marzo 30, 2012

Muy a mi pesar

Algunas veces, cuando errada la noche
llega y el frío bajo mi puerta se adentra
hasta elucubrar de lleno en los huesos,
ha de asomarse esta voz tan mía y desierta.

Y traigo los bolsillos repletos de verso
taciturno y por el tiempo enmohecido,
en la corbata la negación de lo que aspiro
cuando he de renegar de este pasado vivido.

Mis manos, que siempre serán las mismas
no conocen la mentira y sí el desencanto,
y sin embargo, lucen fieles la una a la otra
ante este vaivén tan sujeto al espanto.

Por que cada vez que voy
me cuesta más el regreso,
si es que en sobriedad estoy
buscando por doquier progreso.

Hubo una anciana que me dijo
una tarde cualquiera, que el vago
en morirse sin remedio piensa,
cuando se mira a través de un trago.

Y bien es cierto, ahora que lo pienso
entre el humo del tabaco que se ocupa
de llenar la nada de figuras grisáceas
y que después buscan ofrecer disculpas.

Pues he desperdiciado el potencial
que alguna vez me dijeron que tuve,
mis ojos ante el aguacero torrencial
y la luz que justo al nacer obtuve.

Algunas veces soy, muy a mi pesar, poeta,
uno de esos que bebe y de noche escribe
a la estrella más lejana por ser menos clara
y entre la aurora más fría se desvive.

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