Una silueta conforma el andar ambarino
de los peces que dejaron de tener vida,
hace unas horas o diez mil años,
en realidad el tiempo no importa
cuando ahora pretenden dar coletazos.
Tengo un arpón recien afilado
y más de una vez fieramente probado
en el tejido más blando de mi corazón
envuelto en el ambar de la gris silueta
que lo volvió a la vez decadente y poeta.
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