diciembre 25, 2015

A Ío

Hace rato que no he andado
donde los finos rosedales
dan rosas y bellísimos versos
con coros angelicales de caracolas
donde Cantabria sin más resulta
la blanca capital de la hermosura
más sentida y siempre perenne
del latido que jamás al diablo
o al mítico dios etéreo consulta.

Hace rato que no miro al otro lado
ni agradezco al extremo opuesto de mí
por dejarme abrazarle mientras aprendo
este lenguaje certero de latir.

Hoy es un buen día para abrazarse
incluso en la inmundicia y en la demencia
de todo aquello que me resulta bello
cuando planto las semillas de mi ausencia.

1 comentario:

Ío dijo...


Gracias, Gabriel, por tus versos, no sólo por estos que me dedicas, preciosos para mí, sino por todos los que te leo.
Debo, sin embargo, decir que entre los míos no existen esos coros de los que hablas, y es más bien negro el paisaje.
Latir tú ya sabes, poeta, que no venga nadie a decirte cómo debes hacerlo.
Como algunas semillas que esperan tiempo y tiempo para germinar, quizá la ausencia, la tuya, quizá también la mía.
Yo, que siempre que puedo vengo a mirarte, también te abrazo desde este otro lado de espinas al que te acercaste hoy.
Un beso en el abrazo

m.


Siempre te agradezco, Gabriel, siempre.