Sonríes como la luna nacarada
cuando presientes el mundo a tus pies
y nada sabes aún de la espesura de la nada.
Le tiras golpes en la nariz a la vida
para cansarte y tener un sueño calmo
donde la felicidad te sea siempre concedida.
Y ya después vienes e intentado el contagio
sin mayores quimeras tiernamente me abrazas.
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