Hablabas de colillas de cigarro
aparcadas muertas y tristes
dentro del perímetro de un cenicero
de tripas a manera de un corazón
de sangre,
de lo que aprendimos a llamar alma.
Hablabas
de la crueldad del verso que ahora callas
de la muerte dentro de la placidez
a la que conlleva una tina de baño
y una lámpara
alumbrando poemas de Rosario Castellanos.
Hablabas de Sabina y de María
de la metamorfosis de niña a mujer
del blanco de los huesos en el cráneo
y en la cadera y en los míticos sueños
del descubrimiento real y fatídico del arte
hablabas de la belleza desdentada
de Leopoldo María Panero
de la irremediable incomprensión
de saberte una chica linda
con alma de fea esperando grisácea
en la estación por un tren oxidado
que el presente tan sólo cabrea.
Hablabas de ti frente al espejo
y de cómo ha de ser siempre la sombra
inequívoca del alter-ego
quien más estando a solas nos enamora.
Hablabas de colillas de cigarro
y de Bukoswki masturbándose
y de las alas que te nacieron en los ojos
para mirar el cielo azul en marrón
eclipsado en el más carmesí la gloria
a la que le has echado ya el cerrojo.
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