abril 24, 2016

Sobre el largo de la noche

Sobre el largo de la noche, una caricia
me arropa a la vez que tierna me protege
aquel plumaje que perdí en las batallas,
entre sudores y sangre de mis ayeres
y esa caricia me llega ahora, cristalina
pura y de una forma febril y envolvente.

Busco el retazo de un sueño de ayer,
una sonrisa que no de pie a la blasfemia
acumulada por años en mi neceser,
busco esa sombra en múltiples colores
emancipada de este ser en tono gris
y ensimismado en ti sólo quiero ser.

Un mundo afuera de lleno me odia,
por ser un amable hijo de puta
que sólo la armonía en si rebusca
y que siempre la certeza disfruta.

Yo te disfruto en el beso y en el abrazo,
en el latido y en este ir y venir del trazo,
en la voz que reviste un simple te quiero
de algo mucho más complicado que eso.

Una caricia me pinta la boca de payaso,
me tiñe el traje gris de amarillo y azul,
y entre su sueño me invita a soñar
con algodones hidratados en la boca
de este poeta, que quiere bajar de la cruz
a partir de tu beso puesto en mi copa.

Pero sigo siempre en el largo de la noche,
eyaculando el verso sobre mis manos
que aún no pueden y claman por tenerte,
aquí, conmigo, como en el pasado
me clamó el abrazo gutural de la muerte,
mientras oía el rugir de los coches.

A lo lejos disfruto el paisaje de la felicidad
que quiero que me sientas desde dentro,
como hombre y como poeta de una forma
tierna y totalmente cierta y sexual.

Seamos felices, amor, sin tanto cuento
sin mediar las ganas ni los temores,
seamos uno mismo siempre cruentos
y dejémosnos pintarnos de colores
para sonreír la sonrisa de estos versos.

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