Mi vaso
-medio vacío o medio lleno
¿Qué mas da?- da lo mismo.
El vecino arriba saca a cagar
a su horriblemente y pequeño perro
y su cagada, es igual de horrible
y de pequeña; una mierdita parda
apenas se nota bajo la suela del zapato,
sin embargo, puede tener el hedor
de la misma mierda rojiza del diablo.
Mi cigarrillo
-parece siempre en mi boca eterno
pero no ha de ser nunca el mismo-,
sabe a la sal de las rocas.
El vendedor de periódicos ya duerme
mientras abraza a una mujer dura
que nunca lo amó y ni siquiera lo quiere
ahora, que sueña con muertos en primera plana
sin descubrir aun la posibilidad de una locura
permanente ante el albor venusino del vientre
que la razón del hombre embalsama.
Mi bloc
-ese maldito cuaderno que vomita letras
en mayúsculas y siempre en tinta negra-,
espera siempre estrellarse en el sol.
El poeta ama con reiteradas creces
andar elucubrando nocturnas idioteces.
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