preguntas que sulfuren las nubes
alquitranadas en este par de pulmones cansinos
en los que aún los suspiros suben, cuando siento
en el espesor de mi locura carcomida por dioses
olvidados y enaltecidos diablos, que te tengo
y que esta sombra mía tienes, entre el aroma
de tus labios y la hoz de una luna que emerge
ahuyentando cielos grisáceos y soledades
que se mezclan con los hielos de mi trago perenne.

Volcada la palabra hacia el silencio mortecino
y este cielo a la espera de sangrientas alboradas
te imagino y me empecino, en contarle a tu latido
la grandeza de esta nada, de estas manos de salva
en las que posas hermosa, liberando francas mariposas
a pesar de saber mi juego en el que luzco perdido.

noviembre 19, 2013

No tengo más

No tengo más,
mi noche eterna,
un te quiero gangrenado
atravesado en la garganta,
un fuego tenue, un abrazo,
un instante de grandeza
en el que muere grande mi tristeza,
mis manos en una bandeja,
un neceser que mis pecados
calla, el alma cual bocado
de los cuervos que me dejan
vivir al saber en ti mi cabeza.

Y en la blasfemia
de mis penosos santos
que alojaron mis infiernos,
extiendo un pagaré
y una hoja en blanco
para decir te necesito,
para sobrevivir al invierno.

En esta espera

En esta espera
de sueños y vendavales
que habitan bajo el vientre
desde lejos, vengo buscando
la punta de miles de alfileres
metidos en la carne, un albor
y tus ojos en los que yace
repentinamente febril mi reflejo.

Y en este trasnochar
que nada sabe de domingos
ni días festivos, un blanco ovillo
se traduce en una estrella,
en el crujir de tu cintura
entre mis brazos tan carentes
de ti y el espacio llamado tiempo
en el tus labios dejaron huella.

noviembre 18, 2013

Bien podría ser

Bien podría ser el todo que embalsame
de besos tu vientre, el amuleto contra
la soledad etiquetada con un siempre,
el estallido nacarado de un millar de lunas
entre nortes y levantes, la caricia mortecina
inmersa en aquellos días en que las dunas
de arena, se derrumban en el trigo de tu piel
acrecentando mi grisácea letra y su talante.

He de cantarle a las sombras, a los autobuses,
a lo itinerante de los andenes, a los amores
que esperan el último tren entre las vías
sumergidas bajo marfileñas y tristes cruces,
cuando mi pecho te nombra, por los rincones
en los que la muerte me guarda cierta cofradía.

Bien podría ser,
el temblor que aguarda en tu cadera,
el pozo a mitad del desierto,
la recompensa más preciada
ante el demonio cruel de la espera.

Suelo mirar


Suelo mirar en tus ojos una luna más clara,

verter los vagos sueños que aún me quedan
en el par de onzas que bebo de la botella,

remendar las pasiones que guardé en la alacena,

desnudarme de estas letras sin mamparas

a mitad de la noche cristalina,

cabalgar aquel corcel endemoniado del ser

inmerso en una espesa neblina.



Poco hace falta,

para tocar con mis manos el cielo

y sin embargo,

este demonio que sobre los hombros cargo

metido en la porosidad de los huesos,

predican que la ausencia es tanta.

Suelo esperar de la sonrisa marchita el brote
que hace eco en el verde de los cipreses,
andar rondando en las estrellas que ya nadie mira
por la estela carmesí en la que en mi pecho creces.

Junta de resultados


I

Todo esto me ha resultado
terriblemente cansado,
tan incivil como la hoguera
y sin embargo, aquí mis manos
escriben sobre la tenue estela
en la que mi pecho he recargado.

Bebo cada noche desde hace meses,
lo mismo que escribo para monitorear
el alma que presumo que tuve,
he fumado millares de cigarrillos
encendidos por mis panes y mis peces
que perdieron el rumbo del levante.

Es demasiado fácil tirarse al vaivén
de los vicios cuando nadie espera
tras la puerta para prodigar cobijo,
es demasiado fácil también
despertar besando la imagen
de la muerte a sabiendas de ser su hijo.

II

Ahora que nada tengo,
que rebusco un beso en la alacena,
ahora  que el pecho
me lo han comido los ratones,
ahora que nada vale la plusvalía.
y que la tinta negra me cercena,
ahora que te firmo mi locura,
ahora que describo mis heridas,
ahora en que mi nada son cenizas
en la cama de un hotel de putas,
ahora que te brindo el último acto,
que me froto el corazón con tiza,
ahora que te digo un madame, au revoir,
ahora que de una vez por todas me marcho,
ahora que con un beso en la frente no me retracto.

III

Ella suele reír cuando llora
o llorar cuando ríe,
aún no lo sé de cierto
si he atinado a la primera
o a la segunda;
y sus ojos son dos lunas
en los que pasa el tiempo
apedreando blancas palomas
y amedrentando con el brillo de sus labios
al demonio multiplicado por cientos.

En su locura, abraza la noche
y es un gato quién a la distancia la sigue
huyendo del mismo demonio
a la espera de que los persigne.

Ella tiene secuestrado al sol en los brazos
y una calma soplando miles de caracolas
en esta playa en las que reina el alegato,
tiene el margen perfecto para estas manos
que sueñan con rondar el para siempre
de sus olas, la voz cristalina y los sueños
fúricos por tanta pausa y tan poco arrebato.

