diciembre 25, 2015

No hay mucho que pueda hacer

No hay mucho que uno pueda hacer
noche a noche estando a solas
en una habitación de paredes frías
y terriblemente rojizas como el diablo:
beber hasta dormir tibiamente embriagado
leer los peores crímenes en los diarios
escribir intentando ser un poeta
y arrancarse el corazón con las manos
mientras me inunda cruel y entre azules
el humo espeso de miles de cigarrillos.

Algunas noches me ocupo en escuchar
a los gatos haciendo el amor sin amor
a mitad de una oscura y estrecha calle
que con el tiempo no resulta tan horrible
tomando en cuenta la facilidad del hombre
de acostumbrarse a todo o a casi todo
incluyendo el filo en la garganta del sable.

Ayer durmiendo en una cama ajena
di cuenta que me resulta lo mismo
la hora o el lugar que ocupe de lecho
para de lleno mi cabeza necia postrar
pues mi alma se pudre con cinismo.

Sabes, mi amor, sólo soy un monstruo
uno de esos que a veces escribe
ideas un tanto cuerdas y cosas lindas
y otras tantas, la mayoría de ellas
sobre cuán es el mundo de terrible
y del cómo poco a poco me pudre.

Tengo dos botellas de ron en la alacena
y cuarenta y tantos buenos cigarrillos
y ya lo sabes, nena, no hay mucho que hacer
escribiré hasta debajo de mi ombligo.

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