marzo 30, 2012

Muy a mi pesar

Algunas veces, cuando errada la noche
llega y el frío bajo mi puerta se adentra
hasta elucubrar de lleno en los huesos,
ha de asomarse esta voz tan mía y desierta.

Y traigo los bolsillos repletos de verso
taciturno y por el tiempo enmohecido,
en la corbata la negación de lo que aspiro
cuando he de renegar de este pasado vivido.

Mis manos, que siempre serán las mismas
no conocen la mentira y sí el desencanto,
y sin embargo, lucen fieles la una a la otra
ante este vaivén tan sujeto al espanto.

Por que cada vez que voy
me cuesta más el regreso,
si es que en sobriedad estoy
buscando por doquier progreso.

Hubo una anciana que me dijo
una tarde cualquiera, que el vago
en morirse sin remedio piensa,
cuando se mira a través de un trago.

Y bien es cierto, ahora que lo pienso
entre el humo del tabaco que se ocupa
de llenar la nada de figuras grisáceas
y que después buscan ofrecer disculpas.

Pues he desperdiciado el potencial
que alguna vez me dijeron que tuve,
mis ojos ante el aguacero torrencial
y la luz que justo al nacer obtuve.

Algunas veces soy, muy a mi pesar, poeta,
uno de esos que bebe y de noche escribe
a la estrella más lejana por ser menos clara
y entre la aurora más fría se desvive.

marzo 19, 2012

María te llamas



Has encalado las paredes,
los ojos puestos en lo alto
sin saber siquiera lo bajo
de lo que atrapan mis redes.

Pintas tonalidades ocres,
algunas veces rojas
otras incoloras y crueles
donde no habrán ventanas
ni verdes cipreses.

Y siendo el latir del pecho
el que a toda cuesta late,
vendran los demonios
a mirar los hechos deshechos
cuando el corazón se debate.

¿Y qué díficil es vivir la vida
sin la chispa que enardece
el alma que vive desvivida?

Habrás de pintar un manso gato
con los bigotes desiertos,
un manantial inveterado
con tus ojos bien abiertos
y eso no ha de significar nada,
sino un extraño espejismo a lo lejos
de sangre estancanda bajo el vientre
que tanta hambre tiene de espejos
esperando el eterno "para siempre".

Y no has de dejar la sonrisa
tras los espasmos de la levedad
de ese terrible y magnánimo ser,
tan apegado a la mismísima ausencia
que como equipaje es menester
de esa carencia que causa placer.

Por que conoces los soles de un mayo
cualquiera con amores y rechazo,
los grillos cantando en la ventana
mientras tu boca pinta una sonata.
a media luz de luna en sus rayos.

Y sin embargo María te llamas,
como la virgen del mundo católico,
como tanta Mujer que el frío resiente
atada a un colinialismo insurgente
de pasados crueles e inclementes,
donde el  pecho vuelto tibia flama
sobrevive con acento bucólico.

Pero el lienzo es más que la vida,
es un horario sin reloj ni segundero
y tus ojos son más que las letras
que escribes a media noche perdidas
al llegar sin aviso el aguacero.

En el tejado

Hace muecas esa anciana señora,
arregla sus cabellos, mira el cielo
con temor y desbordante recelo,
con las alas puestas en el otrora.

La señorita ha encalado su alma,
ha escondido el levante tras sus ojos
y sin demora ha echado el cerrojo
a la mar antes de llegar la calma.

Los niños juegan con una cabeza
que pende de un árbol recién cortado,
las madres cargan sueños desmembrados
a la sombra inerte de la grandeza.

Pero el gato anda siempre en su tejado,
enlutado en sus heridas de antaño,
en los propios reveces, en los daños
solitarios de andar ensimismado.



 

marzo 12, 2012

Cuando debo dormir

Pronto el cielo se colmará
de azules,
algunas nubes
también,
se alojaran
en mi cabeza
esperando claridad
y un levante
con una pizca
de certeza.

Requiero de un expresso
y tabaco,
mucho tabaco,
alejarme un poco
de la caña y del ron
y dejar a quemarropa
que sea mi boca
la que hable
y no mis manos.

Ya son las seis
y yo sin mí,
y tú en mi trago
cuando debo dormir.

marzo 06, 2012

Quizás hay mil razones

Quizás hay mil razones, mil excusas,
millones de manos para echar llave
a la boca donde mueren las aves, 
en esta media luz del alba intrusa.

