septiembre 29, 2011

Dentro del minutero

Dentro del minutero, llegadas la horas
sombrías, aliento me falta y luz
para alumbrar cálidamente el camino
empedrado y lleno de sofismas.

Un pulmón cargado de alquitrán
ha de preguntarme sin cesar
por el lugar donde tu boca se llena
de raíces que emanan vida
y arcoiris de tonos bicolores:
yo soy el negro ensimismado,
tu eres el blanco de mis pasiones.

Soy el diablo que anhela el cielo
siempre y cuando lo abarquen
siquiera por fatalidad tus ojos
puestos en la belleza del dedo
que me lleva distante a tus labios.

septiembre 28, 2011

Callan mis manos

Callan mis manos sangre y pasado,
auroras sumergidas en la nada
vuelta fango y lodo, Luna anclada
a los mismos sueños entreverados,

mi desvelo a las tres de la mañana
esperando las sombras, el espejo
enardecido sin claro reflejo
y el despertar de una forma humana.

Callan los instantes de tibia risa,
la compañía repartida en suertes
que me mantienen lejos de la muerte,
ajeno a la mirada envuelta en brisa

salada y al resplandor del luto
de mi última sonrisa, a los vaivenes
de la alegría partida en trenes
que una vez surcaron mi pecho enjuto.

Callan mis manos el ruido de pasos
agigantados, los besos no dados,
el abrazo del fuego enajenado
entre burdas letras y sus ocasos.

septiembre 27, 2011

El blanco del papel

Quien mira crecer las piedras cercena sus ojos
latiendo al compás de pasiones inmaculadas,
de pechos vueltos locos y razones malvadas
cuando los dedos no rozan del alba su rojos.

Miro el blanco del papel y la pluma en mis manos
que no buscan verso ni viejas y rotas prosas,
miro el humo elevarse cual vuelo de mariposa
hasta las cumbres en tono azul, más inhumano

y más cruel que la ausencia del labio trastocado
por temblores y sudores fríos sin espalda,
sin ombligo ni vientre, sin besos ni guirnaldas
arrullando la noche del verbo enamorado.

Y ya después, ciego y en constante arrebato
la Luna viene a mi lado, se sienta conmigo
a enmudecer mis dedos donde sueñan contigo,
entre tu mar de oleaje perlado sin sulfato.

septiembre 25, 2011

Que bien me someta ahora

Que bien me someta ahora, la camisa de fuerza
con sus hebillas a la escueta espalda sujeta,
que de conforte  el muro acolchado y treta
a la razón enmohecida entre pasiones tersas.

Sigo siendo el mismo imbécil que escribe de noche
mientras escucha los grillos y mira la Luna
pasando, buscando metida en mis manos cuna
y alegoría incivil en fiero derroche.

Que los dioses no agiten las manos en adióses
a la belleza, que mis ojos brillen oscuros
inmersos en mis dedos y sus funestas poses

sin mayor reproche, que beber el cianuro
de la distancia del labio encaramado en roces
de luz y una sonrisa que alumbre el futuro.

septiembre 22, 2011

Yo también me sostengo

Yo también me sostengo ante fieros vendavales
izando la bandera del pecho en sus adentros
sulfurosos, la del corazón que no me encuentro,
la de la muerte de la funciones lagrimales.

Esas pasiones que van pasando sin siquiera
haber del todo pasado, las tumbas inciertas
donde no he yacido con rojas flores desiertas
perfumando el aliento apagado de la hoguera,

las canciones que canto sin haberlas escrito
con sabor a epitafio, la golondrina ahogada
en albores gastados, la nube ensimismada
en su gris más huraño por la lluvia descrito.

También de todo ello me sostengo por reflejo,
por la inercia que no me permite dar de bruces
contra el fondo del pozo donde mueren las cruces
y no así, ese fiel espejismo del espejo.

septiembre 19, 2011

Soliloquio

Aquello de darle asilo al verbo
en oscuras noches, entre los tragos
y la necia palabra haciendo estragos
me viene acarreando voraces cuervos,
miles de ojos a ser sacados prestos
y mis huesos a tu mirada expuestos.

Las tardes a lo lejos, las mañanas
infernales, la luz del sol en lo alto,
la Luna sombría a la que no falto,
la resaca de ron, mi alma artesana
en medio de los dedos enfrascada,
el humo del que siempre emerjo en cascada.

Aquello de guardarme en la gaveta
de las pasiones muertas y con hambre
de más, de hallar de la vida el estambre
y renunciar al corazón asceta
sin albornoz ni arena desértica
en un rincón de sombras proféticas.

Las peroratas, la razón prendida
a los sueños, la cara del espejo
cruel en el que mi soliloquio dejo
junto a mis letras negras y perdidas
en el fondo de un vaso cristalino,
difuminando mi verso cansino.

