abril 30, 2013

De mis manos

Mis manos han de ser siempre las mismas
que sin remedio tiene el asesino,
apretando por el cuello al destino
sin la piedad grisácea de sofismas.

Mis manos han de ser un cielo malvo
a mitad de la lluvia clandestina,
bajo el tejado que te tiene a salvo
coronada con pesares y espinas.

Mis manos han de ser sangre perdida,
el punto final de la guillotina,
la caricia que te ronda prohibida.

Mis manos han de ser collar de espinas,
un caliz de muerte que escurre vida,
una noche albergando golondrinas.


Retazos XV

CXLI

Lo que se del amor
lo aprendí de las aves
que nunca aprendieron
a rezarle a la noche un salve.

Lo que se de la vida
lo aprendí a bofetones
cargados de papel y tinta
que no admitían perdones.

Lo que se de la nada
lo aprendí de las copas
y las ganas en metralla
rebuscando bajo tus ropas.

CXLII

De aquellas cosas
que siempre quise
perduran las rosas,
y en el pecho los quistes.

Nada de la alegría
me esboza mayor sonrisa
que el roce de la melancolía.

CXLIII

Pudiera hablarte de la vida,
de la mía, de lo que soy,
de tantas causas perdidas
en las que ya no estoy.

Pudiera hacerte el amor,
besarte donde nunca,
hacerte sentir el desamor
que la sonrisa trunca.

Y sin embargo sabes bien
que jamás nada te haré,
si de noche me pega en la sien
 una quimera entrando a mi harem.

CXLIV

Vienes, como oscura costumbre
a regar con tus soles mis flores
entre soledades y muchedumbres,
entre un arco iris de grises colores.

CXLV

Qué dios me perdone si te falto,
si en mi loca carrera doy un salto
hacia las sombras en desencanto.

Qué el diablo me vomite del averno,
si en mi vicio te arrastro al gobierno
en el que en soledades febril canto.

Qué la mortalidad me arrastre,
entre las copas al tenue desastre
si en mi vivir te muestro el espanto.

CXLVI

Quiero un cielo sin mis muertos,
un arrebol en las montañas,
una utopía sin latidos tuertos,
una Mujer con malas mañas.

Quiero una eternidad en mi trago
sin el adjunto temor a los estragos,
una cadena que no ajuste al cuello
la correa que detiene lo bello.

Quiero un pan y dos peces
que el hambre entretengan,
el llamado de la ola sin reveces
que la furia del mar contenga.

Quiero del humo las figurillas
que elucubran lo que se ha ido,
las volutas que bailan distantes
mientras el todo se ha perdido.

Quiero entre noche y noche
un respaldo para el pecho,
una caricia, un mísero derroche
en el que sonría deshecho.

CXLVII

Puedes rondar mis aceras,
el filo incivil de mi vaso,
mis estertores, mis quimeras,
la caligrafía de mis trazos.

Mi ser sin ser, mis abrazos,
mis labios rotos, mis culpas,
mi ron, mis peores pecados,
mis amores concibiendo una dupla.

Mis letras tristemente clandestinas,
mi razón divorciada del corazón,
mi pasión a mitad de un baño de tina,
mis quimeras comiendo de mí una ración.

Mi letargo entre espesas sombras,
mi tambaleo, mi guitarra y sus notas,
el verso que constante te nombra,
el gusano que muere bajo mis botas.

Puedes rondar mi vacío,
mi carencia besando la ausencia
y sin embargo ha de ser el rocío
en tu pecho el que busca mi presencia.
 
CXLVIII

Y sin embargo te presentas
a pesar de tanto luto, tan cierta
y tan oportuna, como la rosa
que esboza una belleza aparatosa
sobre la tumba cargada de sal
en la que yazco, sin siquiera el mar.

CXLIX

La esbelta sombra del ciprés
besa despacio el barro y el suelo
mientras su pico en eterno verde
elucubra glorias más allá del cielo.

CL

Me conformo con ser un espectador
a estas horas y en estos lares,
por donde pasa lanzando besos
la Muerte y cerrando los bares.

La vida es dura y el mundo aciago,
y sin embargo habemos quienes reímos
mientras lloramos, quienes vivimos
la locura entre los hielos de un trago.

Me conformo con ser un espectador
envuelto en el humo y en la paz del licor.

abril 28, 2013

Respiro, es verdad

Hoy viene a ser
como la cuarta vez
que espero,
he vuelto a ser
aquel cantar del aguacero, 
que hizo casi legal
su abrazo en tu cintura..."