Pero no es mi boca ya la que canta
ni los labios que me sirven de nada,
ni esta verdad tan vilmente enlutada
que reviste mis ojos y no encanta.

Esta noche ante la falta de oleaje
serán mis dedos mi total carencia,
mi voz apagada, mi ardua creencia
en el fondo del vaso y su brebaje.

Quizás hay mil razones, mil excusas,
millones de motivos a estas horas
donde mi ebriedad comprometedora,
quiere anidar en silencio en tu blusa.

Y es mi pecho y sus totales penumbras,
mis manos de música otrora llenas
ahora haciendo mutis del todo ajenas
ante una luz que poco las alumbra.

He de brindar ante mi sombra cruenta
por los amores vueltos gris ceniza,
por las pasiones escritas con tiza,
por esta necedad que me violenta.

marzo 01, 2012

En mis bolsillos (II)

IX

Es mi guitarra la que sangra
entre arpegios autodidactas
en esta noche negra y macilenta.

Hubo un tiempo en que las manos
me servían para mejores fines
a estas mismas horas grises
tan a menudo de demonios plagadas,
y hoy que la miro, rota y empolvada
recuerdo mis dedos, cuando inocentes
cantaban sin ser diestros mentiras
dulces embadurnadas de piedad.

Es mi guitarra la que sangra
mientras estas manos renuentes
escriben de a poquito mi verdad.

X

Se me dejan ver
las primeras arrugas,
un par de canas en la barbilla,
la mirada cansina,
el crujir de los huesos,
los reflejos tardos,
los labios ya sin besos.

Se me empieza a ausentar
de tajo la vanidad,
la memoria por ratos
y las ganas, al despuntar
el alba de despertar.

Se me dejan ver
tras la piel los demonios
adscritos a este ser sin ser.

XI

Reza el diario en su encabezado
encontradas otras tantas cabezas.

¿Y los cuerpos donde han quedado?
-me pregunto quizás con morbo-
Y nadie sabe ni qué gusanos
los estarán de pronto devorando,
y aquí nadie sabe, ni sabrá nunca
quizás, si hoy o mañana
a media tarde será guillotinado.
  

XII

Bajo la lápida más pesada
y última del cementerio,
donde los restos son profanados
sólo por los vientos que marchitan
las flores que lucen su apogeo.

Entre las piedras elegantes
que revisten la catedral,
entre el manto de fina seda
de cualquiera de todos los santos
a los que nunca he dado diezmo
ni mucho menos ofrenda.

Sobre las hojas del álamo
que flotan sin afán ni destino
en medio de un artificial lago,
siempre a la espera
de volver irremediablemente
a ser alguna vez tierra
sin temblores ni estragos.

Dentro del pozo de tus deseos
cuando acuosos vuelcan
medias lunas en tus adentros,
con su pecado y su penitencia
sujeta al estertor del desamparo
por no tenerme del todo dentro
con mi premura y mi desamparo.

Y donde quiera
que pose mis manos,
ha de cortarme el filo
incivil de la ausencia
por que me encalla
palpitante en los labios.

XIII

Por estos lares no canta el gallo
sino el cuervo es el que grazna
amenazante invocando la muerte.

Y yo que no cuento con dios
ni mucho menos con suerte
silbo una canción indiferente
por no tener credo ni voz.

Son las cuatro de la mañana
y yo esperando el autobús
en la mayor zona hotelera
sin hallar en el cielo tragaluz
ni la estrella que anuncie el levante
ante mis versos insumisos
tan necesariamente quemantes.

Creo que ya se escucha al cuervo,
y con él la luz estalla en el cielo.

XIV

Tuve un amor de ojos mascarados
y piel morena, que prefería el corsé
al sujetador y sus tiranos tirantes,
un amor nunca provisto de carne,
sino de huesos y diabéticos enjambres.

Tuve un amor que supo sin saber
de mi pecho, de este pecho cobarde
a media luz y paredes acolchadas,
que supo del verso que arde
en los adentros cual fetiche
de muñecas a la cama ancladas.

¿Y qué es de ese amor, sino ceniza
escampando en tantas copas vacías
y huecos en las manos sombrías
que se debaten hechas trizas?

Tuve un amor nunca mío,
un aroma a soledad,
un fulgor antidepresivo,
una terrible verdad
y un palpitar en las caderas
que nunca habría sido mío.