Para aquello del suicidio
no hay cosa mejor que dispararte
directamente a la boca
con una escopeta.
Hay técnicas similares
pero no del todo infalibles
cuando el tema central es matarte.
Vuélvete tan sólo poeta
y empieza a perder los abriles
lleva en tu pecho la sal de los mares
y la pasión bajo equívoca del proxeneta.
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