septiembre 19, 2011

Soliloquio

Aquello de darle asilo al verbo
en oscuras noches, entre los tragos
y la necia palabra haciendo estragos
me viene acarreando voraces cuervos,
miles de ojos a ser sacados prestos
y mis huesos a tu mirada expuestos.

Las tardes a lo lejos, las mañanas
infernales, la luz del sol en lo alto,
la Luna sombría a la que no falto,
la resaca de ron, mi alma artesana
en medio de los dedos enfrascada,
el humo del que siempre emerjo en cascada.

Aquello de guardarme en la gaveta
de las pasiones muertas y con hambre
de más, de hallar de la vida el estambre
y renunciar al corazón asceta
sin albornoz ni arena desértica
en un rincón de sombras proféticas.

Las peroratas, la razón prendida
a los sueños, la cara del espejo
cruel en el que mi soliloquio dejo
junto a mis letras negras y perdidas
en el fondo de un vaso cristalino,
difuminando mi verso cansino.

Aquello de arrastrar el pie amputado
por la mano que hace tanto no tengo,
aquello del vicio que no contengo
vuelta la noche en demonios alados,
aquello de creerme falso poeta
cuando más necesito una escopeta.

1 comentario:

Coeli L. dijo...

Reflexión profana que a trazos y pedazos deja el alma expuesta, ante ti, ante el espejo a solas y en voz alta.

Tu alma artesana y tú... todo un poeta!

Mi abrazo azul hasta este tejado