diciembre 27, 2010

Duermes Seguramente

Duermes seguramente, en sueños blancos
te aislas de ese vendaval inclemente
de huesos rotos y balas en la frente,
de lo sublime de caer al barranco

con los brazos abiertos, extendidos
sin pretender asirse de la nada
que reboza gustosa en la mirada,
la libertad carente de sentido.

Fuiste Tú, quien a las letras me indujo
un verano de besos inocentes;
fuiste Tú, quien con arrojo vehemente
me prendió sobre la frente el ramujo

de un olivo muerto y desgarbado,
la tinta negra haciendo garabatos
dentro de un marco de papel a ratos,
cuando el sol es recuerdo maniatado.

Entonces pienso, si fuiste o eres; un imán
de la nostalgia anclado a tu cadera,
de mi propia hoguera, vasta madera
que arde de a poco su piel de celofán,

y en noches como esta, dilapida
su brasa y calcina el sueño febril
de los días, plácidos como el abril
que en tu boca, fueron Muerte vivida...

diciembre 26, 2010

A una Mujer Dispuesta

Una colilla ahogada el cenicero
resintiendo el frío y todo el viento,
una Mujer dispuesta en movimiento
de caderas, ardientes en calderos


desolados, con su cuota de peaje
atada al cuello entre blancos colguijes,
que se arremolinan como alebrijes
sin mayores penas que su equipaje,

corriente y gastado, entre mil viajes
y entre miles de falos, obscenos
queriendo encontrar su cálido cieno
dispuesto siempre al ajeno abordaje.


Un whisky en el vaso contenido
me hace pensar mientras tú, te dilatas
a culpa de moral y fe de erratas.
¡Tus piernas son delirio empedernido!

Te amaría hasta el último centavo
de mi par de bolsillos lacerados
por esta economía a ojos cerrados
sin pesar del saber que soy esclavo,


al igual que tú, toda, entre tus piernas
maquilladas en champaña, divinas;
impregnadas de sudor y morfina
tratando de hacer mi alegría eterna.

diciembre 25, 2010

I

¿Será a caso, que tengo las ganas
y no más; que me embriagan cual licores
formando torrentes de mil sabores
mientras del cabello me nacen canas?

Ahora bien me inventaría una vida
por vivir, alejado de tejados
maltrechos, de dogmas inveterados
bailando entre conjeturas podridas,

quizás, buscar un edén utópico
para deambular sin mi propia sombra
que me sujeta al suelo y te nombra,
en mis anocheceres alcohólicos;

un jardín con frutos y flores del bien,
donde reposen los sueños dorados
ahora ennegrecidos y arrumbados;
donde la pluma no presione mi sien.

Carta al Crío

¿Cómo te explico que incontables veces he tenido la idea de meterme un tiro en la cabeza? ¿Cómo te explico aquello que sabiamente dijo Benedetti acerca del suicida y de tu existencia como cuadro moral que me impide tener la pólvora y el frío del cañón en la sien? ¿Cómo te explico que tu voz al despertar, me revuelve entre la alegria y las ganas de llorar? ¿Cómo te explico que a tus cuatro eres el Dios de un remedo de escritor, nocturno e inhumano?

Y ahora duermes, y yo me debato entre la paz y el arrebato. Y duermes tranquilo, y tus sueños han de volcarse entre piratas y dinosaurios, entre ilusiones y santa closes que te traigan la sonrisa de un juego inocente y por lo tanto inmaculado. Duermes. Y yo te miro y te respiro con el afán de impregnarme un poco de tus deseos por despertar a toda costa, siendo ya de mañana con el sol entrando por la ventana; yo te respiro y no puedo ser más, que un santa clos a esta hora anda medio borracho acomodando los juguetes que quizás no tardaras en botar al armario, pero, al menos, una alegria a tu vida que no necesita, pretendo darte...

¿Cómo te explico, que eres mi todo?



diciembre 24, 2010

Acúsome

Acúsome de ser, de desazones
portador, un caminante de paso
ascético esperando siempre el ocaso,
y a voz queda entonando canciones.

