Aquí y en esta silla de madera
que tiene su lugar en la cocina
he escrito desde hace meses mi vida
frente a un trago que da vida y me lacera
las tripas y el corazón aún enajenado
con atrapar de la belleza su mítico encanto.
Desde aquí he leído a los grandes
a los certeros, a los que yacen muertos
y sin embargo aún tras la muerte arden
a los que dañan mientras sanan
y algunos otros tantos charlatanes.
En esta silla he dicho tantas veces que no
a despertar entre un abrazo no pretendido
a la olla de oro de un arcoiris sin sol
y lo que por mi no puede ser concebido.
Dos centímetros apenas he crecido
y sin embargo desde aquí mi vocación
me dicta ser un perseguidor de lo perdido.
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