Silvio Rodriguez.

Respiro, es verdad,
de la hondonada del caos
del trago y su beldad, 
bapuleado por los días
que eyaculando noches
rememoran la cofradía.

¡Y qué magníficas las horas
en que desnudo bailaba con versos
indivisibles e insolutos!

Me supiste siempre el gato
que te erizaba la espalda
entre latires y garabatos, 
me supiste siempre caricia 
que no supo bajo tu falda
dibujar tenues corazones,
ni enajenar la feroz primicia
del diablo en tus azores.

¡Y las paredes blancas
y las pastillas controladas
actuando cual redención
de estas ganas mías aladas!

Te supe innata a los bares
que sirven el pecho en salmuera, 
desde el más cínico instante
en el que borracho blasfemé:
un "qué sea lo que dios quiera".

Y dios no quiso nunca nada
contigo por saberte ensueño
de una alumbrada hondonada,
en la que feliz era el sueño
más cruel que conduce a la nada.

He de contarte esta noche
a mitad de embriaguez y derroche,
que irremediablemente te espero
y al mismo tiempo desespero.

Muérete

Muérete en silencio
alejada en un rincón.

Entre las alas del destierro,
en la avenida de la muerte,
en tu recato prudente,
entre tus ganas de fierro.

Muérete despacio
y en silencio,
alejada de dios y del diablo
en terrible un rincón.

Brillando entre la niebla
de una noche cualquiera,
bailando en la inocencia
un compás de quimeras.

Muérete en los albores
del estruendo y en silencio,
preñada de palabras
en las paredes del rincón.

Cabalgando los desiertos
del mayor desacierto,
emancipada del deber
que maguya tus pechos.

Muérete en la noche
y en su silencio gris,
bajo la lágrima en derroche,
pero, muérete amor, de mí,


abril 23, 2013

Retazos XIV

CXXXI

¡Qué putas! -me digo ahogado en los silencios
entrecortados en los que uno no es ni sabe
si saldrá del todo avante como las aves.

Y ella sonríe y acomoda en mi pecho
su busto a manera de etéreo detalle.

¿Qué putas? -me pregunta sin decoro
en el albor de la locura de su abrazo
que rebusca el ser maniatado entre mis trazos.

No es nada -le digo mientras enajenado
me acurruco cual perdiz en sus brazos.

CXXXII

Los cuartos de hotel se abarrotan
de amantes que saben de la noche
los labios y su empalagosa carestía.

Y en algún lugar del mundo
el poeta escribe y no fornica
la vida por sentirse moribundo.

CXXXIII

El demonio es dios,
el dios es demonio,
lo sé por que a menudo
mi trago pretende el amonio
y el amonio entre los tragos,
pretende dejar mi verso mudo.

El demonio es dios,
el dios es demonio,
y la vida se me va
como aquel unicornio
cansado en la niebla
de tanto pastar.

CXXXIV

Camino a la hondonada
sigo percibiendo los momios
de las carreras de caballos,
el número esperado
en los cartones del bingo
siendo de la suerte un vasallo.

Ojalá las Musas se sortearan
semanalmente en la lotería,
ojalá sólo quedara el recuerdo
de tus labios al medio día.

CXXXV

Poco me queda,
quizás nada,
lo sé, lo sabes
a estas horas
solitarias y paganas.

Y al pie de la noche
espero sin más
con los ojos abiertos,
que los cuervos
vengan cayendo en parvada.

CXXXVI

Los dedos amarillentos
y el cenicero vomitando
decenas de colillas.

Al pie de la escalera
el mismo tipo grisáceo
en la Luna me refleja
un cigarrillo fumando.

Soy yo, me digo cansado
inmerso entre volutas de humo.
Ese mismo soy yo,
me digo cargando
en los pulmones el luto.

CXXXVII

Así que aquí estoy
y sin pensarlo
bebo un trago.

Las avenidas también
sufren y lloran cuando
por ellas a solas voy.

Así que aquí estoy,
y tan sólo pienso en ti
cuando te bebo despacio.

CXXXVIII

Desde la acera de enfrente
se asoman los pechos
de una Mujer que claramente
otrora fue hombre
y ahora tiene precio.

No soy el único jodido
-pienso y levemente sonrío-.

CXXXIX

Al cabo de los años,
el espejo no es el mismo
ni los surcos en el rostro
denotan con certeza los daños.