Un sutil amante de esa fortuna
de no perecer con mi propia pluma,
ni por mi verso insomne echando espuma
por la boca, por no encontrar la Luna.

Acúsome yo, aún viejo y viciado
de codiciar la facultad de vivir,
sin pensar sobre el modo de morir
por los propios demonios maniatado.

Un catador de sal en las mejillas,
de áridos desiertos vil merodeador
dispuesto, a tragar arena y calor
ahogado en las entrañas cual polilla.

Acúsome también, de ser cobarde
ante los tiempos, ante el nuevo día
que siempre recorre con luz sombría
en cambio yo, extingo esta llama que arde

cuando soy mácula gris y terrible
después de la caña y el tabaco,
cuando soy simple y reflejo opaco;
un grito nocturno, cruel e inasible.

diciembre 23, 2010

En Lontananza

En lontananza una Luna amarilla
visita mis ganas, bien las arropa
y las guarda de licores en copas
cargadas a la luz de la bombilla.

Un corazón late sin ser el mío,
una hermosa bruja dibuja el cielo
en carmesí y arroja el anzuelo
a la flor perdida, al fresco rocío.

Estas manos que me tiemblan sin gracia,
ciegas buscan su enmohecida palabra
nunca antes dicha, necia y macabra,
alzando los puños por la autocracia.

diciembre 21, 2010

A Fuerza de Penumbras

A fuerza de penumbras me hago el loco
mirando a cada rato la escalera,
buscando siempre una sombra cualquiera
que no seas tú, mientras así te invoco.

Tienes, la dulce mirada del día
más fúnebre alojado en la memoria,
en los labios, razón inquisitoria
y en el pecho mi melancolía .

Y me hago el loco por no saber hacer
cosa distinta, bebo, fumo, escribo
con mi talante cruel mientras atisbo
la necesidad del alma adormecer.

Tienes, los pies por el llanto bañados
la catedral adentrada en tus venas
purpúreas, sin acuse de novenas
ni de cirios, ni de incienso quemado.

Y tal vez ahora no sea yo, el que se hace
esta noche alcanzar por la locura,
que me envuelve fría con su tersura
de muros blancos que el alba deshace.

diciembre 17, 2010

Clamo

Clamo por las letras que no han salido
durante noches desiertas sin calma,
cuando al amanecer se me va el alma
entre el cañón y su cruel estallido.

Ayer la Luna me mostró el lado
más terrible y gris del desamparo,
carabina en mano dando disparos
a los gatos en sus negros tejados.

Pero hoy es hoy y yo, mustio, embriagado,
recolecto el polen de blancas flores
sin respingo ante su gama de olores,
sopesando un deseo, alacran domado

contra el vendaval y la fina arena
de desiertos sin vanos espejismos,
sin paredes recubriendo el abismo
cubierto con licores de alacena.

Clamo, pues, contra tu beso perdido
una tarde de sol quemante, falaz
e intrínseco, pero siempre eficaz
junto al árbol ardiente del olvido.

He de Suponer

¿Y qué pasará Mujer, por tu pecho
cuando me miras cabizbajo, mortal
entre mis muertos olvidados, fatal
ante el reflejo del hombre desecho?

He de suponer que nada, mis manos
te buscan a tientas entre cenizas
de una brasa tibia que aún esclaviza,
mis anhelos más fieros y arcanos.

¿Y qué pasa con el temblor, el jadeo
de mi envejecido pecho malsano,
con mis versos tan tristes y mundanos
ante tus ojos haciendo contoneo?

La nada también, que todo comprime
a su paso, cual funesta serpiente
reptando insumisa por la simiente,
que hace del dolor, delirio sublime.

diciembre 15, 2010

Si Te Dijera

Algunas noches te busco tendida
entre bosques sombríos, aferrados
a los mismos licores fecundados
de luz de Luna, como alma prohibida

danzando en las estrellas, hilvanando
en tu rueca siete enmohecidos buitres
feroces, en búsqueda del salitre
que de tus pies, huella atrás van dejando.

