No me llores, cuando al cabo vengas por mí resuelta
a libar mis labios, tuyos desde siempre como nunca
un día de sombra, en cada gota de alcohol disuelta
y tómame sin reservas, sin el llanto que te enluta.
Llévame sin pausas ni prisas al lugar menos pensado
por mis manos, al abismo en el que sólo tú des refugio,
a los valles sin laderas, a los caminos infestados
de letras, donde la vida ha de carecer de de artilugios.
A dónde quieras, al frío inhumano de tu eterna morada,
a los más profundos infiernos sin puerta que otorgue salvación
ni manual de plegarias al cielo con espaldas laceradas
esperando, con cierto recelo una falsa redención.
Pero a mí no me importa, mientras la oscuridad
de a poco se cierre y sin piedad en ella me encierre
y me prive de fulgores, con su manto de deidad
amorfa, con su inercia de calamidad perenne.
Y aunque hoy no te busco siquiera bajo mi ropas
ni espero de ti algo más que la nada,
hoy te recuerdo tal cual entre lágrimas y copas
a mi pecho por siempre encadenada.
2 comentarios:
Allí está, sabemos donde se encuentra y lo que supone tomarla de la mano.
No creo que llore, ella no es así, no derrama lágrimas por nadie; las mías se asoman al leerte, GatoPardo, esta infinita tristeza que hoy tu alma libera.
Un beso
Ío
Las lágrimas muchas veces van por dentro.Por fuera, pura apariencia...
Besos agradecidos x el doble mensaje.
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