diciembre 08, 2013

Embriagado de ausencias tersas

"...Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho..."

Gabriel Celaya.
  
Vengo siendo el resultado de blasfemias
a solas y a mitad de una amarillenta habitación,
un chasquido haciendo un eco incivil y poco tolerado
ante la duda que me sangra en el pecho si le pregunto
a quemarropa la ausencia un  ¿Qué ha sido de dios?

Pero el mundo entero también sangra comulgado
por la sotana que esconde tras de sí al demonio. 


Todo me duele, y el dolor se esboza en una corona
y con mano diestra ocupa el dorado cetro del rey,
el rey crédulo que todo se cree tendido en la lona
de los que decimos creer  en aquello que nunca fue.

El dolor es el rey de estos días
en los que la hombría me tapa la boca
y la fidelidad de este mío pecho
me demuestra lealtad en cofradía.

Puedo poner mi paupérrima poesía en subasta,
mi caligrafía más preciosa y siempre precisa,
mi latir tentado a oscuros bares y a terrible alegatos
en los que una voz a lo lejos recita un ¡Basta!,
en los que se me aparece el amor y la risa
que ahuyenta de mí el espectro de un gato pardo.

Sin embargo es tu silueta la que duele
y pone en entredicho lo que nunca digo,
la que me ensalza de noche y siempre suele
antes de dormir querer estar contigo.

Y siendo franco, muy a menudo mi suerte maldigo,
me arranco la corbata y la blanca camisa
para medir la muerte desde el filo de la cornisa
en la que imagino siniestramente besar tu ombligo.

Sabéis de mí un poco del hombre y otro tanto
del poeta, del emancipador de terribles quimeras
y del martirio de esta soez y majadera espera
en la que no he sido para ti, un amor de proxeneta,
aquel temblor que atañe el grito silente en tus caderas
en las que he escrito mis creencias más certeras.

Y sin embargo, todo ello es por que te quiero,
por que situado entre tus ojos y las luces
que han de hacer mi presente amable y venidero
no pretendo hacerte daño entre mis cruces.

Pero tengo claro que entre tus pies
algo mejor me reclama y sin más me espera,
y tu esperanza ha de restar mi desesperanza
de ser aquel que embriagado de ausencias tersas
busca desesperado tu pecho y el sabor de tu cadera.

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