Puedo partir esta noche
desde la elucubración aquella
que cuando niño me hicieron saber
acerca de que uno tiene lo que merece
o dicho en viceversa
no importa en realidad el orden
sino la altitud del ego propio
para ser capaz de merecer.
De regreso a casa en el subterráneo
vi a un borracho vomitando espesamente
sobre el anden que lleva a la salida
-¡Dios!
pensé para mi mismo
al tiempo que miraba granos de elote
salir velozmente de su boca.
Supongo que este tipo no ha merecido
la cena de esta fría y extraña noche.
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