Ella respira entre apologías y alboradas
cenicientas y suspira aún ante la otoñal
caricia de estas manos de su ser sedientas.

Y en su cordura, me brinda la grandeza
que perdí buscando la gloria de los días
talando el corazón de salvajes malezas,
una mirada, un amor en espesa cofradía,
una razón para seguir siendo el idiota
de siempre con la voz más que rota
escalando en peripecia, para hallar su vientre.

IV

Muy probablemente y hasta el culo de borracho
doy cátedra de la estupidez malva y humana,
de aquella imagen en la que aún era un muchacho
que nunca ocultó sus pasiones prohibidas y arcanas.

Ojalá mis sabios hubieran hecho un manual
para hacerte el amor entre tanto y sombrío funeral.

V

Si te dijera lo que por tanto tiempo
he callado, se acabaría la magia,
el encanto se volvería un remedo
del infierno donde he buscado
a ojos ciegos, el cielo y una blanca
luna que acompañe la estrella
que deshizo sus puntas en mis bolsillos.

Nada sabe de mí la noche, a caso
un poco, de lo que tartamudea mi verso
pretendiendo el fuego y el derroche,
que me vivo la vida a lo loco
y que en la nada encontré un lienzo terso
parecido a la piel que abraza tus tobillos.

Esta noche la única franqueza concebida
radica en la necesidad de un franco te quiero.

Post Data



Pienso, entonces, en el bocado a mitad de la garganta, en lo que callamos, en el temor mortecino de expulsarlo, en lo que no decimos cuando decimos que estamos bien. En estos tiempos pocas cosas son las que realmente andan bien, aunque quizá sólo sea la nada sepultada por el filo de las agujas del tiempo, quien se atreva a dar la cara para afirmar que en la pasividad del vuelo de los buitres, todo viene marchando bien. Pero tenemos esa de necesidad constante de ser idiotas, cuando menos, de parecerlo ante este vendaval en el que carecemos de cobijo y de certeros argumentos. El idiota es el único ser capaz de ser perdonado por su condición natural no importando sus errores, sus caídas, sus malas decisiones o si en su andar ha manchado las suelas de sus zapatos con la mancha ocre del pecado. El idiota contemporáneo es una especie extraña y poco reconocida por la sociedad por la misma razón en que se atraganta todo aquel que no precisa ver en el reflejo del día a día, su misma necesidad de hallar una verdad que ciertamente hace daño, cuando la hallamos al rasurarnos, al acomodarnos el cabello, al guiñarle un ojo a la veracidad concebida en el espejo. Yo soy de los idiotas doctorados después de media docena de tragos y también de los que nada dicen cuando a solas se atragantan esperando de unos brazos ajenos la maniobra de Heimlich para escupir el demonio cual frío metal de una espada, que no conforme con la consigna de atravesar mi cuello llega con su punta incivil a erizar mi espalda. Pienso entonces, quizás, que cada vez hay menos sabios, y los que hay, se han entregado -la mente y el alma que les nació rota- a maquillarse de estas aislantes tecnologías, mientras arropan su pensar en la esencia misma del que nació idiota. Y a todo esto, me pregunto ¿Dónde diablos está dios, en estos tiempos en que el bien mantiene de pie a tanto difunto? ¿Dónde demonios está la gloria si en la corona de espinas, nadie nunca encuentra la aureola que el mal aparte del día la noche, o siquiera el driblar del puñetazo que la muerte de diario nos propina? Pienso, entonces, en la necesidad que me carcome cuando enlutado en tanta sal, ante el saludo y la pregunta rigurosa de un cómo estás, no respondo con la fiereza absoluta traducida en el semblante de quien pregunta, al contestar un mal. Pero calzo como siempre mis negras botas, aquellas que naufragaron y soportaron el barro, aquellas que me conllevan casi siempre, a esbozar en esta letra la perorata en la que no soy más que un idiota.

P.D. Más que un idiota, soy el imbécil que ahora te piensa en la vorágine de estas letras, en las que nada tengo y sin embargo, es en ellas donde siento el fluir de mi sangre y su fatídica lepra que mantiene mi pecho decadentemente fértil.

noviembre 15, 2013

Camino contigo

En el vacío de las noches como ésta
me da por pensar en verdes cipreses,
en la copa de algún diestro manzano
que logró esbozar su fruto sin gusanos
o en la bala que no me pegué en aquel
distante otrora directamente en la testa.

Todo esto, bien lo sé, ha venido
de menos a más en números rojos
entre la ausencia y la acumulación
de la sangre bajo el erizado vientre,
en el después que me sabe a nunca
cuando el mundo sin más gira
y en el balcón asoma el gato de siempre.

Mi espalda padece de fieros dolores,
mi pecho, de saberte y no tenerte
entre esta letra convaleciente de ardores
en los que sólo tu boca me hace fuerte.

He de pensarte tanto y lo sabes,
como haz de saber del pedestal
de arena en el que planto mis pies
esperando un derrumbe y las aves
sobrevolando las ruinas de una verdad
que me ronda los pasos siempre fiel, 
y el cantar de la caracola que hace mutis
y en la que sopla en mar tentando mi piel
a hacerte mía, del todo mía, Mujer.

En este vacío, en esta noche, en este verso
que significa la cofradía de un par de tragos
he venido a sellar esta letra con un beso
que se mantiene insomne y parcialmente
embriagado para comparecer como testigo,
cuando al menos pretendo, caminar contigo.