octubre 16, 2015

Veintiséis abrazos

Hoy recibí veintiséis abrazos
solo tres de ellos de mi hijo
y me ahogué entre mi sangre.

Cada vez es más difícil entender
la vocación de triste y terrible poeta
cuando pretendo, más que perecer
huir con mi botella y mis leves maletas
hasta el sitio en el que pueda del todo ser.

He llorado cual crío por demás hambriento
esperando en la boca el tibio pezón
que me provea para el alma alimento
y no sólo una efímera y firme erección.

He llorado hoy recién muerta la tarde
celebrando el bocado del desayuno
y mi llanto es de plata y es de carne
es feroz y en su agonía como ninguno.

Hoy recibí veintiséis abrazos
y ninguno de tantos fue tuyo.

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