Piden los días números naturales
y la naturaleza nada sabe de números rojos,
de activos ni pasivos ensordecedores
cabalgando de las crines de una bestia humana
enferma y abrumada por sus acreedores.
El mendicante ha cerrado con perdida
desde el día en que clausuró de tajo el corazón,
para abrir con displiscencia la mano
en la moneda el fruto de la redención
por que así lo aprendió de la vida.
Piden los días sonreír ante sepelios
desconocidos infames y corrientes
en los que la gente bebe y sigue bebiendo
ante la ola del mar de lo funesto.
El poeta ha politizado a su musa
y ha puesto su billetera en creciente engorda,
para mirar desde los lados opuestos
el tristísimo escote de las azules putas.
Los contadores no reconocen la lágrima carmesí
alojada entre sus espesos libros de diario,
ni sabrán nunca del principio del fin.
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