Hubieron genios capaces de escribir
poemas magníficos en diez minutos
a pesar de tener el tintero seco
o la máquina de escribir desdentada
o las ideas fritas desde los grises sesos.
Hubieron genios y en los andares
contemporáneos de la letra y el verso
somos más los malos aprendices
los borrachos, los que encienden un porro
o los que eyaculan estrepitosamente
antes siquiera de diez minutos.
Hubieron genios
y habemos ahora tantos muertos.
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