noviembre 25, 2013

En la intermitencia de mis felinos silencios

Y así, en la intermitencia de mis felinos
silencios, en la oscuridad que acontece
en mis ojos cuando pienso o tan sólo
le pido a la muerte no rebajar su precio,
en el diario caminar de la mano de la ausencia
rebuscando una estrella en los bolsillos,
en esta gama reducida de un arcoiris
a dos colores, en cada pétalo de la flor
ardiente de mi cigarrillo, en el fondo
de un trago que procura viejos dolores,
vuelvo en ti, a ser lo que no fui, lo que soy
ahora con los zapatos gastados y el corazón
febril, sentado en la banca de un parque cualquiera
buscando razón y un verso cristalino y blando,
en el que seas mi todo, mi locura más certera.

Y no es que sea tu cuerpo, a mí me resultas
rotundamente bella; y tampoco es que sean tus ojos
o la curva de tu cadera, tus manos, tus pies
que aún entre los míos ansío y desconozco,
o tus senos acunados a mi pecho entre volutas
de humo, sino que para mí y a mi lado, pues
me resultas rotundamente cierta y por demás bella.

Y así, entre los muertos que me cargo,
entre las lápidas que han grabado en gris mi nombre,
en el sin embargo de tenerte y no tenerte
a media noche, en este repentino y letal asombre
de quererte, de soñarte, de despojarte de la muerte
que me ronda compitiendo contigo por mi beso,
vuelvo a ser aquel que perdió todo por un verso.

Ahora que soy el derroche en carne viva
desgarrando sus jugos malsanos ante la lumbre
y una luz perdida, voy dejando mi letra prendida
al final de un aguacero, en las ríspidas cumbres
desconocedoras del hambre del pan de la vida;
ahora que no duermo y cuando embriagado lo hago
pienso en la gloria en secrecía y en esa espesa risa
que te acontece después de una sonrisa,en el filo
que se esboza entre el cacao, dispuesto en tus labios
si me buscan, y entre mi propia sinrazón dan el blanco.

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