agosto 18, 2010

Cuando Vengas Por Mí

No me llores, cuando al cabo vengas por mí resuelta
a libar mis labios, tuyos desde siempre como nunca
un día de sombra, en cada gota de alcohol disuelta
y tómame sin reservas, sin el llanto que te enluta.

Llévame sin pausas ni prisas al lugar menos pensado
por mis manos, al abismo en el que sólo tú des refugio,
a los valles sin laderas, a los caminos infestados
de letras, donde la vida ha de carecer de de artilugios.

A dónde quieras, al frío inhumano de tu eterna morada,
a los más profundos infiernos sin puerta que otorgue salvación
ni manual de plegarias al cielo con espaldas laceradas
esperando, con cierto recelo una falsa redención.

Pero a mí no me importa, mientras la oscuridad
de a poco se cierre y sin piedad en ella me encierre
y me prive de fulgores, con su manto de deidad
amorfa, con su inercia de calamidad perenne.

Y aunque hoy no te busco siquiera bajo mi ropas
ni espero de ti algo más que la nada,
hoy te recuerdo tal cual entre lágrimas y copas
a mi pecho por siempre encadenada.

2 comentarios:

Ío dijo...

Allí está, sabemos donde se encuentra y lo que supone tomarla de la mano.
No creo que llore, ella no es así, no derrama lágrimas por nadie; las mías se asoman al leerte, GatoPardo, esta infinita tristeza que hoy tu alma libera.
Un beso

Ío

Anónimo dijo...

Las lágrimas muchas veces van por dentro.Por fuera, pura apariencia...
Besos agradecidos x el doble mensaje.