Han venido dos buitres
con sus picos puntiagudos
a dejarme un par de agujeros negros
situados justo a la izquierda del pecho
y a dejarme listo un frío desayuno.
Han venido algunos pasos del ayer
a decirme mientras de noche bebo y escribo:
"Vamos, chico; mueve tu huesudo trasero
y ponle marcha certera a tus pies".
Han venido demonios taciturnos y fieles
a la letra que prescribo cual receta
para todo aquel que sufre de mítico encanto
han venido musas sin pudor ni sostén
a cabalgar entre esos prados tan míos
sobre corceles endemoniadamente blancos.
Y entonces, dejo de respirar
para que no logren notarme
bajo la ola enamorada de la mar.
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