Están a punto de dar las doce
en el reloj cochambroso de la cocina
han echado a cubetadas de agua fría
a los gatos que rondaban el vecindario
sigo batallando con la plaga de hormigas
y en mi cajón de noche descansa
mi viejo y siempre fiel sudario.
¿Qué putas ganas la gente del mundo
al dormir cada noche temprano?
¿Sueñan al cabo más o mejor
o al dormir olvidan el fiero desencanto?
Incluso la luna entre nubes se ha recostado
a pesar de ser nueva y de los lunáticos
que mirando la veneran.
Hace unos años estaría yo apenas
metido en un bar escuchando a las putas
sobre su soledad y sus resistentes venas
al sangrar tibiamente bajo la ducha.
Después llegaría a casa ya embriagado
y despertaría a mi mujer bajándole las bragas
para follarla tremendamente duro
mientras le acariciaba las nalgas.
Y aquí están a punto de dar las doce
y estoy sólo y un tanto ebrio de ron
y la gente de estas latitudes ya duerme
sin saber latente entre su pecho un corazón
que se desvive y en sí renace en cada roce
de la hermana del sueño llamada muerte.
Escribo a solas y entre grises recuerdos
y comienza ya a darme un feroz sueño.
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