octubre 17, 2011

Mi Luna amarilla

Justo a mitad de la noche
un viento fresco pasa y rumora
la voz del mar erizado a lo lejos.

Han huido las aves, han chocado
sus picos contra la ausencia
de semáforos en el paraíso;
se han extirpado las alas
y hecho almohadones de su plumaje
para el infante que sereno duerme
sin saber dónde reposa su cabeza.

Huyen a pasos de gigante
las sombras al verse descubiertas,
apagan las luces de las bombillas
y reforestan las copas de los árboles
en los que ha madurado el desencanto;
huyen hacia el espejo del que han salido
buscando las tijeras en torpe arrebato
para dejar de ser siluetas sin costillas
enclavadas en un cuerpo de barro.

Huyen las nubes besadas de vientos
sin rosa ni obtusos puntos cardinales,
algunas pasan lista y de pronto se deshacen
sumergidas en la grisácea caracola
que da voz deslucida a la vida;
algunas otras estallan en lluvia perdida
en la garganta de una isla desconocida
por las mejillas donde el pecho sangra.

Huye la humareda enardecida
después de anidar mis fauces lóbregas,
de aniquilar mis mansos pulmones
sometidos por alquitrán y el talio
empedernido a las plagas erradicar
de los días por los que no he andado
vagando entre un cielo bastardo.

Y sin embargo, mi Luna amarilla
no huye a pesar de estar mordida
por los voraces demonios nocturnos;
mi Luna está radiante y cristalina.

1 comentario:

Coeli L. dijo...

Ella siempre está ahi, silenciosa y perfecta, no importa la penumbra ni la soledad anclada a los ojos vestidos de insomnio.

Tus letras transladan siempre a otro espacio, es bello ... es así.

Gracias

Un abrazo desde esa radiante Luna