noviembre 09, 2013

En mis bolsillos VI

I

Pasa la luna y calla, a la distancia y
divisando sinuosos dorados y verdes,
asoma un sol que estalla su silencio
y en su candor vienes siempre.

II

Descubrimos en los pasajes
secretos del albor en añoranza
una sonrisa que no lleva equipaje,
un silencio cargado de franqueza
y aquella misma mesa del mismo bar
que no llegaremos a ninguna parte;
no sé, tal vez, al vaivén de la mar.

Nos descubrimos los dos.

III

A menudo todo este embrollo
en el que nos atamos de pies
y manos resulta ser, consecuencia
inequívoca de la propia imposibilidad
del ser, de la inclemente presencia
de la duda, del temeroso "tal vez".

¡Qué deliciosa y qué anclada entonces
en el hombre es la idea de perecer!

IV

Soy de aquellos que guardan lugar
en la lista de espera de la desesperanza,
de los que mudos prefieren cantar
por el sueño en el que dios descansa,
soy de aquellos guardan luto por la vida
brindando en compañía de la muerte,
de los que apuestan bajo su propia suerte
ante las cartas de las pasiones prohibidas.

Soy de aquellos
que a pesar de las penumbras
y de los años, se enciende el pecho
con la flor de un cigarro,
para verte a lo lejos reir
sin hacerte daño.

V

Ya es la una veintitrés y mi talante
me predestina que no llegaré a las tres.

Entre la cuarta y quinta copa de ron
blanco de siempre, con la humareda
del tabaco, con las ganas bien metidas
bajo el vientre y con esta piel erizada
nombrando un amor inombrable,
tambaleo por la escalera encalada
de un blanco tan feroz como amable.

Ya es la una treinta y dos y soy cobarde
cuando a lo lejos las tres ya me arden.

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