abril 03, 2013

Retazos XI

CI

Hay demasiados muertos
que de noche duermen
sin esperar más nada
de la vida,
por tener saciada
barriga.

Y en su roncar
son felices sin escuchar
el aleteo de los cuervos
que los ojos les comen
para después graznar.

CII

Hace un rato que miro
los cipreses por la ventana.

También el verde es un milagro
cuando resurge enraizado
a este cielo grisáceo
con un sol en las ganas.

Hace rato que me miro
en tu solemne desgana.

CIII

Sin embargo me enciende
este vals lento y tibio
en que dando vueltas
he logrado firme asirme
al blanco talle de la Muerte.

CIV

Me reclama la piel
nacida bajo los ojos,
el hígado, los riñones,
la vejiga, los pulmones,
el color ambarino
entre el índice y el medio,
la compañía en sobriedad,
el pecho y el tedio.

Guardaré mis argumentos
para la hora en que defienda
la derrota y el impedimento
para dejarle a la noche
este terrible y mísera ofrenda.

CV

Es como andar cruzando
a medio día las avenidas
con el pecho y las manos
recubiertas de negra tiza,
como la noche que retiembla
al saber próximo el alba,
como la Muerte que espera
que espera impaciente
a que te revienten las tripas
o te vueles certero la cabeza.

CVI

El último vagón del tren
que zarpa a la media noche,
siempre a de apestar a derrota,
a clavos en el alma,
a sexo entre iguales, a hierba,
a bolsillos en bancarrota,
a inadaptados, a putas serias,
a asesinos en plena calma,
a vísceras, a trasnochados
poetas, a letras, a sangre,
a corazones diezmados.

El último vagón del tren
que zarpa a la media noche
no espera nunca el después,
ni hacer de la moral derroche.

CVII

Yo también renegué del dios
que de chicos nos enseñaron,
cargué con un par de balas
escondidas bajo la lengua
para otorgar flagelo a las alas.

De dios ya no me ocupo,
pero es de mis propias
alas por las que ahora
al cielo gris escupo.

CVIII

Y todo es tan cómicamente
triste, que la lágrima que escurre
por la piel hasta del todo perderse,
lanza una fiera carcajada mientras huye.

Soy de los que sonríen devastados
cuando el mundo entero
se comienza a caer en pedazos.

CIX

Un camión le ha sacado las tripas
y sin embargo, ya muerto,
parece esbozar una tenue sonrisa.

Embriagado en la nada
de saberse suspendido
resiste febril la hondonada.

CX

Y al final  ni te mueres
ni has de dejar morirme,
ni me brindas la paz 
ni a la guerra adherirme.

Tengo en el trago tus besos
y en el vientre la escarcha,
entre la ausencia dos versos
y esta locura en marcha.

Pero cántame al menos
con los ojos deseo,
con las manos el alba
extasiada en jadeos.

Como el perro que ladra
a las puertas del cielo,
se me acaba la gloria
tan plantado en el suelo.

Y al final ni te mueres,
ni has de dejar morirme.

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