Sobre el silencio
cuelga la telaraña del olvido
de las luces insípidas y rojas
y el balance de todo lo perdido.
He visto morir a tanta gente
lo mismo que a media noche he muerto
para resucitar metido entre resacas
y hecatombes en las que llora la muerte.
Yo ya no soy nada cuando pretendo ser
y sin embargo mis manos no callan
la agonía del crujir de las cucarachas.
Después de todo, junto a mí se acurruca
el silencio en el que marchan tus pies.
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