Si te dijera que no tengo la voz
para llamarte, sobrio y radiante,
por que en el cielo soy vano tunante
tratando de robar de la Luna la hoz;

que tus cabellos que nunca he tocado
me enredan al fatídico misterio,
que en mi cabeza ha de hacer vituperio
de demonios borrachos trasnochados.

diciembre 14, 2010

Yo

Yo, aún aquí, terrible, somnoliento,
hambriento, un tanto ciego y cansado
de la voz de mis manos, agobiado
con la noche, desnudo y sediento.

Yo, soga enhebrada de carne fatua
a veces tan fría, como los huesos
al alba expuestos; trágico deshielo,
bandada de palomas sin estatua.

Yo, polvo obsceno materializado
rondando los rincones, viejas tardes
donde las brasas son tibias y arden
espléndidas, el olvido, el pasado.

Yo, defensor de la orden elégica,
caballero ruin, tunante de flores
caducas contra espasmos y dolores,
de armadura a la alegría alérgica.

Yo, vaticinio del final del día,
víspera de resaca enmarañada,
augurio de soledades marcadas
por la arruga tenue de la ironía.

Yo, gastada apología nocturna,
amante eterno de la flor de caña,
disidente vil del llanto que empaña
con su gota la vista taciturna.

Yo, esclavo de pasiones desmembradas
que me salen debajo de la almohada
y ríen y lloran con sus alas de hada,
vivas quimeras de mi enamoradas.

diciembre 08, 2010

Lo mío

Lo mío, dentro de todo sabe a vaguedad. Otra vez me ha caído y sin aviso encima la noche, la calma, el silencio interrumpido por una palabra tecleada sin aliento. Todas las luces viniendo a mis ojos en cascada también traen consigo una maldición degenerada, apócrifa e insensata, cual arreboles en los pómulos de la puta más desvergonzada. Luces que extinguen las sombras, las mías, las que algunas veces me herían con su visita, las que algunas veces me sin piedad mataban y después del roce de sus labios, me resucitaban.
Voy por la segunda copa y por el enésimo cigarro; es apenas de la semana, día martes. No tengo demasiada consideración por los cálculos aritméticos ni por beberme la Muerte de a poco; el tabaco es mi compañero inseparable, mi bastón que de la mano a la boca ha saltado y la noche, mi oasis en pleno desamparo.
Siento el frío de la época, los vientos gélidos y los hábitos etílicos carcomiendo los huesos, siento la carroña naciendo en mi pecho y un par de buitres hermosos sobrevolando mi cabeza con la sonrisa del dardo en el centro, audaz y certero. ¡Venid a mí, entonces a picotearme las manos, los ojos; a sacarme el alma a tirones, a regresarme de nuevo al polvo!
Un mendigo estira su mano, sucia, macilenta, sin esperanza marcada. Un travesti a las dos de la mañana, me hostiga desde la más cruda lascivia que alimenta sus bolsillos, con el arma que se llama mirada. Un sueño adormecido se me apaga con la brisa que quizás debió surgir del cristal de una lágrima; un torrente de sal dando razón de ebriedad y viejas laceraciones, de sonrisas desmembradas, de un corazón vuelto en llamas y yo sin saber siquiera cuantas veces la Muerte se me ha colgado del brazo, me ha acercado al oído sus labios y su voz me ha embelesado.
Es la misma Muerte que espera sin prisa el mendigo con la misma mano estirada, el travesti que se para en la misma esquina y que lo ha de sujetar al mundo de la nada, al frío que se adentra en sus entrañas.
Soy carne enraizada al hueso, aunque quizás sea más hueso, más calavera, más cadáver sin caja de muerto. ¿Y qué más da si los buitres aun me rondan y me reiteran que no estoy del todo podrido? Y soy mar contenido, ola cobarde que no toca la arena, viento del norte cabizbajo y envilecido, ancla sin acuoso fondo que la sostenga. Soy, esta tercera copa en el lapso de una hora que me vacía y de pronto me incomoda.
Alguna vez fui noble, de corazón y de las propias ganas. Alguna vez miré al cielo abarrotado de estrellas sin pretensión de cambiarlas por un cuerpo tendido entre mis sábanas, sin pretender nunca, ¡Lo juro! llegar más allá del vientre en el que ahora mi mente estalla; alguna vez, también,
amé solo con la mirada, con la mía, con la de siempre que ahora se pierde entre pastizales quemados por los dogmas de una vida tan joven y a la vez tan avejentada. Y ahora soy carne abultada, latiendo, descerebrada, inconsciente al sentirse malherida por los tiempos y tristemente cansada.
Lo mío, dentro de todo, sabe a ebriedad. Un verso que esbozado intenta alcanzar una mano donde brille y sea del todo claridad. Una idea a medio salir que contemple tus cabellos haciendo remolinos que mis dedos deformes puedan con calma deshacer. El aliento ya inveterado de mi boca tan gustoso de la caña y sus efectos, la necedad de querer regresar a la felicidad, a la normalidad en que mis días eran uniformes, aunque de la misma manera solitarios y abyectos.
Cuatro, según mis dedos que cuentan y el vaso en pie que no se ha fragmentado. ¿Cuál frío?, Entonces pienso, ya al candor incivil de la perspectiva del borracho que en los parques sin remedio, habrá de dormir. A mí, me espera mi cama, que aunque fría, también, me ha de resultar más cómoda que una oxidada banca metálica sin más cobijo que la desesperanza. ¡Diablos! Ya es miércoles y yo, que jamás pretendí comenzarlo ensimismado y ciertamente embriagado. ¡Y qué mas da, si es lo mío, beber encasillado a la imagen más concisa del perdedor que además de todo, consigo mismo es tirano y los buitres ya me han comido y mis deshechos vomitado!
Hoy, incluso la Luna (la mía, la de siempre, la de todas las noches) me ha abandonado, que aunque por más que lo afirme se bien que no es mía, me agrada la idea de atarla con el tenue cordón de mis letras a un plano mucho más humano, mucho más felino, aun un plano mucho más cercano.
Y ya la quinta copa, regresando el frío, los humores y las dolencias de antaño; regresando esta necesidad de anidarme entre los brazos que inclementes, me hagan de nueva cuenta inmune a mis propios daños, a la mirada sombría del mendigo en su pobreza enraizado, a los monetariamente remunerados elogios del travesti al que nunca hago caso y a mis ganas de recorrer los trazos que nunca completé y que quizás nunca, en tu cadera habré completado.