El vodka y las pastillas
siempre te hicieron ver mayor
y temo decirlo,
nunca hicieron tu belleza menor.

Pero el espejo no es el mismo,
mientras imagino en tu sonrisa
el más encantador de tus cinismos.

CXL

Cansado, ciertamente
clamo por el pecho
que nunca se detiene,
por las convulsiones
que adolecen mis ganas
empedernidas siempre,
de copas y alboradas
que tanto mal te hacen
mientras mi propio
destino cruelmente
entre tumbos se deshace.

Cansado, ciertamente
algunas noche tu nombre les digo
a las aves que pretenden mis ojos,
y otras tantas sin más me maldigo
ya cerrada la puerta con cerrojo
a las luces que me irradian levemente.

Cansado, ciertamente
la noche fiera me devora
mientras eres y serás siempre,
una razón de sal encantadora,
una sesión de besos indecentes,
un constante palpitar bajo el vientre.
 

abril 21, 2013

No han de mentir

Mis bolsillos, según la tendencia
irremediablemente van a la baja,
mi poesía, ésta tan mía y tan honesta,
precise una supuesta alza de la que nadie
rumora ni dice nada,
a mitad de la segunda ronda de copas
en la que el mundo se me deshace.

No han de mentir las estadísticas
ni los mercados internacionales,
ni el capital con su sombra mística
que devora la luz de los arrabales.

Mi pecho, cada vez más viejo
esboza un suspiro maquillado
de estertor y voluntades últimas,
en las que pretende perderse
por siempre entre las fauces del lobo,
cuando la plata acuñe mis ojos,
para no mirar el pasado moverse
sobre los lagos manchados de  reflejos.

No han de mentir, los doctores
de bata blanca con negros diagnósticos,
ni la enfermera de largas piernas
que augura Muerte en mi pronóstico.

Mis manos, ya cansadas del la vida
a costa de los vicios desdentados
y podridos en medio de la locura,
dibujan signos a manera de palabras
en las que a mitad de terribles noches
buscan fieras el silencio y la cura
que no demerite el abracadabra.

No han de mentir los adentros
que sulfuran paz y mediodía,
sobre la belicosidad de los picos
en los que busco una fiel cofradía.

abril 17, 2013

Es la nada -me digo

Una sombra bebe a cuentagotas
la luz y una corona de grises flores
en los albores marcados de tinta
y relieves palpitando bajo el vientre,
a mitad de la opacidad nocturna
busca el estallido de la chispa diurna
en la que la estirpe apellide el siempre.

Y en la mesa una botella calla
los delirios concebidos a diario
a través del cristal corrompido
por los viejos temblores de antaño,
un cisne mira el mundo caer en pedazos
entre los lagos donde ha de batir sus alas
esperando del cielo un tibio regazo.

Es la nada -me digo embriagado
de terrible ternura y menoscabo.

El temible cuervo ha terminado
por sacarse los ojos desde las tripas
a plena luz del giroscopio del día,
entre las doce y las trece del reloj
que guillotina los sueños gangrenados
de inocencias tenues y fugaces ambrosías.

Y en la alcoba una Mujer que no me mira
esparciendo lo que me queda del alma
bajo sus pies, a cambio de un después
en el que no naufrague mi bandera
alguna vez alzada al sol entre mis huesos
rotos revestidos de la brisa de un tal vez.

 Es la nada -me digo embriagado
de terrible ternura y menoscabo.

Un demonio mascarado frente al espejo
se ha visto atrapado por las certeras alas
que de su espalda emanan blancas,
y mientras llora sonríe en laconismo
cuando el reflejo no es blanco ni negro,
sino pardo como sus propias ganas
que se han hecho a la mar en una barca.

Y el levante me besa sin pena la frente
en la que otrora porté una guirnalda
de espinas y amores embalsamados
al candor de una Luna elucubrada
por este pecho, tan falto de talante
y tan dispuesto a las cálidas caderas
en las que pueda rondar deshecho
los lares que ameritan un triste semblante.

Es la nada -me digo embriagado
de terrible ternura y menoscabo.

abril 15, 2013

Retazos XIII

CXXI

Mis pecados siempre son bellos
y amanecen con resaca de quimeras,
mis virtudes se embriagan de silencio
cuando se saben víctimas de la hoguera.

Y en la consumación del alma y el tedio
uno aprende a salir a tientas ileso
del crujir de la llama del desprecio.

