Todo esto es tan claro y sin embargo
nunca ha sido ni jamás será fácil,
la vida es un cenicero repleto de cenizas
y tantos huesos que algunas veces crujen
en los labios y otras tantas se dejan morir
ante el susurro nocturno del viento.
Entonces no es el hombre ni la vida
por más grisáceos que contemporáneamente sean
ni el nácar descalcificado del propio esqueleto
sino el crujir y el gutural dialecto
de las brasas que encienden de colores
el pecho, lo sabido y lo a quemarropa vivido.
Nunca será fácil tener el corazón en las manos
y el alma cansada de viajar en la maleta.
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