diciembre 06, 2010

La batalla

¡La metralla, carajo, la metralla!
y a tirarse de bruces al suelo
mientras los demonios me caen del cielo
ardiente, que hundido tras la batalla
sólo recuerda el áspero recelo
de lo que fue, y su palabra calla.

¿Después de luz, a caso habrá consuelo,
o una bala que en las manos estalla
cándidamente, acabando el desvelo
que nos arroja a un tiempo, que se entalla
en nuestro cuerpo sin alas ni vuelos,
muertos por la duda que nos encalla?

diciembre 05, 2010

Sobre la Cámara de Gas

Un poco de napalm no vendría mal
aunado al clima helado y adverso,
ya dentro de los pulmones inmerso,
dando su obscena señal de funeral.

Reviso el cajón de asuntos pasados
sin luz, plena la noche de mil sombras
deshaciendo el amor sobre la alfombra,
las garras y colmillos afilados


han de romperme sin piedad la espalda,
la vida, los sueños y ¡No me importa!
perder esa alegría siempre absorta
que yo, sin quererlo, el alma me escalda.

Fueron febriles los cantos de antaño,
el llanto al amanecer y en lo alto,
las copas en brindis sobre el asfalto
sin conocer siquiera, el desengaño

de las noches sin la Luna irradiando
esa ambrosía, de nocturna hechura,
que tus ojos mascarados perdura
en el negro del hades habitando.

¡Y que importa si he pasado de largo
ante la Muerte y su hoz nacarada,
si es mi suerte la que luce embriagada
y la vida, la mía en vil letargo!