Aquello de arrastrar el pie amputado
por la mano que hace tanto no tengo,
aquello del vicio que no contengo
vuelta la noche en demonios alados,
aquello de creerme falso poeta
cuando más necesito una escopeta.

septiembre 17, 2011

Hay dos caminos

Hay dos caminos en la escueta vida:
el del raudo saber que siempre duele
a luz de una vela vuelto un pelele
comprendiendo la alegría perdida

y los años sumando y sumando
arrugas en la frente, arrugas tardías
al despertar a la melancolía
sujeto, al propio dolor imantado;

el otro es el del estúpido que soy
a más no poder,  con letras precisas
y distantes, ciertas y bien sumisas
de aquel páramo donde nunca estoy,

pese a los pétalos encasillados
en el deber de las noche prohibidas,
cuando mis venas buscan sin más vida
entre tus muslos, ciertos y alados.

Ahí mismo estoy

Bajo la luz del alba cuando estalla
rasguñando con carmín el levante,
donde los ojos duelen sin sedante
ni aliciente en esta boca que calla.

Crucificado en el sol, en los mares
de espuma blanca, en la tierra surcada
por los pasos, en la sangre versada
ante tanta Luna y sus andares.

En la prisión de los descerebrados,
en la vil banca de un parque cualquiera
mirando los árboles, las quimeras
a través de un vaso resquebrajado.

Entre el humo que danza y se eleva
hasta perderse, en el tenue suspiro
nacido en el espejo del vampiro
que no conoce su imagen longeva.

Sobre las letras de polvo cubiertas
guardadas en los cajones de nada
llenos y rebosantes de hondonadas
donde yacen las heridas abiertas.

Embriagado en los azules silencios
de los dedos que tanto, sin más buscan
el arrebol del pétalo que ofusca
al equilibrista puesto en el trapecio.

En las lápidas que lucen desiertas
sin flores ni mayores oraciones,
en el mendicante sin bendiciones
con el alma hecha jirones y yerta.

En la rosa, en la espina, en los fardos
que sangran, en la distancia, en el mapa,
en la locura llegada en etapas
que me hace blanco de sus finos dardos.

Ahí mismo estoy y no dispongo un me voy
por que no tengo voz siquiera al decir
no te vayas, ni puedo ya desistir
de tu pecho, donde sin reparo soy.

septiembre 12, 2011

Aún me queda tanto

Aún me queda tanto que ya no me queda nada
que ofertar en los mercados, mi luz casi extinta
no vale lo que pido, mi tintero sin tinta
es torpe y huraño siempre a ajenas miradas;

mi candor reniega del frío y en verano
acumula en su centro mil témpanos del hielo
más voraz, cuando busca el aire tibio del cielo
rasante al saber la inconsistencia de mis manos.

Un centenar de poemas, todos sintomáticos
de contarse en sillones cafés de brazos blandos
a cualquier imbécil con un diploma nefando
en la pared, ostentado como psiquiátrico;

mis cuentos de otrora, yacen grises y perdidos
en la niebla que me oculta del extraño mundo
donde soy lo que no soy y vago moribundo
por esos pliegues que sangran cuando soy leído.

Pero me quedan las ganas intactas, el pecho,
mis dogmas, mi callada voz frente a la guitarra,
mi verdad enlutada, el espíritu con garras,
y el poder de sonreír cuando ando deshecho,


mi saber, el no tener etiqueta ni precio
en estos tiempos de capitales tan variables
y acciones de moral inmunda y cambiable;
el corazón empecinado siempre a ser necio.

septiembre 10, 2011

El soplo del viento

El soplo del viento esparce cenizas
y puños dislocados, enrarece
la Luna y su conejo florece
entre espejos de arenas movedizas.

¿Quién soy, sino el loco que escribe tarde
en mayúsculas y en tinta negra,
carente de esa brisa azul que alegra
al corazón que se sabe cobarde?

Un racimo de sales de mar llega
desde otra aurora, vacila, se cuela
en mi mirar y hace fatua entrega

del turbio horizonte en acuarela
en el que mis manos sangran labriegas,
soñando alguna vez ser carabelas.

septiembre 05, 2011

Ella nos mira

Venimos viendo pasar a la Muerte,
sencillamente vestida, ataviada
de eterno nácar y luz extraviada,
empuñando entre los dedos la suerte.

Me miras, te miro; ella nos mira
mientras tanto indiferente, radiante,
sin el mayor temor a la hoz tajante
ni a la humareda ascendiendo la pira.

Venimos haciendo verso, palabra
bordada en tinta, cruel caligrafía
lanzada al cielo que nos descalabra

en horas malditas sin geografía
cuando nos halla Ella y su voz labra
silencios, distancias, melancolías.

septiembre 01, 2011

Dios y yo

Aquel que piensa
que dios no se enoja,
sin remedio está en el hoyo,
bajo la tierra de una fe abyecta
pasando cuentas sobre las manos
a sabiendas de no tener más dedos.

Dios y yo tenemos una relación amable:
él no se mete en mis cosas
y yo no le parezco del todo detestable.