Por el pasillo que da a la escalera
un humo ligero habita sonriente y azul
cuando apoyado en el viento acaricia
la espalda de un gato ebrio y erizado.
Los gatos no pueden ser poetas-
me dijo Axel un tanto contrariado.
Dame diez años para explicarlo- le dije.
Y ahora esto aquí sintiendo la ebriedad
y haciendo malos versos frente al pasillo
que da a la escalera, siendo acariciado
la humareda sonriente y azul
con la espalda erizada como los gatos.
Aunque quizás tengas razón- repliqué.
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