enero 07, 2015

6 de Enero

Hay una grieta en el presente
cargada de oquedades blanquecinas
acumuladas al fondo del vaso,
en el cigarrillo que me enciende la muerte
y en el mendrugo del pan que divido
noche a noche, para tener un bocado
y fuerzas de flaqueza cuando estoy contigo.

Ya medio mundo marcha en caravanas
que volveran al mismo sitio después
de recorrer por completo ninguna parte,
mientras la gente sonríe o tan sólo vive,
no lo sé, pero a ellos parece no importarles
o importarles poco, tampoco bien lo sé,
mientras los miro marchar desde mi ventana.

Pienso mucho, lo sabes, en toda esa maraña
de pequeños inconvenientes acerca del ser
mientras me tiene por el cuello la guadaña
y ciertamente,
bebo mucho, aunque no demasiado
como para olvidar por siempre el ayer,
o los días en los que penosamente bebo
por no tener un poco de despensa en la alacena
ni en mi cama el calor de una mujer.

Y es entonces, cuando pierdo los modales
y soy un tipo ruín con los vecinos que saludan
por la mañana siempre cordiales, y arremeto
maldiciones contra el mundo y contra las putas
que han venido a traer hasta aquí a sus hijos,
contra el viejo portero del rojizo edificio
por que es un viejo necio y sumamente torpe
que parece el cerberlo a las puertas del erebo.

Sin embargo, soy el que soy y sin duda
he cambiado inevitablemente por las arrugas
que al anochecer se me forman en el alma,
en las costillas, bajo los ojos amarillentos y pardos,
pero siempre he hallado en tu pecho la calma
cuando mi versos te centran en un te quiero.

Mientras tanto,
bañado en tu nobleza de nubes de algodón,
se feliz y sigue jugando,
sigue creyendo en la bondad de tu sonrisa
y disfruta los presentes de tus reyes magos
que para ti, jamás mi pecho ha cambiado
ni podré serte, un hombre soez y vil.

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