La carne palpita y fresca
se oferta en los mercados de la vida
entre billeteras gordas
de todos aquellos que no pasan hambre
ni beben jamás a solas
-aunque sólos estén siempre
ni han conocido el sabor de la sangre.
La carne palpita y fresca
recibe el blanco del semen
-los hijos que nunca tendrá-
y con él se aumentará el busto
se quitará los surcos la frente
o se pondrá un culo descomunal.
Y la carne seguirá palpitando
-la carne que no son más que culos
y coños tristes buscando gordas billeteras-
siempre febril y fresca y dispuesta
a seguir siendo factor en el mundo.
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