agosto 18, 2010

Monólogo

Se me acaba la vista ya a estas horas cubiertas por el polvo, que momentáneamente el sacudidor desterró por la mañana. Se me acaban los ojos entre el ordenador y el vistazo que le proveo a mi interior, entre los libros de paciencia infinita han sido dotados y que no les molesta ser llevados de un lado a otro bajo el brazo sin ser nunca, en su lectura acabados. "Al menos ellos poseen un punto irremisiblemente final", pienso y me vanaglorio al encontrar una razón que de certeza a lo que todo en mi cabeza es vaguedad, como siluetas esbozadas tras la cancelería que reviste el baño haciendo el amor mientras yo solo miro desde su opaca pared de cristal, movimientos sincronizados francamente arcaicos y de cierto tono inhumano. ¿Será que mi mirada está cansada, ó que al cabo después de lo ocularmente durante el día ingerido, no pretende más ver? Para ello no tengo respuesta, si a caso me surgen más dudas. De esas de espíritu aventurero con la gallardía vil del que se pone frente al astado y se dice torero. Dudas que son su espeso ramaje no hacen más que impedir que se filtre por mi ventana cierto rayo de luz matinal, que caliente mis huesos y logre darme un poco de aliento. "Tal vez todo esto se trate de vivir la vida recostado en el sillón, comprarse unos buenos lentes, mirar el televisor y echar el ancla una vez encontradas las mansas aguas de la trivialidad", para mí mascullo a sabiendas de que tal cavilación llega al límite de lo ridículo y de lo propiamente sardónico, de lo enteramente estúpido y aún así recaigo en la elucubración, que ligada al escepticismo le da cuerda a tal idea para proseguir disparatada en la imaginación. "No, no es posible que aquel que ha nacido bajo el astro de viajero, permanezca recostado todo el tiempo a la sombra del árbol, esperando que los mares lleguen hasta él edificando una memoria, de sales y sudores que a su espalda nunca se han aferrado", y busco entonces entre las fotografías añejas algún signo de ese cuerpo celeste que me ha provisto de dogmas insumisos y de hurañas pasiones, aunque de encontrarlas de nada servirán por que mis ojos, esta noche de fatiga tan cargados, no pretenden ya mirar. "Debe tratarse entonces de la moción que tantas voces en mis adentros, una vez la Luna puesta en lo alto del cielo, con los ojos bien abiertos logra mantenerme despierto, esos demonios infames siempre dispuestos a trasnocharse conmigo, comiendo pacientemente de las entrañas de donde han sido noctúrnamente paridos y que altivamente esbozan su sonrisa al balancearse felices sobre mis anhelos, al saberse más que nunca vivos después de tantos años reprimidos". Pero de pronto, doy un salto a la primordial razón de mi lamentación mientras en la diestra mano, llevo el tabaco que se va quemando; se me acaba la vista entre los ires y venires, entre el humo que en su trayecto figurillas va formando, entre los vientos que rebotan de montaña en montaña y que a su gusto por esta ciudad corren sin lograr desenmarañar nada. Se me acaba la vista entre un par de lagrimales desprovistos de su principal función por estar atrofiada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En mi cabeza, resuena como esa terrible necesidad de sufrir para vivir, para con las manos crear, para irremediablemente por medio de la pluma existir. Recuerdas? espero estar equivocada.
Besos.Hoy con la mente un tanto "atrofiada".

Sabina dijo...

solo veo vida en estos parajes, disfrutala o atormentate.. pero no te mueras sin hacer algo... ya sea sonreir o llorar, me quedo.