CXXII

Bienaventurados los segundos
que unos tras otros caen muertos
entre los pasos del moribundo.

Bienaventurado sea el tiempo
siempre libre y sutil vagabundo
de brisas y mejores vientos.

CXXIII

Me declaro un enfermo,
un perdedor con la boca rota,
un poetastro del mal enamorado,
un encantador de la última copa.

Me declaro aquel que espera
a que le coman los ojos los cuervos,
me declaro aquel que invita a a los gusanos
a la engorda mostrándoles mis recuerdos.

Me declaro un enfermo,
un aprendiz de suicida,
un alcohólico de noche tierno,
un desperdiciador de la vida.

CXXIV

Entre el trabajo
que ha de costar
y cuesta despertarse
con la resaca de diario,
siempre habrá razón
para sentirse corsario
de un pecho sin corazón.

Cuando no tengo
nada que perder,
dios me infunde
la idea de perecer.

CXXV

En lo sucesivo te diré
a quemarropa
que me muero
por verte en el después
donde tus ropas,
maquillen cálidas el suelo
y a costa de versos
te tenga de revés
.
P.D. Me muero de ganas, amor,
de hallarte temblando en estertor.

CXXVI



A menudo me sorprendo
siendo aquel mismo infante
que espera a los reyes magos,
aquel que sueños rodaban
febriles tras de una pelota
que no sabía del suelo sus estragos.

Entre mis ganas me hundo
an la melancolía
de un futuro moribundo.


CXXVII

La puta más triste de la avenida
anda silbando una canción de alegría
y en fondo del escote esconde
de boca a boca una temible sonrisa,
un sueño de príncipes emancipados
de la moral ante el poder de lo alquilado.

La puta más triste de la avenida
ha lavado con suavizante de telas,
las memorias quiméricas de sus bragas
ante el sueño de una cena con velas,

bajo una Luna en la que cualquiera
pudiera tomar la vida en sus caderas.

CXXVIII

La cofradía del secreto inmerso
en mis planes, he de reservarlo
sin temor al llegar al albor del infierno
hambriento de tus panes y tus peces.

CXXIX

Embriágate de sexo, de amores añejos,
de pasiones fieras entre vidrios rotos,
de alcohol, del recuerdo del reflejo,
de la sonrisa que otrora marcaron las fotos;
embriágate de soledades y de ausencia,
del claroscuro de la vida, de la compañía,
del mazo cuando anuncia su sentencia,
del poeta, de la Musa aún en mancebía.

CXXX

En resumidas cuentas
la poesía es lo más bajo,
nunca he conocido un Poeta
que no corra tras su pecho
cuesta abajo.

Brindadme un trago de ron
para recuperar el aliento
y tras mi pecho, ya alejado
seguid esta noche corriendo.

Nos vamos



He terminado sobre la fina y blanca línea que surca la mitad de su ser, he terminado exhausto y aparentemente vacío sobre su torso. Ella ha girado el cuello para mirarme y notó un su rostro una expresión tan demencial que me recorre un súbito sudor por el cuerpo, y la atraigo hacia mi y la envuelvo en mis brazos. Y sonríe, como lo haría cualquiera en la mitad más funesta de cualquier sepelio. ¿Nos vamos? –pregunto, pero no ha de soltarme y siento en mis costillas el frenesí de su pecho desnudo. Y pienso en su pecho, en ambos, el izquierdo y el derecho, en la manera en la que son tan tiranamente encantadores, mientras la sigo abrazando y en el ambiente empieza a oler al rancio de un hotel que vomita por doquier amantes. Hay un dios que nos mira en la pared, que se ha cansado del tiempo y del crucifijo. ¿Nos vamos? –me pregunta y es mi boca la que atina a decirle unas cuantas palabras que sangran por los costados la soledad y el vacío. Nos vamos –a secas contesto, pero su cabello se enmaraña entre mis dedos. Y su respiración en mi cuello cambia, se vuelve un suspiro, un jadeo, un agónico llanto, un manantial que desde dentro de la tierra explota para enmarcar un incivil arrebato. Las luces de la habitación nos destacan como sombras amarillentas, como un retazo de alma cosido por los bordes menos precisos, como un retrato de la soledad haciendo derroche de una pose de inmaculada violencia. Y ella es blanca y su piel aún tibia me sabe dulce al tacto, cuando metidos hasta los huesos en las fauces de la ausencia, hemos de ser uno mismo. Eres un buen tipo –me dice y yo le suelto a quemarropa un beso en la curva de su hombro. Y ella sonríe quedito, y me brinda su calor revestido de inocencia y descaro.

