A la distancia, siempre a la distancia.
Reumática el alma, los intestinos
desembocando en el mismo camino,
con la misma mierda; alejada infancia
que ahora como perro su furia gruñe,
con la viva locura atada al cuello,
con su blanco y su negro, ¡Qué sello
el de sus ojos sin mayor acuse!
Y ladra a la Luna y al sol diurno,
a los muertos, a los vivos, a todos,
al demonio, al dios, a la huella en el lodo,
a la inercia ya después, taciturno.
Y corre ya el tren de las once treinta
a la distancia, a la misma, lo mira
lo huele, su aliento oxidado respira
y se le llena el hocico de ausencia
que no es blanca ni negra, tampoco azul
rompiendo en noche, ni plata de estrella
recatada de esa luz de doncella;
lejana la ausencia vestida de tul.
7 comentarios:
Puedo ausentarme de mi misma, no de tus letras...
Precioso!
Besos y buen inicio de semana!
Después de ladrarle a todas las cosas apenas quedan gruñidos en la garganta; la inercia te llevará de nuevo a ellas, a sentir la ausencia, que tienes razón, es transparente.
Qué buen poema, "viejo", qué buen poema este tuyo¡¡¡
Un beso, Gabriel
Ío
Y de qué color es la distancia?
Ultimamente estimado GatoPardo, le leo tan fuera de lo racional, y me gusta. Es que ya todo en este mundo nos ha cansado, que solamente nos quedan, las líneas nuestras y muertas para ofrecerle. ¿Verdad?
Llego despasito para no distorcionar tanto ladrido hechado a esta tierra...
No hay distancias cuando se te lee tan cerca.
Un gusto el encuentro. Con tu permiso regresare...
In-fancia.
Lo que está dentro, ahí se queda; qué difícil manejarlo.
Me alegro de haberte encontrado.
A la distancia se la combate acercándose.
Publicar un comentario