abril 12, 2016

Autocrítica

Desde el punto de vista autocrítico
de ser más que un villano, un monstruo
bien me convendría un excéntrico circo
o la crudeza más vil de los manicomios.

Aquí yo intento vivir
como me enseñaron
bebo a diario un poco
y fumo tanto
que pareciera que ya me quiero morir.

Eso algunas resulta verdad
sin embargo no es así siempre
y es entonces cuando la palabrería
me suelta de pronto de la panza
que se besa acaloradamente
con aquello que me late desde el vientre
y me produce una cierta calma.

Yo soy de los tipos que en los bares
buscan a toda costa hallar la razón
aunque me siembre con todos sus males
una mala espiga en el corazón.

Y ese es el riesgo que corro
al saberme un poeta viciado y loco.

Pero mi habitación siempre a solas
tiene algo sutil de belleza encantadora
y es un puzzle a falta de una pieza
que imagina mi cadera entre tus piernas.

Y entonces resulta real este faltante
de vida en los que encalla gris mi talante.

Mis años han echado ya la carrera
dispuestos al filo de la peor hondonada
para tirarse en ella de cabeza
cuando mis manos se entretienen
sonrientes
con la promesa de azules albas
en las que también mi falo piensa
si entre tus ganas me tienes.

Sin embargo soy un loco
un soñador
un idealista
un tipo cualquiera
que pretende
hacerte de lleno el amor
con sus dotes de equilibrista
y de borracho cansado de quimeras.

Desde el punto de vista más autocrítico
debo sentidamente decir que te quiero
como hombre, como poeta y como borracho
y que espero pronto reposar en tus senos.

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