Fumo y entonces callo
el humo azul entre mis fauces,
pensativo como nunca,
como siempre y un vaso
se aferra a mi mano latente.
Cierto es que esta poesía
ha venido siendo menos ojerosa
y mucho menos sombría
a pesar de mis marchitas rosas
transitando entre cadáveres vivientes;
y resulta triste y a la vez no lo es,
si la guadaña de la muerte se afila
sobre el resplandor de una luna amarilla.
Nada hay de grandeza en mi pecho
sino la sangre que se acumula en él
y al despertar se muda bajo el vientre,
sin embargo, soy un gris tornado en azul,
de noche carmesí y siempre un beso a tus pies
ante estas letras tan mías y tan tuyas
vestidas de esperanza y de tul.
Pero fumo demasiado y entonces callo,
el humo azul y a solas un par de tragos
en esta habitación que me reclama
tu abrazo nacarado y sentir tus pechos,
cuando soy perseguidor de la calma
y de la gloria alojada entre tus labios.
Y entonces nada, sino mis sombras
y esta necesidad que a diario me embriaga
de posibilidades que a mi lado y por siempre
te nombran, para despertar ante un rayo de sol
que te abrase mientras yo simplemente te amo.
Feliz cumpleaños, nena.
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