diciembre 07, 2013

Poemas del cajón

I

Seguimos siendo una colonia
de pusilánimes, una horda de cobardes
queriendo morir de viejos y no
abrazados a la espada por el talle.

Seguimos siendo lo que queremos ser
con la cabeza metida en el neceser.

II

Aún existen algunos salvos lugares
en los que no pasa nunca la luna de largo,
donde son jovenes todas las estrellas,
donde los panes son horneados por los peces
que mantiene sumergida a la muerte en el letargo.

Ahí mismo está dios.

III

Suelo mirar las cosas que pasan
desde dos distintos puntos de vista,
distantes entre sí; el uno sombrío
y el otro radiante ante la luz y sólo
así he podido hacer que convivan
en paz la palabra del gris poeta
y la mujer del febril proxeneta.

IV

¡Vaya que cuesta en demasía la vida
y andar arrastrando entre los pies
la hojarasca que cayó del todo podrida
sin la tenue esperanza del después!

Dejé de pensar en la idea de comprar
una escopeta, cuando me creí el término
aquel que una Musa me dio al llamarme poeta.

V

Habrá menores beneficios en la vida santoral
del que madruga y sale a barrer del polvo
y las hojas secas su banqueta, que en la vida
de aquel que se receta medio día para despertar
y la resaca con que los buitres hacen amistad.

En realidad, francamente estoy mintiendo;
sólo pretendo justificar mi vicio y lo que siento.

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