Doña Irene tenía enfisema pulmonar,
mentía cuando decía que no fumaba
y escondía los cigarrillos bajo la almohada.
Sin embargo y extrañamente
ella no quería morir y lo demostraba
sonriendo ante la vida,
como aquella vez que le llevé al crío
teniendo apenas unos cuantos meses
y en su lecho sus ojos volviéronse río
estancado en su felicidad en cinta.
Yo que la extraño tanto
espero hallarla entre las nubes
que revisten la felicidad y el encanto.
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