Siempre he preferido
un buen puñetazo en el hocico
a un halago por parte de la gente
que a menudo es peor que el diablo.
El viejo un-dos-tres,
y después cabecea
paso de péndulo
juego de cintura
y salir por pies.
Con los halagos nunca se sabe
la estrategia ni la dirección
a la que irá dirigida el volado.
Sigo cabeceando
ante la vida
y a diario.
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