diciembre 22, 2013

De madrugada y un tanto embriagado

El mundo es triste y está enfermo,
y sin embargo nada de ello
me importa mucho, si en mi frágil
balanza, tu mano en mi mano
o la luna en lo alto me brinda destellos
en los que la voz de la caracola escucho.

Esta noche en la que soy derrochador
de un pecho que ha de pagar los intereses
de todo aquello que ha vivido,
esta noche de mascaradas sin los verdes
de los cipreses, sin los ocres de un futuro
traidor con estrellas en los bolsillos,
esta noche en que los fríos no hallan muros
que los contengan con un pan y dos peces,
soy el cuerpo de una incivil ausencia,
de los treces siendo martes con la ilusión del viernes,
soy el amor atolondrado con copas de cianuro
que te espera cuando el sol a mi no viene,
ni la gracia de la redención me conviene.

Poco ha de durar la vida y su leve cordura
en el suspiro de este lobo que nos acecha
con sus afiladas fauces a manera de cura.

Una mujer duerme a mi lado cuando escribo
y mi talante describo desnudo ante el carmín
de la sangre estancada bajo el fiero vientre,
una mujer busca sin remedio entre mi nada
la letra que la describe cierta y tenue,
rondando con sus labios el parnaso y el siempre.

Y sin jamas decirlo siquiera a mis sabios,
he venido naufragando entre la gris espuma
y la estela de un arco iris que surcó malvo,
los sitios donde el demonio conmigo fuma.

¡Ah! ¡Cuanto me faltas entre la fresca mañana
y la impiedad de una luna que anuncia la noche
para mis ojos a esta edad aún tan temprana!
¡Cuanto me faltas, cuando se me cae la voz y la cara
y el recuento de los pasos dados resucitan
el ayer donde mi alma sin mas acampara!

Aun recuerdo el sabor del magma
entre tus piernas y tu piel morena,
la perfección nacida en el albor de tus pechos
que tan bien le van a mis manos abiertas
carentes de sol y de crepúsculos deshechos
sujetos a la hoz de tu cadera por mi desierta.

Y entonces, de madrugada,
un tanto embriagado
de las luces de un neón amarillento,
cantando canciones ante oídos sordos
de caracolas esperando un mar salado,
voy viajando hasta ti a paso lento,
convidándote mi letra que es la nada
que te nombra en la espesura del desierto
en el busca cobijo mi propia sombra.

Disculparás tanto verso arremolinado
sobre el claroscuro de mis felinas carencias
entre las que me muestro febril y calcinado,
por aquello de mis innatas querencias
en las que bellamente te has retratado,
clamando por un beso y el sol de diario
besando tus hombros ante mis demonios
que esperan hallar para si un cielo claro.

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