febrero 16, 2016

Diagnóstico

Jamás tendré el derecho
de declararme clínicamente loco
ni ahora, ni nunca
aunque nunca es casi siempre
metido hasta el cuello en el lodo.

Puedo declararme un alcohólico
y un pertinaz borracho
que no es igual pero resulta lo mismo
o un melancólico envuelto en el patetismo
del que sin mayor remedio escribe
desde la resaca de las raíces del pasado.

Entonces pienso y al pensar
veo caer una a una las puertas del cielo
que alguna vez creí me darían
un poco de calor y alojamiento.

Bebo un brandy y enciendo mi tabaco
en el mismo triste banco de la cocina
que sostiene mi culo blanco y huesudo
cuando miro desde atrás de la cortina.

Sigo siendo el loco que escribe
el monstruo que disfraza su locura
el del irremediable pecho enfrascado
en los dilemas que me evitan ser práctico
y volarme los sesos de un escopetazo.

Y entonces me declaro esta noche
un borracho y un poeta vil
un loco que jamás será diagnosticado
por su estertor nocturno y febril
atrozmente en sus versos radicados.

Perdona que sea tan franco
y te lo diga
mi ambición en esta vida
quizás no sea la belleza
sino la ebriedad nocturna
y perenne contra la cual
puedo despostillar mi cabeza.

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