Escucho a Silvio y afuera los borrachos
beben whisky con refresco de manzana,
yo enciendo un cigarrillo y la luz del pasillo
se pierde en mi letra hasta que se apaga.
No es mi intención lucrar a costa del ego
que me inventa a diario por doquier la gente
ni hacer vuelos transatlánticos e inciertos
con estas alas mutiladas ya por la muerte.
Soy el polvo acumulado en el fiero desván
de aquel que pretende saber y nada sabe
-de sobra, nena, lo sabes-
y la humareda que anida deseosa en la mar.
Pero escucho a Silvio a estas horas marchitas
y no me rondan sus mariposas silenciosas,
siento el sudor de mis manos siempre azarosas
queriendo el sí del perdón de tus margaritas.
Afuera los borrachos han sacado otra botella
mientras yo
elucubro mi vida junto a una azulada estrella
a cambio del sol.
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