Algunas noches -la mayoría de ellas-
en este necesario afán del hombre
por poder dormir al menos cuatro horas
bebo a quemarropa mi salvador trago
para callar todas esas ideas en mi cabeza
que menosprecian la belleza de la rosa.
Debería continuar este terrible poema
pero me he quedado sin cigarrillos
y la falta de su humareda me enferma.
Una cuarenta am
aún puedo dormir cuatro horas
si dejo de pensar en mi rosa.
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