Duro es llegar a casa y encontrar
un espeso cuervo asomando a la ventana,
tan negro como las fauces de la noche
engullendo un ratoncito ciego y torpe
o una docena de temores sombríos
-bien lo sé-, me aguardan tras la puerta
empuñando una verdad y una escopeta,
mientras la nada me repta por los pies
gangrenados de sal y de ausencias.
Me espera una botella de ron casi vacía
y tantas y tantas colillas de los cigarrillos
que ayer perdieron en mis labios la vida,
me esperan algunos versos no tan buenos
y a veces amarillos, una canción de cuna
que nadie me canta para tener dulces sueños.
Hace ya días -semanas, no lo sé bien-,
que la espiral me ha atrapado distante
de los anocheceres en carmín y del beso
que encontré en algunas tersas auroras,
y estoy jodido -sin duda alguna-
cuando sin quererlo a todas horas duermo
y mi verso ante el extraño viento del ahora,
se desvanece como la arena de las dunas.
Sin embargo rondan florecillas sin aroma,
peces que abren la boca, panes enmohecidos
y un resplandor en la avalancha de rocas
embadurnadas de pensamientos envilecidos;
ronda ligero en la noche un corcel sin brío
repartiendo patadas y mordidas inclementes
al que pernocta embriagado y sin suerte
con el pecho entre carmesí y ambarino.
Sabes, estoy desnudo escribiendo a solas
y tiritando de frío, de miedo, de esa franqueza
con la que el poeta declara haber perdido
sin saber el cómo o el dónde la certeza,
buscando por doquier el nácar de la caracola
que me brinde una vez más la palabra
versada, sin la pretension del abracadabra,
sino de hallar en tu pecho un punto de luz
y en la calma de tu sonrisa y de tu abrazo
un lugar permamente donde mis trazos,
se revistan febriles de un sudario de tul.
Pero todo pasa y la bruma siempre me queda,
como una eterna resaca que no se cura
bebiendo líquidos y tomando un par de aspirinas;
y un gusano de seda perdido, me tortura
en cada sí de mis oscuras y radiantes margaritas,
que pretenden contigo para siempre dormir
y despertar ajeno y enajenado del fin.
Duro es llegar a casa y meterse en la coraza
de aquel que se viste de hombre de bien,
mientras la gente juzga la facha y la traza
en el traje de diario y en el paso de los pies
sin saber siquiera el trajín de los fracasos dados
ni de la esperanza de un mejor después.
Ese después, nena, lo quiero siempre contigo,
por que ahora mismo soy gris y estoy jodido.
1 comentario:
Te adoro, siempre.
Y me importa poco que estés amarillo reluciente o gris (mientras no seas 50 sobras más obscuro).
Leerte me provoca orgasmos en tantos rincones que me quedo gimiendo tus versos.
Ay, cabrón! siempre logras eso que sólo Bukowski crea y hace nacer dentro de mi.
Te quiero.
ATTE. la señorita de ojos grandes, amante de bukowski que guarda entre sus manos una bolsita de grillos para ti :*
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