diciembre 16, 2013

Y entonces mis esqueletos callan

Hubo algo de cierto en todo aquello
que alguna vez, dijéronme en voz baja
mis sublimes esqueletos.
Hubo algo de paz metida hasta el cuello
en la guerra, hubieron silencios
mantenidos atentos al respirar
de las piedras donde se gestan el amor
y los sueños. Y también una pizca de grandeza,
de esperanza y de que hallase un eco esta letra.

Voy de ti, de tu sombra y de la hoz
de tu cadera, voy de tu mano,
del estruendo de tu risa,
de tus senos, de tus labios
cuando de noche en llamas me envuelvo
para alejarme del marfil de los huesos
y amanecer aun con vida, en este pecho.

Ayer note como una luna eclipsada
entre tus besos y tu espalda, resplandecía
perenne y la soledad de mi lado exiliaba,
y eras tú y eran tus ojos
un tazón de leche para un gato hambriento
de quereres en las deshoras de los tiempos.

Pudieras tener el todo entre tus manos
y te conformas con esta harapienta nada
y sus albores embriagados de latir entre licores,
entre la epidemia de su letra que te cuenta
de un verso nacido a solas del desencanto;
pudieras tener la eternidad grabada en la sonrisa
y no un carrera de relojes que nunca estarán
en cinta, a costa de este loco que te escribe
vaguedades por no saber decir que te necesita
para alumbrar el blanco de la hoja
en la que tu nombre a tientas recita.

He estado atento al vaivén de la olas carmín
y al cantar de las caracolas, al burdo cielo
al que no han de mirar mis esqueletos,
en busca de tierra firme donde encallar
el deseo y la nostalgia que me lleva a pensarte
desnuda, a mi lado, conteniendo la oscuridad
que alojó en mi parda mirada el mar.

Pero es este no saber donde posar mis manos,
razón y una cúspide amortal donde entretengo
el corazón escribiendo, bebiendo un trago
después de hacerte el amor entre penumbras
en las que no se ofuscó el sol de media noche
ni la luna mordisqueada mostró sus funerales
y la tumba en la que yace mi pasada gloria.

Y entonces, cuando más te quiero
mis esqueletos callan.

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