¿Nos vamos? –replico, mientras con la cabeza asiente sin darle tregua a este nudo de carentes brazos. Nos vamos –me dice entre la desquiciante dulzura de un par de latidos perdidos y corriendo cada vez más de prisa hacia el centro desbocados. Y entonces siento sus pies entre los míos, sus pies, que en mi deseo desbordado por mis ganas nunca besé. Tan pequeños, tan sutiles, tan bellamente concebidos para cargar sobre sí una grandeza inmemorial en esta alcoba y a estas horas perdidas. ¿Nos vamos? -y apenas es su voz la que escucho como el crujir de las brasas en el más clerical infierno. Pero la abrazo como aquel tunante que halló por fortuna agua en el más ínclito de los desiertos. La bebo como la copa que ha encontrado balance sin los labios del bebedor sobre una tétrica mesilla de noche, la bebo como cicuta con mayores tintes de vida que de muerte. Nos vamos –rechina mi boca mientras le busco los labios y logro hacer de una caricia tras el largo de sus piernas el sonrojar de las mejillas del diablo. Ella me besa y palpita entre las piernas, suda y sangra pasiones, explota y calla desnuda el grito que emerge desde el púlpito más blanco del estertor cuando de inicio se encuentra podrido. Y así, como dos exploradores rozamos la línea divisoria entre la horizontalidad y la verticalidad con las manos entrelazadas al misterio de la siguiente pose y del siguiente movimiento. Su cuerpo era un templo en el que yo blasfemaba de mi propia vida y condenaba a los ardores al sacerdocio. Y estallé entre la penumbra del sonido de una lágrima al caer, entre el aviso de los golpes fieros que a la puerta llamaban indicando el fin del juego, el estertor de una noche que debía ser ya para los próximos amantes. ¿Nos vamos? –le dije, mientras del suelo recogíamos las ropas y el mutuo desgarramiento de los retazos de las propias almas. Nos vamos –me dijo, y me besó con la convicción del beato que pretende el cielo.


abril 08, 2013

Retazos XII

CXI

Tengo un sueño donde siempre amanecen
demonios desnudos tocando el arpa,
un sueño acariciado por las zarpas
donde dios entre su gloria perece.

CXII

Me gusta entre tus labios escucharme,
sentirme, vivirme, volverme cuerdo,
pacificarme para después tensarme,
suicidarme con la soga del recuerdo.

CXIII

Trece minutos me bastan
a estas irremediables horas,
para tirarme de cabeza
por la más cercana borda,
para refutar un padrenuestro
a la luz de dos tristes velas
que tiritan de miedo ante la sombra
incivil anclada a la piel como sanguijuelas.

Trece minutos me bastan
para recitarte el pecho entero
entre jadeos y mansas caricias
disueltas entre mis fatuos senderos.

CXIV

Tienes razón al pensarme un patán
por abrir la boca cuando tu pecho aboga,
por las fauces del más terrible leviatán.
del destino, en las que tus besos se ahogan.

Tienes razón cuando dices
que mi corazón se perdió
entre vuelos de perdices.

CXV

Habemos los que disfrutamos
la soledad y su guante blanco,
el silencio incipiente recostado
en la espalda de lo nunca dado.

Habemos quienes rompemos el mar
a costa de espumas cristalinas
por no saber manera distinta de llamar
al corazón perdido tras bambalinas.

Habemos los que perdidos
buscamos en lontananza la mano
de ese pasado empedernido
que nos besó con un toque humano.

CXVI

Después de tanto vals
una espesa calma perenne
me agita las entrañas
y es la letra la que sucede.

Y no hay más,
me susurran los vasos
que voy dejando atrás.

CXVII

Debes intuir mi locura, mi latido
insomne esperando en carmesí
la aurora con promesas de cura;
el viento que me encuentra perdido
en el recodo de las alas del colibrí
en el que el diablo tu nombre murmura.

CXVIII

Muy a menudo
la Muerte me saluda,
se sienta a mi lado
y bebe conmigo un trago.

Ayer murieron dos cristianos
entre fierros y vidrios rotos
y ella sigue sentada a mi lado
bebiendo sin mayor alboroto.

CXIX

Y yo aquí escribiendo
entre sombras que me encuentran
en el nácar de la ausencia,
he de anclarme a la inocencia
en la cabe un distinto después.