Sé muy bien que mañana, moriré, cruel
y sin remedio, seré de gusanos
malcomido al inicio por las manos,
antes de saber que fueron oropel

embravecido en la cámara de gas,
que vuelve al hombre cuerdo, empedernido
por malsanos vicios; verso abatido
sin tonada afable ni sobrio compás.

Carta a Ninguna Parte III

La ciudad tiene el mar adentrado en las entrañas. Una marejada imperceptible nos ha hecho presa de un aliento literal anclado al prefijo "des": Desaliento. Somos la masa que a diario se mueve por los andenes nocturnos que huelen y hieden a fauces, que nos devoran sin clemencia, al correr inmutable del reloj y de sus horas. No te encuentro hace ya bastante tiempo, por más que mire con vista periférica, no te siento por más que busque a tientas tu cadera. Me cunden las ganas de estrellar mi cabeza contra el metal de la noche endiablada, de perseguir al cometa que un día de abril perdí entre el cielo cuando la inocencia hacia ese mismo cielo escalaba.
Alguna vez muté y mi piel se fue cayendo a pedazos, el pelaje me convirtió en un animal receloso de la noche, encantado con las flores que el hombre ha llamado licores y que me llenan de a poco los riñones y me mantienen con los dioses en contacto. Esos dioses que al cabo ya están guardados en el crujir maldito de las gavetas, clamando por el mismísimo antaño. Y yo, aquí mismo, deseando estar también en una empolvada gaveta aislado del mundo y de sus copiosos desencantos. Pero he tenido la suerte de ser mortal, de no estar expuesto a libaciones y de mantenerme en el plano carnal; estoy demasiado sexuado y por mi mente esta noche de apagadas algarabías, solo encendería mis focos el calor de tu piel a mi tacto, como la primera vez que te toqué, como todos los soles de verano, irradiando el rosa de tus labios.
La noche está desierta, no hay gatos en los contiguos tejados, no hay razón para esperar la aurora y el encanto anisado de pronto se me agota. Busco entre mis manos un verso que te acerque al punto más audaz e implacable donde las horas te coman la boca, e intentes en plena oscuridad buscarme; aquí estoy, repito como vana oración mientras el techo se me empieza a caer sobre la cabeza en finos retazos. Aquí donde siempre, donde te estiro un trago, donde la luz quema los ojos, donde la gravedad no es un punto rojo para mi pantalón y su tiro abultado, donde al clamor de mis versos tiranos un funeral no es del todo triste ni denota un final agrietado.
Pero el furgón avanza, con el rugir de su maquina y sus dolencias, con sus sueños calados, con el peso del equipaje que de nada ya le ha de servir, con sus fríos de invierno, con la mirada perdida en el abismo que todo deja macilento. Ya estamos muy adentro y con la sal metida hasta los huesos. Y ya, ya no te espero.

diciembre 01, 2010

Blasfemia #4

Algunas veces me siento el único imbécil
con la copa en la mano a estas malditas horas
tan propicias para bestias abrazadoras;
trasnochado, solitario, siempre tan estéril.

Ya después te veo ahí, marchitándote ya sin luz
que reclame tu nombre, desnudo, indecente,
tu pregonar olvidado y decadente
es sin remedio el brillo de tu atávica cruz.

Vivo al Despertar

Vivo al despertar una mañana sombría
con la resaca agobiando mis movimientos,
meditanbundo mientras se me filtra el viento
y en lo alto ondea una bandera de anarquía.

Mi falo se erecta atrozmente y palpita
pensando en aquellos prohibidos lupanares,
aquellos ajenos de la suerte, de azares
fieros donde toda Mujer es afrodita

de piel morena y pechos siempre vibrantes,
donde el caribe ha anidado la sacra marea
de la lubricidad, de esa genesis que emplea
la carne y que nunca ha de ser redundante.

Vivo al despertar una mañana sombría,
sediento de tu sombra desnuda en la pared,
hambriento de tus piernas envueltas en la red
de tus medias negras, cual divina ambrosía.