Bajo las olas se revuelven
los demonios que revisten
a medias luces el ser.

CXX

Un Sabina cínico
y sonriente en la pared,
una pintura
con extravagantes colores,
una botella
de ese elixir nicaragüense,
un aroma a café
recién quemado,
la charla, los atardeceres
metidos a madrazos
 por la ventana,
el hambre del pescador
que ha perdido sin saber u
n día cualquiera su onírica red.

abril 04, 2013

No hablemos ya de rosas y espinas

No hablemos ya de rosas y espinas,
de elucubrar la cabeza en la Luna,
del revoloteo vil de mariposas frías,
del mar retozando con blanca espuma.

No hablemos ya del malvado Neruda,
de Bach armonizando los encuentros,
de Goya pintando ambas majas desnudas,
de  Hank tomando un trago en el infierno.

No hablemos ya de la defensa,
de la autonomía del autómata,
del cáncer si el alma es propensa
a la justicia entre manos del autócrata.

No hablemos ya de la tierra,
de los frutos que no hayan tu boca,
de los campos de fresas si en guerra
los pies no te besan ni el sol los toca.

No hablemos ya de lo innombrable,
del gusto que el que te pienso nocturna
sentada entre mi letra despreciable,
sonriendo a mi locura taciturna.

No hablemos ya de rosas y espinas,
hablemos de la mutua gloria perdida.

abril 03, 2013

Retazos XI

CI

Hay demasiados muertos
que de noche duermen
sin esperar más nada
de la vida,
por tener saciada
barriga.

Y en su roncar
son felices sin escuchar
el aleteo de los cuervos
que los ojos les comen
para después graznar.

CII

Hace un rato que miro
los cipreses por la ventana.

También el verde es un milagro
cuando resurge enraizado
a este cielo grisáceo
con un sol en las ganas.

Hace rato que me miro
en tu solemne desgana.

CIII

Sin embargo me enciende
este vals lento y tibio
en que dando vueltas
he logrado firme asirme
al blanco talle de la Muerte.

CIV

Me reclama la piel
nacida bajo los ojos,
el hígado, los riñones,
la vejiga, los pulmones,
el color ambarino
entre el índice y el medio,
la compañía en sobriedad,
el pecho y el tedio.

Guardaré mis argumentos
para la hora en que defienda
la derrota y el impedimento
para dejarle a la noche
este terrible y mísera ofrenda.

CV

Es como andar cruzando
a medio día las avenidas
con el pecho y las manos
recubiertas de negra tiza,
como la noche que retiembla
al saber próximo el alba,
como la Muerte que espera
que espera impaciente
a que te revienten las tripas
o te vueles certero la cabeza.

CVI

El último vagón del tren
que zarpa a la media noche,
siempre a de apestar a derrota,
a clavos en el alma,
a sexo entre iguales, a hierba,
a bolsillos en bancarrota,
a inadaptados, a putas serias,
a asesinos en plena calma,
a vísceras, a trasnochados
poetas, a letras, a sangre,
a corazones diezmados.

El último vagón del tren
que zarpa a la media noche
no espera nunca el después,
ni hacer de la moral derroche.

CVII

Yo también renegué del dios
que de chicos nos enseñaron,
cargué con un par de balas
escondidas bajo la lengua
para otorgar flagelo a las alas.

De dios ya no me ocupo,
pero es de mis propias
alas por las que ahora
al cielo gris escupo.

CVIII

Y todo es tan cómicamente
triste, que la lágrima que escurre
por la piel hasta del todo perderse,
lanza una fiera carcajada mientras huye.

Soy de los que sonríen devastados
cuando el mundo entero
se comienza a caer en pedazos.

CIX

Un camión le ha sacado las tripas
y sin embargo, ya muerto,
parece esbozar una tenue sonrisa.

Embriagado en la nada
de saberse suspendido
resiste febril la hondonada.

CX

Y al final  ni te mueres
ni has de dejar morirme,
ni me brindas la paz 
ni a la guerra adherirme.

Tengo en el trago tus besos
y en el vientre la escarcha,
entre la ausencia dos versos
y esta locura en marcha.

Pero cántame al menos
con los ojos deseo,
con las manos el alba
extasiada en jadeos.

Como el perro que ladra
a las puertas del cielo,
se me acaba la gloria
tan plantado en el suelo.

Y al final ni te mueres,
ni has de dejar morirme.